Ignacio Gracia Noriega
Ébola: el retorno de la Edad Media
Las dudas que genera la epidemia en una sociedad avanzada que sólo teme a la crisis económica
Boccaccio explica en la primera jornada del "Decamerón" que el hombre, sometido a amenazas extremas, es capaz de dar lo mejor y lo peor de sí mismo, desde actos de generosidad que rozan el heroísmo hasta bajezas, egoísmos y cobardías abyectas y miserables. Ahora vivimos en una sociedad satisfecha de sí misma, con una pueril confianza en su tecnología como no ha vuelto a darse desde la época de los grandes totalitarismos y en la que los únicos valores verdaderos son el dinero, la salud y la seguridad (que corre por cuenta del Estado, claro es). Pero basta con que se produzca un brote epidémico en África para que las columnas que sustentan a la sociedad confiada y avanzada, que solo teme a la “crisis económica”, para que esa gran seguridad esté a punto de sufrir un duro quebranto. El hombre occidental deja de creer con fe de carbonero en la ciencia y en la técnica, en la medicina y hasta en el internet, y ante la inesperada proximidad del ébola se pregunta con inquietud: ¿Y si algo falla? ¿Y si, en efecto, nuestra técnica de teléfonos electrónicos y comunicaciones vertiginosas no es capaz de contener un virus que recuerda a los que azotaron a Europa en la Edad Media? Porque en la actualidad, ese virus no se está desarrollando en África, sino que lo hizo en un hospital de de Madrid, por lo que muchos compatriotas empiezan a sentir una vaga alarma que aunque de momento sea menos pronunciada no es de tipo muy distinto de la que sentían los habitantes de Florencia en 1348.
Jean Delumeau, en su libro imprescindible, “El miedo en Occidente”, señala que “la acumulación de agresiones que golpearon a las poblaciones de Occidente desde 1348 a principios del siglo XVII creó un estremecimiento psíquico profundo del que son testigos todos los lenguajes de la época”. Con el recuerdo inconsciente de aquellos terrores, como el de los grandes saurios, se produjo lo que Delumeau llama “el país del miedo”, del que no hemos salido: vencidas (aparentemente) las pandemias, las sutituyen la guerra mundial y la crisis económica también mundial. Y ahora vuelve a golpear el aldabonazo medieval de la peste.
La peste, metáfora del Mal y del Otro. En la Edad Media la peste venía de Asia, junto con la amenaza del Islam. En el siglo XXI viene de África, a la vez que los desesperados de las pateras. El europeo sensible, haciendo gala de solidaridad canallesca, aprovecha las desgracias de África (guerras, epidemias) para hacer demagogia.
Pero ahora no se trata de que mueran miles de negros de ébola sino de que la peste ha afectado y matado a un español con nombres y apellidos. Por lo que el ébola ya no es una cuestión abstracta que desataba los buenos sentimientos retóricos sino algo muy concreto a lo que se enfrentó un español y médicos españoles.
La situación varía bastante: no tanto como para producir miedo pero al menos para dar un motivo de reflexión, para preguntarnos si nuestro mundo informático es realmente inexpugnable.
La Nueva España · 14 agosto 2014