Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Los restos de Cervantes
y las fuentes del Nilo

La búsqueda inútil del misterio frente a la sensatez de leer a un gran clásico

Cada época tiene su misterio, que a la larga es preciso desvelar, pues de no ser así, parecería que a la humanidad le falta algo. Durante miles de artes, los hombres se preguntaron dónde estaban las fuentes del Nilo, Alan Moorehead, autor de un libro clásico. asegura que "ninguna región inexplorada de nuestros tiempos, ya se trate de las alturas de los Himalayas, las soledades antárticas o el lado oculto de la Luna, ha ofrecido un cuadro tan fascinador como el misterio de las fuentes del Nilo". Ahora, ya encarrilados en el siglo XXI, se presenta otro misterio no menos insondable: el de dónde están los restos de don Miguel de Cervantes Saavedra, príncipe de los ingenios españoles. El misterio, a lo que parece, es como el del Nilo en su tiempo, aunque en un espacio mucho más reducido. Para alcanzar las fuentes del Nilo fue necesario explorar más de la mitad del África oriental, en cambio, los restos del autor del “Quijote” se buscan en una habitación de proporciones moderadas, lo que no deja de ser un alivio, ya que ahora recorrer más de seis mil kilómetros, además de enfrentamientos con fieras, mosquitos y tribus o gobiernos hostiles. Pero en pocos metros cuadrados también puede haber aventura, mucho polvo y alguna araña.

Lo que me recordó la busqueda de lo que puede quedar Cervantes a la búsqueda del Nilo es lo bien pertrechados que están los buscadores cervantinos, en lo que medios se refiere, parecen a Stanley cuando salió en busca de Livingstone para terminar la aventura de una manera cortés aunque un poco sosa. Al ver el famoso hombre blanco rodeado de negros, Stanley se dirigió a él y le preguntó, quitándose el salacot: “¿El doctor Livingstone, supongo?”, y éste contestó llevándose dos dedos de la mano derecha a una gorrilla con una cinta dorada deslucida: “Sí, señor”. Los buscadores de Cervantes no sé si dispondrán de dinamita para abrirse camino en zonas muy espesas de vegetación o rocas; porteadores negros y lanchas desmontables, pero, según las fotografías, que he visto de ellos, a ninguno le falta la bata blanca, y son, por lo menos, dos docenas. No sé qué le dirán a Cervantes si son capaces de encontrarle, pero es seguro que no dejarán para la historia un diálogo tan memorable como el de Livingstone y Stanley. Lo más probable es que alguno diga "¡Por Fin", y le corte el escéptico: "¿Estás seguro?",y ya tendremos los restos de Cervantes, aunque no tenemos la abadía de Westminster para enterrarle allí como a Livingstone y a Dickens.

Todo este alarde cervantino, ¿para que'? ¿Para demostrar que el ADN no sólo sirve para descubrir a padres ocultos? Lo sensato sería que a Cervantes le dejaran en paz: ahí tenemos su obra. Este año es el aniversario de la publicación de la segunda parte del Quijote: léanla. Y en cuanto a los huesos, tengan en cuenta lo que escribió Sosa Wagner: “Cervantes, Mozart y Vermeer carecen de restos mortales al ser pura inmortalidad”.

La Nueva España ·5 marzo 2015