Ignacio Gracia Noriega
Gobernar firme y poco
Elogio de los buenos gobernantes que ponen la patria por delante
Cuando eligieron presidente de Italia a Sandro Pertini, el novelista José María Guelbenzu me confió: «¡Qué envidia!». Al ocupar la Jefatura del Estado, el veterano político olvidó sus largos años de militancia y lucha socialista para ser el presidente de todos los italianos. Por el contrario, Margaret Thatcher, cuando fue elegida primera ministra de Inglaterra, no olvidó que era, ante todo, una liberal, y su principio político, llevado por ella a la práctica con energía, me parece lo más liberal que se puede ser en esta época de capitalismo socializado y socialismo capitalizado, y por lo tanto admirable. El principio y guía de la labor política de miss Thatcher era gobernar con firmeza y gobernar lo menos posible. Fue una gobernante valerosa y patriota, pues tenía firmes principios políticos y morales. Lo mismo que Pertini, que aunque había renunciado a su militancia partidaria, no había dimitido de sus principios. Acabada la época de las figuras gigantescas como Churchill o De Gaulle, aún nos cabía a los de mi generación tener envidia de quienes tuvieron como gobernantes a Pertini, a Vaclav Havel y a Margaret Tatcher. Por desgracia, mi país nunca dio políticos de esa talla. Aquí la penuria política durante la segunda mitad del siglo XX fue total: llega a la miseria.
El problema de la España actual es que se le concede tan poquísima importancia a los principios que se ha renunciado a ellos de la manera más irresponsable. La izquierda ha traicionado a los suyos, y como decía Malraux, si la izquierda abandona sus principios, ¿en qué queda? En cuanto a la derecha, si entendemos por tal al PP, huye de cualquier compromiso ideológico como de la peste. Por eso no es raro que produzca tipos como Bárcenas, modernos e inmorales. Como bien afirma Sánchez Dragó, el PP no es un partido de derechas, sino keynesiano: una izquierda moderada y blanda, cosa que jamás fue la izquierda española. Rajoy puede ser un señor todo lo prudente y registrador de la propiedad que quiera, pero inadecuado para una situación de emergencia, con medio país en insurrección y el otro medio en secesión y como telón de fondo la bancarrota económica. No basta con dictar leyes, sino hacer que se cumplan, y aquí Artur Mas, los «escracher» y Urdangarín se las saltan a la torera. Éste es el país de las leyes y de su incumplimiento. La negativa de los secesionistas catalanes a escolarizar en español es sintomática: aquí los separatistas hacen lo que les da la gana porque se les permite hacerlo. ¡Y vengan leyes multiplicadas por los diecisiete parlamentos en que han fragmentado España! El día menos pensado legislan hasta con qué pie tenemos que salir de casa. Ante la situación presente, ante la altanería y la agresividad de una oposición en pie de guerra, ante la pasividad «políticamente correcta» del partido que increíblemente está gobernado con ¡mayoría absoluta!, yo tengo envidia de aquella Thatcher que no traicionó su programa de «gobernar con firmeza y gobernar poco».
La Nueva España · 18 abril 2013