Ignacio Gracia Noriega
Rodiezmo
Rodiezmo es un pueblo de Villamanín, situado más allá de Ventosilla, hacia el monte. Tiene un bar que sirve excelente embutido, y por sus campas y calles vaga la estirpe de mi gato «Mimoso», un gran gato persa, hijo de la inolvidable «Magdalena», gran botánico y gran donjuán, que le regalé al poeta José Antonio Iglesias. Con afán digno de conquistador de antigua estirpe, «Mimoso» ha trasplantado la sangre persa (con hermosa capa gris) a la montaña de León. La carretera no acaba en Rodiezmo, sino que continúa hasta pueblos altos, en los que todavía se trabaja el ganado.
A esta zona de la montaña de León, fría y sana, van a instalarse numerosos asturianos. Y una vez al año, desde hace algún tiempo, van a concentrarse los socialistas asturianos más o menos afines al SOMA-UGT. Al igual que los reyes de la antigua Monarquía Astur, los socialistas asturianos han cruzado los montes y se van aproximando a León, ciudad en la que los reyes establecieron su Corte para estar más a pie de obra de impulso reconquistador. En León se dice, por cierto, que el padre de Zapatero ya le compró al actual dirigente un piso en la calle Ordoño, por si considera oportuno dedicarse al ejercicio de la abogacía, en un futuro más o menos lejano. No obstante, el impulso que llevó a los socialistas a cruzar la Cordillera y a instalarse un día al año en León no tuvo que ver con ningún tipo de reconquista, sino más bien con la Policía y con el hecho de que la Policía asturiana no podía intervenir en territorio leonés, sino que tenía que ser la de León la que interviniera.
Durante el régimen anterior, y en circunstancias que muchos califican ahora como de «clandestinidad», los socialistas solían reunirse en los montes, merendaban y acaso alguno, más exaltado o teórico, decía algunas palabras de arengo. Esto sucedía sobre todo en la cuenca del Nalón, que era en la que había más socialistas que en el resto de la región. No debemos olvidar que la delegación asturiana que aupó a González en Suresnes no aportaba arriba de doscientos afiliados, que fueron suficientes. Aquellas reuniones montaraces impuestas por la clandestinidad, al producirse la permisividad política y policial con que fue favorecido el PSOE al final del franquismo, derivaron hacia esparcimientos festivos con algunos momentos, los centrales de la jornada, dedicados a discursos mitineros. Había concentraciones de este tipo en La Camperona; en la fiesta de Cabaños, celebrada en Navaliegos, y, sobre todo, en el puerto de Tarna, un poco más arriba de la fuente La Nalona, donde nace el río Nalón. Esta concentración era la más importante de todas, y a ella acudían gentes de las cuencas mineras, y también de León, de Galicia y de Santander. Por allí andaban las viejas figuras históricas del último socialismo asturiano verdadero: Pepe Llagos, Emilio Llaneza, Leonardo Velasco, Mariano el Marqués, Sergio el de San Vicente, Jesús Zapico, Encarna y Marcelo, Cayo, Herminio, Manolo el de la Hueria, Paulino el de Barredos... Qué tipos más grandes. Longinos, ahora concejal en Quirós, llevaba a hombros a Emilio Barbón, y detrás marchaba Manolita, permanentemente vestida de negro.
La primera concentración de Tarna que se hizo a cara descubierta fue la de 1976. En el turno de los oradores intervinieron Manuel Simó, secretario de asuntos internacionales de UGT; Antonio García Duarte, de la ejecutiva de UGT; Miguel Ángel Pino, de las Juventudes Socialistas, y Luis Gómez Llorente, que era la estrella de la función. A mí siempre me dio la sensación de que Gómez Llorente fue un político sobrevalorado. Su oratoria era clerical, y en ella se mezclaban el dogmatismo, el efectismo y la pedantería. Lo de clerical lo digo porque hablaba como un cura desde el púlpito. Supongo que se debería a que, no habiendo entonces modelos de oratoria parlamentaria (ahora tampoco los hay, aunque haya Parlamento), Gómez Llorente habría aprendido elocuencia imitando a los curas, porque, en lo demás, era muy laico. Aquel día se desgastó hasta la exageración la palabra «compañero». Se comió de campo, comida fría. El vino estaba caliente.
En la concentración de 1980, se bajó desde Tarna hasta Acevedo, kilómetros adentro de la provincia de León. En ella anunció Antonio Masip su ingreso en el PSOE, avalado por Cayo y Marcelo García y por Emilio Barbón. Así se entra en un partido, como los señores. Bien es verdad que, a lo largo de los años, Masip recibió de su nuevo partido tantas zancadillas como satisfacciones.
Y, poco a poco, los socialistas asturianos fueron adentrándose en León hasta llegar a Rodiezmo. Este año volvió a hablar Villa, y volvió a hacerlo bien. No olvidemos que Villa es la voz del socialismo antiguo, del que se reunía en La Camperona y en Tarna. Que haya denunciado que la Tercera Vía es la derecha es algo que deben agradecerle los verdaderos socialistas asturianos. No creo que hoy por hoy haya tendencias dentro del socialismo, como las hubo en los tiempos de Prieto y Largo Caballero. Bien claro ve Villa que la Tercera Vía perjudica al PSOE. A fin de cuentas, concentraciones como las de Rodiezmo se hacen para pasar un día de campo, pero también para aclarar ideas.
La Nueva España ·02 de octubre de 2002