Ignacio Gracia Noriega
Las calles de Noreña
Miguel Ángel Fuente Calleja ha escrito un libro. Un libro útil, no como la mayoría de los libros que se publican ahora, que, la verdad, uno no sabe para qué se publican. «Noreña. La historia a través de sus calles» es un breve libro sobre la entraña de Noreña. Una ciudad, una villa, queda perfectamente definida por sus calles y por los nombres que las rotulan. En los rótulos de las calles está todo: la historia, las costumbres, los agradecimientos de esa comunidad, incluso su tendencia política. Hay ciudades que no cambiaron su callejero con motivo del cambio de régimen y otras que lo cambiaron demasiado. Noreña pertenece al primer grupo, que me parece el más sensato. Dar nombres a las calles por oportunismo político es un despropósito parecido al de aquel padre o padrino brasileño que puso a su hijo los nombres de Lenin Stalin Prestes (que era el nombre del secretario del Partido Comunista del Brasil), pero que, cuando en Brasil pintaron bastos, hubo de solicitar el cambio de nombres por simple prudencia. En algunos casos, la ciudad o la villa se resiste al cambio de nombres. Es el caso del paseo de los Álamos y de la plaza de la Escandalera de Oviedo, que mantuvieron brevemente sus denominaciones antiguas pese a las imposiciones de la monarquía constitucional, la república y el régimen de Franco. Esos nombres antiguos que abundan en el callejero de Noreña, como La Nozalera, La Mata o La Cruz, sobreviven a todo tipo de cambios políticos y sus rótulos siempre resultarán más familiares a los vecinos que el del prócer de turno. Una calle llamada Los Vallones, o de la Iglesia o La Mariscala, se refiere a algo concreto, que forma parte de la memoria colectiva de la villa, mientras que la calle o plaza de la Constitución, como tantas hay, está dedicada a una abstracción.
Miguel Ángel Fuente Calleja ha escrito no la historia de Noreña sino una parte de la historia de Noreña: la que está reflejada en el callejero. No todos los callejeros representan, ni mucho menos, la historia local. Por fortuna, esto no sucede en Noreña, localidad que se atiene más a la tradición y a la historia que a la política. Como debe ser.
«Un libro que trata de las calles de una villa es lo más parecido a la historia de esa villa», afirma Luis Carandell, en el prólogo a «Noreña. La historia a través de sus calles». Pero es también un libro informativo, de utilidad pública, insisto. «Por lo general, la gente vive durante años en una calle y apenas se pregunta a qué personaje o hecho histórico se refiere su nombre», añade el prologuista. Relataré a este respecto una curiosa anécdota. Hace unos años un cartero de Salamanca devolvió una carta dirigida a Gonzalo Torrente Ballester, uno de los escritores más desagradables de la lengua española, señalando en el sobre que se trataba de persona desconocida. Lo que ocurría era que el sobre llevaba la dirección mal puesta. Un agradecido a Torrente Ballester publicó un artículo, haciéndose cruces por la ignorancia del cartero salmantino. A lo que contestó éste alegando que para ser cartero no se le exigía saber quién era Gonzalo Torrente Ballester, pero sí otros conocimientos, como los nombres de todas las estaciones del Transiberiano. Yo creo que saber quién vive en cada casa es excesivo, incluso para los carteros. Pero no está de más que los vecinos, aunque sólo sea por curiosidad, sepan en la calle de quién viven.
Los autores de los libros de calles de Asturias tienen un modelo ilustre, de erudición enciclopédica: «Nombres y cosas de las calles de Oviedo», de José Ramón Tolívar Faes, cuya primera edición es de 1958. Otras villas como Gijón y Ribadesella, y el Centro Asturiano de Sevilla poseen ya las historias de sus calles, y a ellas se suma ahora Noreña con este libro ameno, manejable y bien hecho, y que, como escribe Aurelio Quirós, «aporta datos muy curiosos para conocer un poco más este pequeño pueblo en el corazón de Asturias». El fervor y dedicación hacia Noreña de Fuente Calleja, factótum y guía de la Orden del Sabadiego, son de sobra conocidos en toda Asturias y fuera de Asturias. Su libro sobre las calles de Noreña es un escalón más de ese fervor, y le hace merecedor del cargo vacante y tan apropiado para él de cronista oficial de Noreña. Con él debe reconocer Noreña lo mucho que por esta villa ha hecho y hace Fuente.
La Nueva España · 15 de febrero de 2002