Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Erskine Caldwell

Erskine Caldwell, nacido en Georgia en 1903, era, al morir en 1984, el superviviente de la imponente generación de novelistas norteamericanos constituida por Scott Fitzgerald, John Dos Passos, Ernest Hemingway, Thomas Wolfe, John Steinbeck y él mismo. De la repercusión universal de estos escritores da idea el hecho de que tres de ellos fueron galardonados con el premio Nobel, William Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck, cuando el premio de la Academia Sueca se concedía con más seriedad y rigor y menos demagogia que ahora.

Acaso Caldwell, el último en nacer de estos escritores, y también el último en morir, haya recibido por parte de la crítica, no de los lectores, cierta consideración de «escritor menor». Y digo que no de los lectores porque sus novelas, «El camino del tabaco» especialmente, fueron éxitos importantes y duraderos. «El camino del tabaco» fue adaptada al cine por John Ford y al teatro por Jack Kirkland, y Anthony Mann dirigió «La parcela de Dios», con Robert Ryan. Sus libros continúan reeditándose, siendo relativamente reciente una excelente traducción de «El camino del tabaco» por Horacio Vázquez Rial, publicada por Alba en 1997. El éxito, tal vez, habrá influido para que determinados sectores de determinada crítica y de determinado público, que consideran al escritor que vende mucho como a sujeto sospechoso, desconfiaran de la calidad y otras virtudes de Erskine Caldwell. En efecto, es un escritor menor si lo comparamos con Faulkner o con Hemingway, o con John Dos Passos, a quien Jean-Paul Sartre consideraba el mejor novelista del mundo. Pero es que Faulkner y Hemingway son cumbres muy altas. En cuanto a Dos Passos. le sucede un poco como a Caldwell. Su condición de escritores que expresaron a lo largo de sus novelas unas ciertas inquietudes sociales no ha actuado a su favor. Hoy, me temo, se lee muy poco a Dos Passos. En cuanto a Caldwell, lograda la integración racial en el sur de los Estados Unidos (que era uno de sus grandes temas), esa parte de su obra, entre la que destaca «Disturbio en julio», presenta en la actualidad un interés más bien histórico. Es el problema de las obras de denuncia y agitación: una vez que lograron los objetivos por los que fueron escritas, su interés decae y se leen como libros de otro tiempo, en tanto que las grandes novelas de Faulkner, de Hemingway o de Thomas Wolfe siempre se leerán en tiempo presente: No decae, no obstante, el pulso narrativo de Caldwell, su manera de tratar la historia o de presentar a los personajes. Muchos de los problemas que denuncia hoy no son tales problemas; pero siguen siendo buenas novelas.

Erskine Caldwell es como Faulkner, un escritor del «profundo Sur». Pero su visión del sur de los Estados Unidos, no menos violenta y apasionada que la del autor de «Desciende, Moisés», es más explícita. Mientras que el punto de vista de Faulkner es metafórico y totalizador, el de Caldwell es realista y se detiene en casos concretos. No importa en sus novelas tanto el pasado como en las de Faulkner, sino el problemático presente. Ambos, Faulkner y Caldwell dan entrada en sus libros a los «pobres blancos» (como también les da entrada Steinbeck en «Las uvas de la ira»). Pero en Faulkner esos «pobres blancos» forman parte de un mundo abigarrado y potente, mientras que el mundo de Caldwell se centra en ellos, sin ensanchar sus horizontes. Asimismo, la decadencia de las viejas familias no tiene la misma grandeza en «La casa de la colina», de Caldwell que en Faulkner. Con esto no pretendo insinuar que ambos autores tratan los mismos asuntos, sino que tales asuntos y personajes -el odio racial, los «pobres blancos», la decadencia de las viejas casas, etcétera- existían en el Sur que ellos conocieron y por ese motivo los recogen y otorgan talla literaria.

Erskine Caldwell era hijo de un predicador. «Nacer hijo de un clérigo en el corazón del Sur. En los primeros años del siglo XX y criarme en un ambiente predominantemente religioso fue la buena fortuna que me deparó la vida», confiesa en su libro autobiográfico «A la sombra del campanario». Su vida, en su juventud, fue la que Sartre consideraba típica del escritor norteamericano: fue agricultor, tramoyista, jugador de fútbol profesional, periodista, editor, corresponsal de prensa de 1938 a 1945 en México, España, Mongolia, Turquestán y China. En 1932 obtiene el éxito de «El camino del tabaco». Con razón titula «Llamémosle experiencia» a su otro libro autobiográfico.

La Nueva España · 20 abril 2003