Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Usted autoriza al banco...

La cuestión de la invasión de la privacidad

Calculo que ustedes habrán recibido una comunicación del banco con el que trabajan concebida en los términos siguientes o parecidos: «Usted autoriza al banco para que pueda tratar y disponer los datos que de usted disponga en sus ficheros...». Pero ¿cómo es posible? ¿A qué mente enferma por haber cursad un par de «masters» en una comisaría de la Policía política pudo ocurrírsele una propuesta así? Más bien debiera ser yo quien tuviera derecho a interesarme por las circunstancias personales de aquellos a los que confío mi dinero sin ninguna compensación -ahora hay que pagar hasta pro el mantenimiento de la cuenta-. Y sin embargo, no he escuchado ni leído que nadie se quejara de esta nueva intromisión en el ámbito privado por parte de una empresa que se supone privada pero que disfruta, a lo que parece, de un poder policial.

La cuestión de la invasión de la privacidad no se agota en esta desmesurada propuesta bancaria. Voy a una farmacia a comprar un antihistamínico, pues el polen primaveral afecta a mi rinitis, y la amable farmacéutica me dice que la receta está mal hecha, pues además de mi nombre y apellidos deberán figurar en ella mi carnet de identidad y la fecha de mi nacimiento. ¿Para qué?, preguntó un tanto alarmado. Ella se encoge de hombros: no sabe. Pero si no le proporciono los datos requeridos, no me facilita el medicamento. Tremendo, ¿no?, aunque algunos lo encuentren normalísimo. Yo encontraría, si no justificado al menos explicable, que se siguieran esos controles con los usuarios de la medicina pública y de la Seguridad Social; pero yo pago mis medicinas de mi propio bolsillo, como hice durante toda mi vida, de manera que al Estado no le importa nada que compre un antihistamínico o pastillas juanola.

Vamos por muy mal camino. ¿A quién le puede interesar que alguien llamado Ignacio, nacido en 1945, haya comprado un antihistamínico en Oviedo a las ocho y media de la tarde del día 22 de abril de 2014? ¡A la Industria farmacéutica, al Estado policial, al control de gastos sanitarios, al desarrollo de la estadística? ¿De dónde procede esa obsesión por controlar los aspectos más íntimos y en apariencia irrelevantes del ciudadano, de que puede ser ejemplo aquel lema terrible contra los accidentes de tráfico: «¿No podemos conducir por ti?, ¿Volvemos al totalitarismo, al Estado, o en su defecto, a las empresas (bancarias, farmacéuticas, las peligrosísimas compañías de seguros) controlando todo? Porque otra explicación no le encuentro a esas preguntas indiscretas, a no ser que el Estado y las empresas haya comprado artefactos complejísimos para hacer ricos a cuatro golfos que se metieron en camiseta en el garaje e inventaron la informática y no sabiendo qué hacer con ellos se dedican a averiguar cuántos Ignacios compraron un antihistamínico el 22 de abril de 2014 a las ocho y media de la tarde. Es incomprensible, y como diría un «moderno», «alucinante». «Alucinante», sobre todo, que nadie le conceda importancia a estos controles que tal vez nos conduzcan al Estado policial perfecto.

La Nueva España · 8 mayo 2014