Ignacio Gracia Noriega
Españolizar España
En defensa de la «propuesta razonable» del ministro Wert
En 1969 haciendo un paréntesis en su exilio mexicano, Max Aub (alemán nacido en París, educado en Valencia y escritor español, porque «uno es de dónde estudió el Bachillerato»), escribe: «Hay algo más hondo, quiera que no; quieras que no, de la Patagonia a la Baja California, de Baja California a Cadaqués a la Tierra de Fuego, existe un fenomenal triángulo donde se habla y se escribe en español». En 1969 no había problema lingüístico: todo el mundo hablaba español en España, y no me vengan ahora con que se hablaba porque lo imponía la dictadura. Las lenguas no se imponen nunca, no pueden imponerse, y muestra de ello es el escaso éxito de las lenguas de laboratorio, híbridos creados por motivos de «política lingüística» como avanzadas de un nacionalismo que conduzca al separatismo. Por aquellos años yo estudiaba en la Universidad de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, Catalán y Gallego, y no figura el vascuence en el programa porque no es lengua romance; y en la de Oviedo, Arias y demás aprendieron todo el bable que saben en la cátedra de Dialectología, regentada por Jesús Neira, y no en las reivindicativas tertulias familiares bajo el hórreo de la aldea natal. Tan inexistente era el problema lingüístico que en la llamada «Universidad franquista» se promocionaban los estudios lingüísticos por encima de cualesquiera otros: tal vez por su asepsia.
Mas las cosas cambiaron con la sacrosanta Transición. Entonces el separatismo se reducía a grupúsculos minoritarios. Pero vendieron muy bien que ellos también habían sido represaliados por el franquismo (¿los burgueses catalanes y los sacristanes vascos?), lo que convirtió planteamientos racistas en el colmo de la «corrección política». Caso nunca visto en el mundo. El Estado, administrado por una izquierda oportunista y antiespañola y un «centro-derecha» amedrentado y no menos antiespañol, porque siguen creyendo que la democracia es invento de la izquierda y España de Franco, dieron alas al separatismo, cediendo frente al cosmopolitismo aldenao y al aldeanismo radical subvencionando sus actividades y cediendo mansamente a sus exigencias (cuando no las promueven, como hizo «Z.»). Hoy por hoy, los únicos políticos con las ideas claras, que saben qué quieren y lo exponen con claridad meridiana, son los separatistas. ¿Cómo no van a triunfar entre tanto cabestro?
Una propuesta razonable del ministro Wert ha provocado el escándalo no ya entre los separatistas, sino entre quienes más padecen el «chantaje» separatista. ¿Cómo se puede decir algo que enfade a los catalanes?, exclaman los que están tragando los carros y las carretas del separatismo y asisten al hecho sorprendente de que su propia lengua está proscrita en una parte del territorio nacional. Todo sea por la corrección política. Aunque yo creo que el ministro Wert se quedó corto. Lo que hay que españolizar es España.
La Nueva España · 1 de noviembre de 2012