Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Gadamer y la poesía

Acaba de fallecer en la ciudad universitaria de Heidelberg, a los 102 años de edad, el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer. Evidentemente, en el entorno de Martin Heidegger hubo personas que alcanzaron gran longevidad; el propio Heidegger, aunque no llegó a centenario, como Gadamer o Ernst Jünger.

Gadamer nació en Marburg, en 1900. Su padre, como refiere en su «Autopresentación» (1977), era un investigador de ciencias naturales que desconfiaba de los conocimientos librescos, aunque sabía de memoria numerosos versos de Horacio. Gadamer se educó en Wroclaw, que actualmente pertenece a Polonia, y, debido al ambiente familiar, tardó bastante en descubrir que su camino era la filosofía. En su discurso sobre el poeta Stefan George, pronunciado en Heidelberg en 1968 y publicado en el volumen «Poema y diálogo», confiesa: «Frecuentaba yo todavía el instituto cuando intenté, sin estímulo alguno por parte de mi familia, cuyos intereses se orientaban hacia las ciencias, acercarme a la lírica. Sin consejo de nadie, me compré una antología de la lírica moderna aparecida en la editorial Reclam. En la introducción de esa obra, el editor Hans Benzmann se quejaba de que desgraciadamente el poeta Stefan George no había autorizado la reproducción de poesías suyas. El editor lamentaba el hecho y se servía de la introducción, en la forma típica en que suelen soslayarse este tipo de dificultades jurídicas, para citar dos poemas de George en toda su extensión, dos poemas que tuvieron para mí el efecto de una descarga eléctrica. No tenía idea de quién era el autor» ; mas, a pesar de ello, «tenían un tono tan propio y eran algo tan inconfundible que interiormente uno comenzaba a buscar dónde escuchar el tono de ese poeta». No es mal asunto empezar a leer poesía lírica en Stefan George. Posteriormente, Gadamer hizo su tesis sobre Platón, quien, como se sabe, aunque sentía prevención hacia los poetas, era poeta él mismo. Gadamer, a su vez, tuvo cierta prevención hacia George y hacia el círculo, fuertemente elitista, desarrollado alrededor de él. George proponía el retorno hacia una espiritualidad casi mística («Los antiguos dioses no eran severos» ) y altanera («Ella no concede nada: no está destinada a la mayoría» ). No obstante, y pese a las conexiones de algunos de sus seguidores, con la llegada de Hitler al poder, en 1933, George decide no ser utilizado por aquellos plebeyos y busca refugio en Suiza para evitar un homenaje oficial. Para él, como para Jünger, el nacionalsocialismo era demasiado socialista y lameplatos como para resultar respetable. Gadamer, por su parte, entró en la órbita de Heidegger, cuyo interés y atención hacia la poesía tuvieron enorme importancia en el desarrollo de su propia filosofía; pues, como afirma Karl Jaspers, a propósito de Heidegger, precisamente: «Lo que es bueno poéticamente no puede ser malo filosóficamente. Sólo hay una verdad». Para Heidegger, el poeta alemán Friedrich Hölderlin (1770-1843) representa la esencia de la poesía. «¿Por qué se ha escogido la obra de Hölderlin con el propósito de mostrar la esencia de la poesía? ­se pregunta, en uno de los textos que dedicó al poeta­ ¿Por qué no Homero o Sófocles, por qué no Virgilio o Dante, por qué no Shakespeare o Goethe? En las obras de estos poetas se ha realizado tan ricamente o aún más la esencia de la poesía que en la creación de Hölderlin, tan prematura y bruscamente interrumpida. Puede ser. Sin embargo, sólo es Hölderlin el escogido. Pero, ¿es posible deducir de la obra de un único poeta la esencia general de la poesía?». Y es posible, según Heidegger, porque «Hölderlin no se ha escogido porque su obra, como una entre otras, realice la esencia general de la poesía, sino únicamente porque está cargada con la determinación poética de poetizar la propia esencia de la poesía. Hölderlin es para nosotros, en sentido extraordinario, el poeta del poeta. Por eso está en el punto decisivo».

La poesía es una de las inquietudes de Gadamer, y esa inquietud le llega por la vía de Heidegger. En seguida comprobaremos que ambos les prestan especial atención a los mismos poetas. Naturalmente, no es la poesía el interés filosófico prioritario de Gadamer, autor de libros sobre temas tan diversos como «Verdad y método», «La dialéctica de la autoconciencia de Hegel», «La dialéctica de Hegel», «La actualidad de lo bello», «La herencia de Europa», «Antropología biológica», «Nueva antropología», etcétera, y que en los últimos años se ocupó, principalmente, de la relación entre las religiones. Sin embargo, la poesía, bien como investigación filosófica, bien como comentario de textos, a la manera del ensayo anglosajón, ocupa una parte muy sugestiva de su quehacer. Sus ensayos sobre poesía y poetas han sido reunidos en «Poesía y diálogo», volumen publicado en español por Gedisa en 1993.

En su «Autopresentación», incluida en el tomo segundo de «Verdad y método», Gadamer se pregunta: «La poesía comporta un tipo especial de comunicación. ¿Con quién se da esa comunicación? ¿Con el lector? La dialéctica de pregunta y respuesta que subyace siempre en el proceso hermenéutico y que rebasa el esquema básico de lo dialogal sufre aquí una modificación especial. La recepción e interpretación de la poesía parece implicar una relación dialogal «sui géneris»». Gadamer siguió preguntándose durante toda su vida, y en un breve texto sobre «La actualidad de Hölderlin» se pregunta, respecto a Hölderlin, «cómo seguirá resonando ese oleaje pensativo en el estrépito de nuestra civilización industrial y técnica, o si terminará enmudeciendo». Ya no se trata de ser poeta en tiempo de penuria, sino que la penuria lo abarca todo, en la sociedad técnica en que vivimos, incluso a los que se dicen poetas. En este sentido, son significativas sus consideraciones a propósito de Hilde Domin, la autora de «¿Para qué la lírica hoy?». Y señala Gadamer: «Pregunta innecesaria cuando el poema encuentra el oído del otro». No es pesimista, en este sentido, el filósofo recién desaparecido. Seguramente se debe a que los poetas a los que acude, Hölderlin, Stefan George, Rilke, o, más localmente, Benn y Celan, son los más preparados para sobrevivir, y en poetas como Hölderlin «volvemos a reconocer la armonía entre la naturaleza y el hombre, incluso en un entorno desfigurado por la laboriosidad de nuestra civilización técnica».

La Nueva España · 21 de Marzo de 2002