Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El cambio climático

Los intereses creados en la conservación del planeta Tierra

Decididos a cambiar el mundo, los revolucionarios franceses empezaron cambiando el calendario, que es más fácil, llamando a los meses del año de manera más descriptiva, y como al comienzo de la primavera la naturaleza germina, del 21 de marzo al 19 de abril era germinal, y como por el otoño hay nieblas, del 22 de octubre al 20 de noviembre era brumario, y debido a que por el invierno llueve, entre el 20 de enero y el 28 de febrero era pluvioso. Digo yo que era una manera un tanto ingenua de hacer la revolución, pero menos expeditiva que la guillotina. En cualquier caso, son preferibles las revoluciones con objetivos modestos y concretos, como la norteamericana, que se proponía abolir el impuesto del té, a las que aspiran a hacer feliz al hombre, para lo que empiezan asesinando a varios millones que a lo que parece no están conformes con ser felices a golpe de clarín.

En la actualidad, la "corrupción política", que no es una revolución, sino una inquisición, llega más allá que la revolución francesa, no cambiando los nombres de los meses, sino de los días, sustituyendo el santoral por denominaciones filantrópicas y de actualidad como el Día de la Mujer Trabajadora, el Día de la Lucha contra el Sida y el Día Mundial de Nelson Mandela. Por este procedimiento, el día 22 de abril, festividad de San Daniel para los retrógrados insolidarios, es el Día de la Madre Tierra, debido a lo cual la televisión pública del anterior gobierno vuelve a insistir sobre el debatido cambio climático. Yo sospecho que lo del "cambio climático" tiene mucho de camelo, pero no pasa de ser una opinión personal. Lo que me molesta es que me riñan, y los ecologistas que se dirigen al personal a través de la televisión parece que acusan a cada televidente de estar contribuyendo a la destrucción del planeta Tierra. Estos ecologistas recuerdan a Felipe González dirigiéndose a la parroquia como quien acaba de aprender que dos más dos suman cuatro y reprocha a sus oyentes que no lo sepan ya que tan solo él está en el secreto de tan admirable aritmética, o a la desabrida Fernández de la Vega, especialista en grandes broncas. Los ecologistas vienen a decirnos, hoscos y ofendidos: "Tenemos que salvar el planeta que tú estás convirtiendo en una cloaca". Y yo me pregunto: ¿en qué medida estoy destruyendo el planeta? ¿Porque tengo calefacción y de vez en cuando fumo un puro? ¡Demonio!, no pretendan acusarme de algo de lo que me consta que no soy responsable. El día de Nuestro Padre San Daniel, por cierto, cantó la gallina, y una ecologista mal encarada señaló sin género de dudas a las petroleras. Así que no quieren el petróleo, pero no dicen con qué se proponen sustituirlo. Yo supongo que en estas cuestiones tan ecológicas debe haber intereses creados, de la misma manera que la cruzada antitabaquista no obedece, ¡seguro!, a mantener limpios los pulmones de los habitantes de ciudades polucionadas. Pero al menos que me expliquen por qué estoy polucionando el planeta. Y que no me riñan.

La Nueva España · 2 mayo 2014