Ignacio Gracia Noriega
La «Marca España»
La perversión del lenguaje como uno de los signos de la degradación de los tiempos
Uno de los signos de la degradación de los tiempos es la perversión del lenguaje. No sólo se trata de dar a las palabras significados diferentes de los suyos propios, confundir sentidos (por ejemplo, muchas veces se emplea «solidaridad» como sinónimo de «caridad») o la simple bobería «políticamente correcta» de quitarle hierro a una palabra sustituyéndola por otra de significado más endeble o, como se dice ahora, «light», esto es, decir «invidente» en lugar de «ciego o «subsahariano» por «negro», pues, aun cambiándoles la denominación, ni los ciegos van a ver mejor ni los habitantes del Congo van a ser más blancos. Una de las tonterías más en boga en la actualidad es «tolerancia cero». Se trata de un sustantivo adjetivado por un número, lo que sería perfectamente lícito si se tratara del portal de una casa, del nombre de un rey o del título de una novela, y así tenemos calle Cervantes 4, Enrique VIII o «Matadero 5» de Kurt Vonnegut; pero decir y repetir «tolerancia cero» en el sentido de «no hay tolerancia» es una imbecilidad. A quienes sean afectos a tales florituras habrá que aconsejarles que se callen. O las cosas se dicen por su nombre o no se dicen, y la norma de estos tiempos es el enmascaramiento de las cosas por medio de la tergiversación del lenguaje, olvidando aquel consejo de un poeta tan bien educado como T. S. Eliot, que recomendaba llamar por sus nombres al sinvergüenza y al bribón. Cuando se dice «tolerancia cero con la corrupción» ¿es que no se quiere decir claramente que hay que acabar con la corrupción o es que se quiere decir una pedantería? Un día de estos pasados me preguntaron si me adhería a una campaña de «tolerancia cero» contra el aborto dirigida al ministro popular Ruiz-Gallardón: contesté que o me hacen la propuesta en «román paladino» o no me adhiero a nada.
Ahora se empieza a hablar de la «Marca España», como si España fuera una marca de calcetines. Es un latiguillo estúpido que rebaja la palabra España. Pero lo indignante es que la emplee el Gobierno de la nación, como si España estuviera toda ella en venta y fuera una marca comercial sujeta a las oscilaciones del mercado. Yo siempre supuse que España estaba por encima de las marcas comerciales. Pero lo más indignante es que quienes degradan a España considerándola una marca de un producto de mercado es el único partido político de esta nación que se supone que debería tener un poco más de respeto a la palabra España, que es mucho más que una marca comercial, y que, cuando menos, algunos españoles, aunque seamos pocos, esperemos que no esté en venta... todavía. En una nación en la que la mayoría de los partidos son antiespañoles resulta que el único que por definición no debiera serlo cree que España es una «marca». No causa sorpresa: a Rajoy le cuesta decir España más que a Zapatero. ¿Por qué Franco decía España? Y Stalin decía Rusia cuando se dio cuenta de que unas siglas no bastaban para movilizar al pueblo contra la invasión alemana. Y puestos a citar a gente progresista, recordemos que Ceaucescu prohibió el aborto cuando su política necesitó mano de obra barata.
La Nueva España · 11 abril 2013