Ignacio Gracia Noriega
El río Sella
El río Sella es el río mayor de la comarca, y, asimismo, a su paso por Arriondas, señala su límite occidental, incluso lingüístico; como escribe Emilio Alarcos Llorach: «Según Pomponio Mela (en el siglo I de nuestra era), el límite entre astures y cántabros se establecía en la desembocadura del río Salía. Como el límite f/h corre aproximadamente junto al Sella, se ha identificado el río pomponiano con el Sella, y así se ha decidido que era este río el que separaba a ástures y cántabros». Al otro lado del río se dice «faba», a éste «jaba»: límite que en la montaña se sitúa en la localidad de Mestas de Con.
Al límite establecido por la lingüística, se une el de los prehistoriadores; así, José Manuel González escribe: «Los salaenos mencionados por Mela eran, como expresa su nombre, ribereños del Salía, hoy Sella, que señalaba el límite de cántabros y ástures por la costa, y ocupaban, cuando menos, la ribera derecha del río. No es posible precisar si el nombre de estas gentes era puramente geográfico o si, además, correspondía a un grupo o entidad gentilicia y, en este caso, si los salaenos eran una fracción o subtribu de los orgenomescos o una tribu independiente».
José Ramón Lueje, siguiendo a los eruditos, [235] también identifica al Sella con el viejo río Salía: «Por la vertiente occidental de los Picos, lleva su curso y hace límite el Sella, otro río de extraordinaria belleza. Es el antiguo Saelia, río en olor de rancia historia. Con recuerdos de épicas batallas; las que sobre sus márgenes y lugares aledaños supieron ganar y perder cántabros y ástures. Además, es y fue en todo tiempo el primero de los ríos salmoneros españoles. De plata se dice que es el Sella por la de escamas de sus ricos bancos de salmones».
El Sella es un río cargado de historia, y como tal, cargado de enigmas; aunque como escribe Marcos G. Martínez: «Día llegará en que la arqueología nos descubra el emplazamiento de antiguos poblados que desaparecieron o se transformaron. Acaso recuperemos documentos hoy perdidos que nos informen sobre la vida que se desarrolló en esta zona. Covadonga y Cangas de Onís, San Pedro de Villanueva y Santa Eulalia de Abamia son puntos cuya significación no ha sido aún satisfactoriamente aclarada».
En tanto que estos enigmas se resuelvan, el Sella sigue su lento camino, de la montaña a las tierras bajas de la marina, montaraz en su nacimiento y casi cosmopolita al acercarse a la desembocadura, cuando sus aguas acompañaban mar adentro al bergantín «Habana», que llevaba su carga de mozos riosellanos que emprendían la aventura de las Américas; y sus aguas, cristalinas en lo alto, se van ensanchando, y se oscurecen cuando en ellas se reflejan los cielos oscuros y las nubes cargadas de lluvia, de las que el río recibe vida nueva; el Sella, finalmente, se extiende en La Mediana antes de extenderse sobre el mar.
«El Sella fue y sigue siendo centro de atracción por su fisonomía especial –escribe Marcos G. [236] Martínez–, porque en sus riberas hay fuentes naturales de provisión agrícola y sus aguas llevan gran riqueza piscícola. La proximidad de los Picos de Europa ofreció siempre buen respaldo a la zona del Sella, escondrijos donde ocultarse, y en otras, pasos por donde escapar. En esta zona hubo por lo menos dos vías que pudiéramos llamar de expansión, junto a otras que han sido calificadas de penetración en otros lugares de la provincia, y como la geología no nos ha revelado aquí la existencia de recursos mineros, hay que pensar que los primeros pobladores llegaron por huida o por exploración, pero tratándose, en todo caso, de gentes ganaderas o agricultoras, nómadas primero y luego sedentarias».
Su importancia estratégica fue tenida en cuenta también durante la última guerra civil, aunque no aprovechada suficientemente; como escribe Oscar Muñiz: «Dinamitando el puente sobre el Sella, el cauce del río se abría entre ambos ejércitos a modo de foso excavado por la propia naturaleza. A favor de tal accidente geográfico, el coronel Prada dispuso la defensa. El Sella sería la gran trinchera tras de la cual iba a parapetarse el Ejército Popular. La propaganda hablaba ya del Cinturón del Sella, del doble cinturón de agua y fuego, como barrera infranqueable ante la cual se estrellaría el enemigo. Batallones de trabajadores cavaban trincheras en la margen occidental del río. Desde la orilla opuesta, las baterías del Ejército Nacional obstaculizaban la tarea con sus fuegos. Por cruel ironía, sin que los artilleros lo sospechasen, los proyectiles iban a causar víctimas en una mano de obra reclutada entre presos políticos y simpatizantes derechistas, es decir, entre los mismos partidarios de la causa nacionalista».
Este río histórico y político nace en Junseya, en [237] la vaguada del Collado Pontón, en la Cordillera Cantábrica; pero como dice Lueje, «su punta más avanzada es la que viene de Valdemagán, contra Peña Negra y Peña Mora. Y entre todas las fuentes de sus cabeceras es la del Gueyu del Zalambral la de más cuantiosos caudales, que al poco de su alumbramiento ya por sí sólo se bastan para dar fuerza a una importante central eléctrica». Zalambral, según Marcos G. Martínez, nace en el puerto de su nombre, a 1.300 metros de altitud, recorre la vertiente N. de los montes de Pío, se acrecienta por la margen izquierda con la riega que baja del Collado de Valdemagán, a 1.570 m., y desemboca en el Sella por su margen izquierda frente a Oseja de Sajambre.
Ya río, el Sella recibe todas las aguas del Valle de Sajambre; mas al final del Valle, el río ha de enfrentarse a la barrera de montañas, abriendo el Desfiladero de los Beyos, una hoz fantástica de vegetación enmarañada y de pastores que fabrican un poderoso queso artesanal. «Pasado Ceneya –escribe Luejese deja atrás los cuadros de la atormentada masa de la caliza abriéndose y endulzándose el paisaje. Y se aquieta y serena el Sella, que pleno de afluencias, solemne y fastuoso, sigue su rumbo por Cangas, Arriondas, en busca de su fin en el mar de Ribadesella. Con un recorrido desde el nacimiento en la Junseya de los 64 kilómetros y medio».
El poeta llanisco Ángel Pola cantó al Sella en un largo poema culterano de veintitrés secciones o cantos, en el que sigue el curso del río paso a paso y cuando sus aguas se funden con las del mar, concluye el verso con un tono no menos elevado que el del resto del poema: [238]
¡Oh!, bello río Sella,
¡trae a mi corazón tu canto errante
y deja con el sol o con la estrella
y el paisaje en tí inmerso
que al fundirse en la copa de mi verso,
yo te escuche y te cante!
José Ignacio Gracia Noriega. Cronista Oficial de Llanes
Entre el mar y las montañas, recorridos por la comarca oriental de Asturias
Económicos-Easa, Oviedo 1988, páginas 234-238