Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La "Hacienda Secreta"

La ingeniería social conduce al régimen policial y la delación al servicio del Estado

En diferentes ocasiones he escrito que todos estos "internetes" y demás con los que el personal anda tan entusiasmado que es opinión admitida que no se puede vivir sin ellos (por lo que me pregunto cómo se podía vivir hace diez años, ya que, por lo que recuerdo, entonces no estábamos en las cavernas todavía) más tarde que temprano acabarán incrementando y dando poder hasta límites insufribles a dos instintos necesarios sin duda pero hacia los que el ciudadano razonable debe sentir cierta prevención: la Hacienda pública y la policía. No contenta con disponer de la mejor informática del reino, Hacienda quiere ir a más y sus inspectores pretenden actuar de incógnito y pagar a confidentes, lo mismo que si fueran inspectores de Policía: de manera que si existe una "policía secreta" ¿por qué no va a existir una "hacienda secreta"? Me pregunto si esos celosos funcionarios, para no ser menos que sus homónimos policiales, no querrán también llevar pistola y esposas, y ser recibidos con alfombra roja en las "casas de poca formalidad".

Que una propuesta de tal calibre, publicada en la primera página de este periódico, haya podido ser expresada en un país democrático produce sonrojo y nos conduce a preguntar qué clase de democracia es ésta. Pero más sonrojo produce aún que no se haya elevado contra ella un clamor. Sin embargo, en las reiterativas "tertulias", que sustituyen en audiencia al patio de Monipodio de los "famosos", se continúa hablando del paro, de la corrupción y de Artur Mas con el mismo tono jeremíaco y la misma falta de imaginación y soluciones que hace un año. Pero de la misma manera que los tales contertulios se rasgan las vestiduras por la corrupción de los "unos y los otros", sin que a nadie se le haya ocurrido acordarse de Asturias, donde un consejero y dos altas funcionarias entraron en la cárcel, a nadie le ha parecido digno de comentario este intento de oficializar algo tan miserable como la delación. Debe ser porque pertenezco a otra época en la que amigos y conocidos actuaban en la clandestinidad y en la que, por tanto, se tenía a la delación por algo muy serio, muy abominable y muy peligroso. La delación significa, sin más, la pérdida de la confianza. Todo el mundo puede estar al servicio de la "policía secreta", o, como se pretende ahora, de la "hacienda secreta". La delación introduce la incertidumbre y el miedo no solo en las relaciones sociales, sino en las familiares. Recordemos la pieza de Bertolt Bretch en que un niño delata a sus padres por considerarlos poco nacionalsocialistas. Lo malo de esta obra es que en el sistema que defendía Bretch también se estimulaban este tipo de declaraciones. Los delatores son la pesadilla de cualquier dictadura. En nuestro actual sistema algunos entusiastas de la "salubridad vigente" denunciaron a fumadores clandestino y alguna ministra de Z. propuso la delación como virtud ciudadana. La ingeniería social conduce al régimen policial. Yo creía que éstos de ahora eran más liberales, pero ya, ya. En cualquier caso, es abominable que en una democracia se proponga la delación al servicio del Estado.

La Nueva España · 6 marzo 2014