Ignacio Gracia Noriega
Cudillero en el recuerdo
«Cudillero en el recuerdo. Evocación gráfica», de José Luis Álvarez del Busto (acompañado en la portada por Tico Medina), es el título de una magnífica expresión del fervor por su pueblo del cronista oficial de Cudillero. Álvarez del Busto, autor de un gran libro sobre Cudillero en 1985, titulado sencillamente «Cudillero», dentro de la serie «Asturias paso a paso» de Mases, vuelve al cabo de los años a aquel tema monográfico y cordial. Afirma Faustino F. Álvarez en su prólogo que Cudillero es «un milagro de la Naturaleza y del hombre. La vertical más pura y más humana de toda la geología asturiana. Las lanchas más brillantes y más marineras. Los peces de mejor acero. Las redes y los ritos de más profunda tradición pescadora. El respetuoso amor al mar sentido de una forma más auténtica». Todo eso es Cudillero y no sólo eso. Cudillero es un único Cudillero y muchas cosas a la vez. Es Rodillero y es un fiordo nórdico. Es un poblado de pescadores que no se ve ni desde el mar ni desde la tierra. Es uno de los puertos más activos del Cantábrico y la cabeza municipal de un concejo ganadero y agrícola en cuyas brañas encontramos a los vaqueiros costeros más orientales. Límite de la Asturias oriental y de la occidental, participa de ambas: por una parte, quiere asomarse al Nalón, y por otra, se aproxima a Luarca. El propio casco urbano de Cudillero es lugar de límites bien definidos: hasta la farmacia, marinero; más allá de la farmacia, terrestre. Se habla mucho de «pixuetos» a propósito de Cudillero, pero lo «pixueto» legítimo es algo muy grande en un ámbito muy reducido, desde la farmacia hasta el mar. En Cudillero todo es grande y todo es reducido. Su puerto es uno de los de más fuerte matrícula pesquera de todo el norte de España, y hasta hace no muchos años era tan reducido que las lanchas no cabían en él y habían de ser llevadas a tierra, aparcándolas en las calles, a las puertas de las casas, como si fueran automóviles, en lugar de atracar con ellas en el puerto. A esta operación se llama «sebordar».
En Cudillero los hombres salen al mar mientras las casas suben a la montaña, sobre las que se recuesta la Fuente del Canto. «En los bordes del enorme remolino de rocas, las casas de esta extraña villa trepan como en una perspectiva infantil hasta alturas de cerca de cien metros», escribe maravillado Víctor de la Serna. Cudillero es tan ajeno a la horizontalidad rectilínea que, añade De la Serna, «ni la sala de la casa del cura es llana». En Cudillero lo único horizontal es el horizonte del mar (que no se ve desde la villa), y que se curva en los extremos para demostrar la redondez de la tierra. Cudillero, puerto, es lugar de inspiración para poetas, pintores y novelistas. La novela asturiana más marinera, «José», de Palacio Valdés, se desarrolla en Cudillero, con algunos elementos que pertenecen a la entraña de Candás. Alfonso Camín se planta ante el marinero de Cudillero con acentos épicos; mientras Luciano Castañón, en tono menor, le pregunta:
Cudillero: ¿qué pintor
que te vio
no te pintó?
«Cudillero en el recuerdo» es un libro de fotografías y de entrevistas: entrevistas a Juan Manuel Wes, a Efrén García Fernández, a Ramón Marqués Martínez («Estampina» ), a Lorenzo Cordero, a Jesús Casaus, a José Pérez Barcia, a Manuel Herrero Montoto, a Juan Luis Álvarez Bravo («Totó» ). Cada uno de ellos ofrece su peculiar visión de un aspecto de Cudillero: del puerto, de las calles, plazas y rincones, del paisanaje, de la Amuravela, del sentimiento religioso... Incluso del Cudillero fotografiado por Modesto Montoto, según el autorizado sentir de su nieto Manuel Herrero Montoto. «Cudillero ha sido su punto de encuentro» escribe Evaristo Arce en el prólogo. Entre tantos lugares, caminos y puertos, sus vidas han confluido precisamente aquí, en un sitio tan poco casual o encontradizo: un sitio adonde han de ir deliberadamente y a propósito, en busca de abrigo. Juan Luis Álvarez del Busto y Tico Medina, los dos autores de este libro memoralista, representan dos muy diferentes peripecias vitales, dos muy distintas maneras de vivir la vida. Para Juan Luis, el mundo empieza en Cudillero, y para Tico, el mundo termina en Cudillero: lo que Tico descubrió tardíamente, Juan Luis ya lo sabía desde siempre». Desde siempre, en efecto, Juan Luis Álvarez del Busto «sabe» Cudillero, a través de su abuela Elvira Bravo, por medio de la tradición mantenida por «Totó». Estas fotografías, más las ilustraciones de Favila, dan la imagen de Cudillero. Un Cudillero que en parte ya no existe. También, muchos de los personajes fotografiados han muerto. Pero viven en el libro y así quedarán, para siempre.
La Nueva España · 24 de Mayo de 2002