Ignacio Gracia Noriega
Richard Matheson y la ciencia-ficción
Un excelente narrador que dominaba los diálogos y controlaba muy bien el ritmo del relato
Richard Matheson, que acaba de fallecer a los 87 años, es más, o al menos otro tipo de autor, que los habituales cultivadores de la ciencia-ficción, género en el que suele incluírsele. Si reparamos tan sólo en los mejores, Matheson no se aproxima a la poesía (no siempre de buena ley) de Ray Bradbury, al sentido épico de Arthur C. Clarke ni al rigor científico de Isaac Asimov: de recordar a alguien citaríamos a Fredric Brown, que tampoco es un autor de ciencia-ficción, lo mismo que Matheson. Ambos eran «escritores profesionales» en un sentido muy norteamericano, que se desconoce aquí, donde la profesionalidad se reduce a colaborar en los periódicos. La profesionalidad de Matheson abarcaba un campo mucho más amplio (y productivo), desde publicar cuentos en revistas especializadas hasta escribir guiones en los buenos tiempos de Hollywood, donde coincidió con grandes guionistas como Borden Chase, con grandes escritores convertidos en grandes guionistas como Ben Hetch y con escritores galardonados con el premio Nobel como William Faulkner. Matheson escribió, sobre todo, películas de serie B, como la serie de obras maestras dirigidas por Roger Corman e interpretadas histriónicamente por Vincent Price sobre cuentos de Poe. Asimismo, algunas novelas de Matheson fueron llevadas al cine, como «El hombre menguante», por Jack Arnold; «El último hombre sobre la Tierra», con Vincent Price; «El hombre Omega», interpretado por Charlton Heston, y las tres versiones de su novela más famosa e inquietante: «Soy leyenda».
«El hombre menguante» es el viaje de un Robinson Crusoe llamado Scott Carey a un Brobdignag que se encuentra y desarrolla dentro de sí mismo. No se trata de que alguien llegue a un lugar donde todas las cosas y personas tienen proporciones enormes, sino que el protagonista mengua y en consecuencia su mundo cotidiano se vuelve gigantesco y amenazador. La vida cotidiana de los cuentos de Matheson es terrible: así, los cuentos «El vestido de seda blanco», «Primer aniversario», etcétera. O bien se traslada al futuro previsible de «Cuando el velador duerme», en que la humanidad vive en un mundo ficticio de amenazas, no por imaginadas menos angustiosas y reales, pues la gente de la ciudad había colocado su fe total en las máquinas.
El mundo moderno ofrece muchas posibilidades para el absurdo, aunque todavía no se hubiera inventado la informática: pero en la sección de los anuncios por palabras de un periódico cualquiera se pueden establecer relaciones con una venusiana: algo que resulta terrible. Matheson era un humorista y un moralista pesimista: «Soy leyenda», su mejor novela y la que contiene una advertencia más sombría, presenta al individuo solitario y aislado emprendiendo una lucha por la supervivencia contra sus congéneres vampirizados.
Matheson era un excelente narrador, dominaba los diálogos y controlaba muy bien el ritmo del relato. «El tercero a partir del sol» es un cuento perfecto. Pocos hay que le igualen en ritmo, en concisión, en emoción.
La Nueva España · 4 julio 2013