Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La beatería cultural

Repaso por los gustos cinéfilos de los progres

La "beatería cultural" es el complemento indispensable, inevitable e irrenunciable del progre de libro: esas gentes animosas que como los tunos de setenta años continúan anclados en los mitos de su juventud ida. El difunto profesor Melón se refería a ellos calificándolos de "beatinos de la cultura", a la que se acercaban como si se tratara de un bazar. Lo suyo era el consumismo cultural desaforado e indiscriminado, siempre que se tratara de "cultura reconocida" y a ser posible, revalidada por el suplemento literario de cierto periódico de la capital. La revolución si no pendiente al menos futura, la "vía argelina al socialismo" y las obras de Martha Harnecker tuvieron su necesario complemento en las obras de los hispanoamericanos llamadas boom, de las que Che Guevara hizo una definición muy precisa: de no haber sido por la revolución cubana, sus autores habrían sido cuatro voludos haraganeando por París. Era aquella la época del estructuralismo, del nuevo cine brasileño, de ladrillos del cine del Este y de Antonioni y demás (pues los progres siempre fueron reacios a la lectura: por eso se apresuraron a considerar el cine como la gran expresión cultural "de nuesro tiempo"), y el "nouveau roman" de los que sólo queda en pie la "nouvelle cuisine", más que nada porque los progres muy mejorados económicamente en los tiempos nuevos, pasaron del barato, honesto y nutritivo plato del día del Niza a hablar de Ferrán (por supuesto, Adrià) como si le conocieran de toda la vida.

Prueba de que los progres en ejercicio son seres estupendos a los que no les interesan los casos concretos, sino la cultura "en general", es que a causa de su entusiasmo tienen que tragar carros y carretas. Muchos de ellos todavía no se dieron cuenta de que Buñuel es un reaccionario de categoría (recordemos la juerga que se montan los acogidos por Viridiana). Peo no es eso lo peor. Además, admiten que John Ford es el mejor director de cine del mundo, según "ese sueco" llamado Ingmar Bergman. Ya nadie ve las películas de Bergman, pero las de Ford siguen siendo maravillosas. Y es que tal vez los progres no son tan degenerados como suponemos y lo que les gusta son las películas entretenidas y no los bloques de hormigón pesado del cine soviético y de las otras cinematografías del Este, los silenciosos de Antonioni o la pedantería de Resnais, cuyo "Hiroshima, mon amour", revista hace poco por TV, es infumable. Nada más opuesto a la concepción del mundo progre que la de John Ford, expresada, por ejemplo, en "El hombre tranquilo", auténtico monumento de la "incorrección política": machista, divertida, alegre, con curas, uno católico y otro protestante, tratados con respeto y afecto, y todos los personajes, salvo las mujeres, no hacen otra cosa que beber cerveza y whisky y fumar. !Qué terrible! Y, sin embargo, no produce escándalo entre los biempensantes porque es una "buena película", reconocida. En realidad se trata de una adaptación a la irlandesa de "La dama de la bravía" de Shakespeare, otro autor "muy bueno" a quien, por tanto, se le perdonan su machismo y su antidemocratismo ("Coriolano") !Cómo sufre el progre por la cultura!

La Nueva España · 30 agosto de 2012