Ignacio Gracia Noriega
«Dos años a pie del mástil»
En un país tan satisfecho de su sociedad de consumo como éste, en el que la TV emite anuncios en los que aparecen niños que confunden las mareas con las bañeras de su casa y creen que hay grandes bombillas que iluminan un mar por el que caminan hombres, es muy conveniente que se reediten auténticos clásicos de las aventuras marinas, como «Dos años al pie del mástil», de Richard Henry Dana Jr., obra con aroma de juventud (de nuestra juventud y de la del texto) ¡Y pensar que los abuelos de esos niños tan modernos y tan rubios, que no saben qué es el mar, calzaban alpargatas! Ahora bien, no todo van a ser ventajas para las nuevas generaciones, ya que algunos de esos abuelos, bisabuelos y tatarabuelos de los niños informáticos y turísticos tuvieron la fortuna de haber leído «Dos años al pie del mástil», junto con otros libros maravillosos. Yo recuerdo haber leído este libro por primera vez en un ejemplar de la Colección Austral, que, por cierto, era menos voluminoso que el que nos ofrece Alba, de 572 páginas, entre las que se incluyen el apéndice escrito por el propio Dana veinticuatro años después de la publicación de la obra (fechado en Boston, el 6 de mayo de 1869), y un glosario bastante completo.
Generalmente se presenta y se lee «Dos años al pie del mástil» como novela, con todos los ingredientes propios de las novelas de aventuras marinas y con los inevitables aspectos propios de la «novela de iniciación», pero en realidad se trata de un relato autobiográfico, más o menos adobado literariamente. Richard Henry Dana, hijo de un abogado de su mismo nombre, que fue uno de los fundadores de The North American Rewiew, había nacido en Cambridge, Massachusetts, en 1815, y estudió en Harvard; pero abandonó sus estudios en 1831 a causa de una enfermedad de la vista. En 1834, con 19 años de edad, se enrola como marinero en el mercante «Pilgrim», que partió del puerto de Boston en dirección a California, doblando el Cabo de Hornos. Resultado de aquel viaje es este libro. «En las páginas que siguen pretendo ofrecer un relato fiel y preciso de algo más de dos años pasados como marinero corriente de proa en la Marina Mercante americana», señala su autor. Según Dana, a partir del éxito de «El piloto» y de «El corsario rojo», de Fenimore Cooper, «se han escrito tantas historias sobre la vida en el mar que consideraría francamente injustificable por mi parte añadir una más si no me asistiera algún motivo para hacerlo». Este poderoso motivo es que, según Dana, con la única excepción de «Esbozos de un marinero (Mariner's Sketches»), de Nathaniel Ames, «los libros que proclaman reflejar la vida en la mar han sido escritos por personas que han adquirido dicha experiencia como oficiales de la Marina, y por pasajeros, y de ellos son muy pocos los que pretenden que se acepten como una relación de la realidad». Dana aporta, como novedad, el punto de vista del marinero corriente, que será el mismo punto de vista de Herman Melville en sus grandiosas novelas de asunto marinero. De hecho, Melville reconoció su deuda con Dana, sobre todo a propósito de «Chaqueta blanca».
El éxito de «Dos años al pie del mástil», publicado en 1840, se prolonga durante el siglo XIX y buena parte del XX. Anteriores a este libro son «El piloto» (1827), de Fenimore Cooper, y «Aventuras de Arthur Gordon Pym» (1838), de Edgar A. Poe, quien no tenía experiencia como marinero, aunque sí una excitada imaginación. Curiosamente, Dana, en cuanto que continuador de Cooper, nos confirma que el gran cultivo de la novela de aventuras en Francia a mediados del siglo XIX tiene su fuente de inspiración en Norteamérica más que en Inglaterra, como sería natural suponer. Pero es Charles Sainte-Beuve quien reconoce que «"El piloto" y "El corsario rojo", de Cooper, habían despertado en el público francés el gusto por esta vida de peligros y aventuras». Las novelas francesas de asunto marinero son numerosas, y algunas de calidad, como «El ballenero», de Armand Dubarry; «Las aventuras de John Davys», de Alexander Dumas Sr.; «Atar-Gull» y «La salamanca», de Eugéne Sue, o «El negro», de Edouard Corbibre, veterano marino napoleónico, padre del poeta Tristan Corbiére. Por no citar, claro es, a Julio Verne y, en el siglo XX, a Edouard Peisson y a Georges Simenon.
Dana viaja en busca de pieles «a la remota y casi desconocida costa de California» a bordo del «Pilgrim», y regresa a casa a bordo del «Alca». Del regreso a casa y la experiencia adquirida son los otros temas de este libro iniciático y aventurero, que mantiene el brío de la aventura y la frescura de la juventud.
La Nueva España · 26 noviembre 2003