Ignacio Gracia Noriega
El mundo al revés
En Dinamarca las personas con préstamos ya cobran por las hipotecas mientras el que deposita su dinero en un banco no percibe un euro
Leemos en el periódico que en Dinamarca las personas con préstamos ya cobran por las hipotecas, debido a los intereses negativos impuestos en la zona euro por el Banco Central Europeo (que, en realidad, es un banco político e intervencionista que, bajo el califato del siniestro Draghi, impone intereses políticos y demagógicos a los bancos que realizan sus actividades bajo su garra), mientras que el ciudadano que ha depositado su dinero en un banco, con los tipos de interés a cero, no cobra nada, pero el Estado le sigue cobrando intereses por su dinero improductivo. La situación parece absurda, al menos para quien no es economista, y tal vez supongo el final del sistema bancario y, con él, de los sistemas políticos de los que en apariencia nos sentimos tan orgullosos. Porque que sea un banco quien imponga "medidas políticas" a los demás bancos, y, en consecuencia, a sus usuarios, es un atentado gravísimo a las libertades privadas de los clientes que se ven severamente afectados por las decisiones, medidas y órdenes del banco-director, incontestables a lo que parece, como si se tratara del banco de un sistema soviético o fascista. Tratándose de un "banco político", al BCE le traen sin cuidado los clientes porque no los tiene: todos son sus clientes, nos guste o no.
Herbert Spencer, en su esclarecedor ensayo "El individuo contra el Estado", afirma algo con lo que tal vez no todos estén de acuerdo, pero que es perfectamente razonable: "La libertad de que disfruta el ciudadano debe medirse, no por el mecanismo gubernamental bajo el cual se viva, sea o no representativo, sino por el número relativamente escaso de restricciones que se impongan a los individuos". En consecuencia, cuanto más desmesurados sean los impuestos exigidos por el gobierno, mayor será su poder, y en la misma proporción, de cuanto menos dinero propio disponga el individuo, más reducida estará su libertad y más intervenido se encontrará su ámbito privado.
Con esta política intervencionista, el banco de cambio y depósito se ha convertido en una especie de "banco policía" que sigue las directrices del banco central político (BCE), como si fuera una comisaría que depende para todo de la dirección general de seguridad dirigida por Draghi. Antes iba uno a un banco a abrir una cuenta corriente y le ponían alfombra roja; hoy no te la abren si no tienes el carné digitalizado, lo que sin duda es un negocio saneado y obligatorio para esa gente de la informática. ¿Para qué quieren los carnés de los clientes digitalizados? Una de dos: o los bancos compraron unos aparatos supermodernos porque es la moda y, no sabiendo qué hacer con ellos, los utilizan para dar la lata a los clientes, o están acumulando más información que la Gestapo.
Por otra parte, ¿puede hablarse de clientes bancarios a estas alturas? Antes, si el banco no daba los intereses que el cliente juzgaba oportunos, se iba a otro banco y santas pascuas. Hoy eso ya no es posible: o te pliegas a la dictadura del BCE o metes el dinero debajo del colchón. Por tu dinero no te pagan o te sugieren que te metas en operaciones de riesgo en las que puedes perder parte del capital o todo. De manera que sea lo que fuere, la suma que ofrecen los bancos de la zona euro a los inversores es cero. No me extraña que los bancos ya se dediquen a compañías de seguros o a vender vajillas. Tampoco me extraña que quienes pueden saquen su dinero a los llamados, de manera denigratoria, "paraísos fiscales" y que no son otra cosa que reductos de libertad bancaria. Un poco piratesca, si se quiere, pero ¿no se llamaban los contrabandistas a sí mismos, y con razón, "comerciantes libres"?
La Nueva España · 24 mayo 2016