Ignacio Gracia Noriega
Los Picos de Europa
Con ser Asturias tan quebrada y montañosa, nada hay que pueda equipararse, dentro de ella, a los descomunales, majestuosos Picos de Europa; de Europa se empezó a llamarlos, según parece, porque sus cumbres eran la primera tierra que veían los marineros que procedían de la mar brava.
Los Picos, sin embargo, aún estando tan a la vista, eran poco menos que terreno inexplorado y desértico hasta mediados del siglo pasado; el Conde de Saint-Saud y Paul Labroche refieren en el libro «Por los Picos de Europa»: «Nuestro proyecto de explorar la cadena tan mal conocida de los Picos de Europa, venía ya de mucho tiempo atrás. Uno de nosotros, en marzo de 1881, en rápida excursión, había visitado el lugar de peregrinación de Covadonga y admirado las altas cimas nevadas que dominan el litoral. El segundo había creído divisar una cadena lejana e inmensa en los claros horizontes de la costa española, en esos días maravillosos de luz, bien conocidos por todos los que han pasado el otoño en Biarritz, y ha asistido a la iluminación del mar y de las montañas, cuando sopla el siroco, que allí llaman viento sur».
Por los demás, las referencias a estos montes son antiguas y relativamente abundantes. Los geógrafos [78] de la antigüedad los conocieron con el nombre de Idoúbeda, que, según Lueje, «les correspondía con más originaria propiedad que a las montañas de la Cordillera Ibérica». Con los romanos, tal vez los Picos hayan sido el legendario Mons Vindius y en los comienzos de la Reconquista recibieron el nombre de La Peña de Pelayo: aún hoy, en las comarcas leonesas que los bordean o que se adentran en ellos se los conoce con el nombre de La Peña.
La Crónica de Albelda, la de Sebastián, el «Libro Gótico», del obispo Pelayo, y el «Libro de la Montería», de Alfonso XI, monarca cazador de quien se dice que anduvo en empresas venatorias por aquellos duros parajes, los mencionan aunque el nombre de Picos de Europa, «Rupes Europae», no aparece hasta el siglo XVI, en la obra «De rebus Hispaniae memorabilius», de Lucio Marineo Sículo, editada en Alcalá de Henares en 1530. También emplea este topónimo Ambrosio de Morales, en 1572, ya que, al referirse a Covadonga, anota: «Está al Oriente de Oviedo, once leguas a la junta de los ríos Sella y Bueña, tres leguas de la mar, no lejos de las montañas llamadas de Europa».
Sin embargo, aunque conocidos y señalados en los mapas, los Picos de Europa eran poco visitados: se los consideraba como un territorio medio salvaje, que recibía el nombre de las «malas tierras». Don Casiano de Prado (1797-1866), fue una de las primeras personas que se aventuró en estas montañas con ánimo científico. Posteriormente, los trabajos del Conde de Saint-Saud fueron muy importantes para desentrañar este territorio, pues gracias a sus anotaciones pudieron trazar mapas muy completos los cartógrafos franceses F. Prudent y el coronel León Maury, [79] quienes, por cierto, nunca estuvieron sobre el terreno de los Picos. Por supuesto, para hablar de los Picos es imprescindible recordar también a Wilhelm Schultz y a don Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, que fue el primero en conquistar la cima del Naranjo de Bulnes, en compañía de Gregorio López, el «Cainejo», y gracias a cuya iniciativa se establece, en 1918, el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, que fue el primer parque Nacional sobre territorio español.
Los Picos de Europa se distribuyen en tres grandes macizos, el Occidental o del Cornión, el Central y el Oriental o de Andara, y, aunque en su mayor parte están en territorio asturiano, también tienen dominio sobre ellos León y Santander; como escribe Lueje: «Por los confines de las provincias norteñas de Asturias, Santander y León, álzanse mayestáticos hacia el infinito los llamados Picos de Europa, sistema de soberanas montañas que si dentro de la orografía peninsular se pueden ver ventajas en altitudes por las de los Pirineos o las de la Penibética, ni por éstas, ni por ningunas otras, lo están en la fuerza de su formación, en la bravura de sus líneas, en la variedad de sus aconteceres, ni en su única y suprema belleza». Y el Marqués de Santa María del Villar, tan dado a la efusión lírica como Lueje, anota: «Los Picos de Europa constituyen uno de los sistemas montañosos más impresionantes de la Península, por la altura que alcanzan sus cumbres, los hermosos valles que forman sus depresiones, recorridos por numerosos ríos, y los magníficos paisajes que ofrece. Estamos ante uno de los más bellos parajes que podemos encontrar en España por los grandiosos panoramas que nos proporciona en cualquier parte del itinerario». [80]
Los Picos de Europa son un estrecho y alargado conjunto de montañas, paralelas al mar Cantábrico, y situadas al S. de Asturias, al N. de León y al SO de Santander. Como se ha dicho, se distribuyen en tres macizos: el occidental, o montes de Covadonga, donde sobresalen las cumbres de Peña Santa (2.586 m.) y Peña Bermeja (2.391 m.); el macizo central o de los Urriles, limitado por los ríos Cares, Duje y Deva, y donde están las cumbres más elevadas: Torrecerredo (2.642 m.); Llambrión (2.639 m.) y el Naranjo de Bulnes (2.628 m.), el más famoso de todos, aunque no sea el más alto; Peña Vieja (2.615 m.) y el Pico de Santa Ana (2.596 m.); y el macizo oriental, con sus alturas más sobresalientes, la Tabla de Lechugales (2.445 m.) y los Picos de Hierro (2.438 m.), y minas de cinc situadas a 1.884 m. de altura. Estas y otras explotaciones mineras contribuyeron de forma decisiva al mejor conocimiento de los Picos. Sobre Andara escribió Saint-Saud: «Yo no conozco nada más asombroso que esta blanca muralla en forma de herradura, que corre del Agero a la Punta de Igüedri (Abenas). Visto desde abajo, más que espléndido; y de arriba, vista más que maravillosa, con toda la Liébana a vuestros pies y la cordillera soleada en el horizonte».
Diversos valles y comarcas componen los Picos: los valles leoneses de Valdeón y Sajambre; la comarca santanderina de la Liébana y los concejos asturianos de Amieva, Cangas de Onís, Onís y Cabrales. Fundamentalmente son zonas ganaderas y de provecho de los derivados de la leche (son famosos sus poderosos quesos de Gamonedo y de Cabrales, y el de Tresviso, que es una variante del Cabrales, también conocido, como todos los quesos fuertes de la zona, «queso picón»), y, por supuesto, están conociendo [81] últimamente, el auge turístico de los numerosos montañeros, cazadores y pescadores que acuden a estos montes en los que todavía es posible vivir en contacto con la libre Naturaleza. Como escribió Alfonso Camín en «La fuente, el río y el mar»:
Picos de Europa. La nieve
por todo el monte rocoso.
¿Quién a cruzarlos se atreve
no siendo el pastor y el oso?
José Ignacio Gracia Noriega. Cronista Oficial de Llanes
Entre el mar y las montañas, recorridos por la comarca oriental de Asturias
Económicos-Easa, Oviedo 1988, páginas 77-81