Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

1914

El año que dio inicio real a un siglo terrible

En 1914 empieza el siglo XX. Los años anteriores habían sido una prolongación del siglo XIX, que don Valentín Andrés Álvarez calificaba como "liberal, romántico y bohemio", una apacible tregua antes de la irrupción violenta del siglo XX, "socializante y centralizador". Durante esta tregua hubo estabilidad monetaria, que es de lo poquísimo que puede dar seguridad al ser humano, y el mundo estaba en ebullición como si se encontrara en el interior de una botella de champán. No hay más que leer el libro "1913: un año hace cien años", de Florian Illies, o percibir la nostalgia de las viejas películas de Max Ophüls o de las novelas de Joseph Roth para hacerse una idea de cómo fueron aquellos años intermedios de prórroga.

Pero el atentado de Sarajevo terminó con la bonanza y con el sueño de un mundo en paz. Poco después de Waterloo, cien años antes, Chateaubriand preveía dictaduras militares en la atribulada Europa: sólo se equivocó de adjetivación, pues a partir de 1917 se instauraron dictaduras burocráticas. Y cien años después del estallido de la Gran Guerra ya estamos de lleno en la dictadura electrónica, de la que tal vez se salga por agotamiento o no se salga nunca, en cuyo caso el fin de la especie humana se situará a plazo fijo y se producirá el inevitable regreso a la caverna de una especie zoológica amorfa, manipuladora de extraños aparatitos con pantallitas que serán inútiles cuando falte la electricidad.

El siglo XX fue terrible: el siglo de los totalitarismos, de los estados policiales, de las persecuciones ideológicas, de los campos de exterminio, de la amenaza nuclear. La confianza ilimitada del hombre en la ciencia produce más monstruos que el sueño de la razón: es, a su modo, el sueño de la razón. Y muchos científicos, no lo olvidemos, se sienten muy a gusto trabajando para los totalitarismos, porque la ciencia es amoral. ¿Quién es capaz de afirmar que los experimentos más salvajes del nazismo no tenían un sentido progresista, de avance científico en beneficio del ser humano? Hay que desconfiar de los sistemas que todo lo hacen "por nuestro bien", pues siempre empiezan reduciendo o coartando las libertades individuales.

Entra 2014 con los vibrantes sones de la marcha de Radetzky dirigida por Barenboim. Se dice que estamos en un cambio de era, habida cuenta de que el internet es más importante que el descubrimiento del fuego y del lenguaje. Pero el mundo actual es demasiado mediocre y está demasiado mustio como para que sea capaz de producir cambios fundamentales. Antes del Renacimiento se sentía su impulso en toda Europa, y en 1914 había un esplendor cultural y artístico hoy totalmente desconocido. A pesar del anglosajonizamiento galopante y del internet y de toda la pesca, ¿es alguien capaz de citar a un escritor inglés de verdadero relieve? Todo es muy plano, muy amorfo, y el gran descubrimiento, la informática, apenas aumenta la productividad: lo que aumenta es el control sobre el individuo, cada vez más esclavizado por los aparatitos.

La Nueva España · 9 enero 2014