Ignacio Gracia Noriega
Identidad europea
Hace ya algún tiempo, la vicerrectora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Oviedo (!qué barbaridad!; con el «Estado de las autonomías» se demuestra que todas las instituciones, incluidas Ayuntamiento, universidades, etcétera, no son otra cosa que parodias del Estado, con sus ministerios –de Asuntos Exteriores, en este caso–, tribunales, Policía, Ejército o cuando menos gente uniformada, etcétera) hizo unas declaraciones a La Nueva España que no pueden pasar sin la oportuna glosa. La señora Benavides González, realizando el elogio de las becas «Erasmus», dijo algunas cosas relacionadas con las estadísticas y se marcó un objetivo que, desde luego, posee mayor calado ideológico. Según recoge la mencionada noticia de prensa, la vicerrectora señaló un objetivo muy en consonancia con los tiempos que corren: «Queremos promover entre los alumnos la identidad europea y la movilidad estudiantil». Muy en consonancia con los tiempos que corren está la ignorancia o el olvido de la propia historia, como si desde que entramos en «Europa», hubiera que hacer borrón y cuenta nueva. Consecuencia de esto es también la ignorancia de la historia europea, que sin España hubiera sido de otro modo. Es más: sin España, Europa hubiera sido una charca durante muchos más siglos; porque «Europa» era una charca, mientras en la España árabe brillaba la civilización, y, por contacto con ella, los reinos cristianos del norte español parecían más desbastados que los «bárbaros del Norte», los cuales no dejaron de ser bárbaros todavía. El complejo de inferioridad de los españoles de esta democracia que aspiran a ser europeos es irritante. Una cosa es la «Europa» del «euro», donde González nos metió por la puerta de atrás y Aznar nos dio el empujón definitivo (uno y otro sin contemplaciones y con orejeras, señalando las posibles ventajas y encubriendo los evidentes riesgos), a la que ahora se le siguen pidiendo fondos, «por solidaridad», según Matutes, aunque más adecuado sería hacerlo «por Dios», y otra la Europa de las catedrales, del derecho, del avance científico, de los grandes descubrimientos geográficos: ésa, sin España no hubiera sido posible, y, por tanto, hoy no habría «euro» ni cosa que se le pareciera. «España tuvo la primera filosofía, la primera medicina, la primera democracia, la primera literatura -escribió Chesterton; cuando escribió esto, no podía saber que, efectivamente, las "jarchas" son la primera lírica europea-. Si España no hubiera vencido en Lepanto, ¿tendríamos hoy los ingleses una civilización? Si España no hubiera expulsado a los árabes, ¿habría hoy una civilización anglosajona? Si España no hubiera creado a don Quijote, ¿sería la novela lo que es hoy?». Hace notar Borges que los escandinavos hicieron dos descubrimientos prodigiosos; descubrieron América por medio de los vikingos y la novela a través de las sagas; pero tales descubrimientos no habrían tenido mayor trascendencia si Colón no vuelve a llegar a América y Cervantes no escribe «El Quijote». En la gran epopeya de los irlandeses, el «Tain», tan sólo se menciona en un libro, el «Lebor Cuilmen», que no es otro que las «Etimologías» de San Isidoro. En el mundo convulso y atroz que sucede a la caída del imperio romano, únicamente había dos bibliotecas dentro de lo que hoy llamamos Europa: la de Vivarium, en Calabria, y la de San Isidoro en Sevilla, que contenía unos quinientos códices encuadernados. Y España no sólo contribuye a crear Europa (recordemos a Beato de Liébana y a Alfonso II, que en el reino de Asturias inician el culto a Santiago); ella misma se crea como «Europa»: «Castilla ha hecho a España. La ha hecho por su originalidad y su europeísmo», afirma Ortega y Gasset.
En cuanto a la movilidad estudiantil, ¿qué otra cosa eran los goliardos sino estudiantes errantes? ¿No está llena nuestra literatura clásica de estudiantes que van de un lugar a otro, de una Universidad a otra, a éste y al otro lado de los Pirineos? Malamente se puede inventar la «movilidad estudiantil» a estas alturas. Y en cuanto a lo de crear una «identidad europea», sólo será ello posible en el supuesto de que los estudiantes de los que habla la señora Benavides no sean españoles.
La Nueva España · 14 julio 1999