Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Eleanor Parker: una gran señora

Homenaje a una estrella del Hollywood dorado de los años cincuenta

El cine americano clásico -¿pero es que hay otro cine?, como dice el novelista Mariano Antolín- se disuelve en la nada: ya sólo quedan algunos residuos, pero grandes. Hace poco murió Eleanor Parker, a los 91 años. Había nacido en Cedarville, Ohio, en 1922.

Eleanor Parker fue una estrella de los años cincuenta, que son, en su primera mitad, los mejores años de la historia del cine (las productoras de Hollywood funcionando a tope, el neorrealismo en Italia, el cine francés como marca de “qualité” pronto envejecida, las buenas maneras técnicas del cine británico), aunque nunca tuvo el fulgor de la mendeliana Elizabeth Taylor, de la kennedyana Marilyn Monroe, de la divina Ava Gardner, ni siquiera de Deborah Kerr, a quien en algunos aspectos se parece. El problema de Eleanor Parker fue que pronto empezaron a darle papeles de esposa (de Kirk Douglas en "Brigada 21", de William Wyler; de Robert Mitchum, aquel poderoso personaje que no usaba reloj porque no necesitaba saber la hora, ni dinero porque tenía crédito, ni documentación porque todos le conocían, ni llaves porque nadie se atrevería a entrar en su casa sin su permiso. en "Con él llegó el escándalo", de Vincente Minnelli), y esos papeles dan un aire de respetabilidad un poco contradictorio con el sentido que se tenía de la "estrella", que en sus apariciones en la pantalla empezaba siendo soltera y acababa conquistando marido (algunos tan reacios al matrimonio corno Clark Gable, Humphrey Bogart y John Wayne, porque la primera norma del aventurero, del detective y del hombre del Oeste es no tener cargas familiares).

De modo que Eleanor Parker pronto adquirió aureola de respetabilidad: en "Cuando ruge la marabunta", de Byron Haskin, se casa por poderes con Charlton Heston, y la cosa empieza fatal y termina relativamente bien, aunque con la plantación destruida. En "Scaramouche" de George Sidney, hace un papel serio en una película alegre, mas para compensar, interpreta a una mujer independiente y muy simpática en la deliciosa "La novia salvaje", de Roy Rowland, en la que supera siempre con creces a un Robert Taylor bastante acartonado. Su belleza pelirroja brillaba tanto en el western ("Fort Bravo", de Sturges) como en la comedia ("Millonario de ilusiones" de Capra), y al final de su carrera se adaptó a hacer papeles de composición en películas como "Regreso a Peyton Place", de José Ferrer, y "Música y lágrimas", de Robert Wise.

Fundamentalmente era una actriz que siempre acaba siendo algo distinto de una estrella, que en 1950 obtuvo el premio de interpretación por "Sin remisión", de John Cromwell, en el Festival de Venecia, en una época en la que los actores americanos no solían ser premiados en los festivales europeos. Igualmente es la actriz y no la estrella quien interviene en "El hombre del brazo de oro", de Otto Preminger. Su presentación en el cine fue en "Murieron con las botas puestas", de Walsh, en 1941. A pesar del título, la protagonista de la película, Olivia de Havilland, vive todavía, aunque Joan Fontaine ya falleció.

La Nueva España · 30 mayo 2014