Ignacio Gracia Noriega
Anton P. Chejov
Anton Pavlovich Chejov murió el 2 de julio de 1904 en Badenweiler y fue enterrado el 9 de julio en el cementerio del convento de Novodechi de Moscú, con honores militares. Puede parecer raro que un escritor que no era militar, aunque sea tan ilustre como Chejov, fuera enterrado de ese modo, habida cuenta, además, de que todavía no había triunfado la Revolución soviética, gracias a la cual, según Ossip Mandelstam, Rusia se convirtió en el único país del mundo que tomaba en serio a los escritores, y, en consecuencia, les pegaba el consabido tiro en la nuca o los deportaba a Siberia. El entierro militar de Chejov, con banda de música, y la asistencia del ministro de la Guerra y de multitud de generales y coroneles uniformados, obedecía aun motivo que habría hecho feliz al escritor, pues le hubiera dado asunto para uno de sus grandes cuentos humorísticos. El féretro de Chejov llegó ala estación de Moscú en un vagón de ferrocarril pintado de verde yen cuya puerta figuraba la inscripción «Ostras». En aquel momento llegaban también a la estación los restos del general Keller, muerto en Manchuria. Se confundieron los féretros, y debido a ello, Chejov fue enterrado con banda de música militar, y los más destacados intelectuales rusos acompañaron al general Keller hasta su última morada, con el radical y antimilitarista Maxim Gorki a la cabeza.
Chejov murió de tuberculosis, enfermedad que diez años antes había estado a punto de llevarle a la tumba. A finales de 1903 su estado dejaba poco lugar para las esperanzas, y él, como médico, era consciente de ello. No obstante, escribe todavía «La novia» y puede asistir, desde detrás del escenario, al estreno de «El jardín de los cerezos» el 17 de enero de 1904 en Moscú. El éxito fue apoteósico. Chejov marcha a descansar a Yalta yel mes de mayo va con su mujer a Berlín y a la Selva Negra, y pasa sus últimos días en el balneario de Badenweiler. Ya por aquel entonces era la gran figura de la literatura rusa, junto con el anciano conde Tolstoi, tan distinto de él: Tolstoi, místico, y Chejov, escéptico; Tolstoi, autor de vastas concepciones novelescas, y Chejov, de obras breves, novelas cortas, cuentos y teatro, terminadas con perfección de miniaturista.
Chejov nació en Taganrog, puerto del mar de Azov, en enero de 1860. Cursó estudios de Medicina, aunque, antes de terminarlos, en 1884, ya se había dado a conocer en el mundo literario con su novela corta «Carta de un propietario del Don a su sabio vecino» (1880). Ejerce como médico en Voskrensenks y Zvenigorod, al tiempo que va afianzándose como escritor. En 1888 la Academia de Ciencias le concede el premio «Pushkin», y en 1889 obtiene un gran éxito con el estreno de su primera obra teatral, en San Petersburgo: «Ivanov». Sus otras obras de teatro («La gaviota», «El tío Vania», «Las tres hermanas» y «El jardín de los cerezos») le confirman como uno de los dramaturgos más sensibles, más melancólicos, más comprensivos de la naturaleza humana del teatro universal; no obstante, él solía decir que su teatro era alegre, cuando lo recorre una profunda tristeza poética. El éxito como escritor le permite abandonar el ejercicio de la medicina; pero no se crea que Chejov era un médico circunstancial, como sir Arthur Conan Doyle o Pío Baroja, En sus obras aparecen médicos con frecuencia, tratados siempre con dignidad, y al producirse una epidemia de cólera en 1892 vuelve a trabajar como médico y hasta 1894, en que se agrava su estado de salud, desarrolla una gran actividad como médico, al tiempo que se preocupa seriamente por los problemas educativos del pueblo ruso. Chejov no creía en las utopías políticas, pero no por ello dejó de mantener una actitud humanista y decente a lo largo de su vida: «La isla de Sajalin» es un duro testimonio sobre la situación de una colonia penitenciaria, y al ser excluido Gorki de la Academia de Ciencias, Chejov renunció a su puesto académico.
En 1888 publica «La estepa» (Alba Editorial, 2001), espléndido relato sobre un niño que deja su casa para ir al colegio, ala capital. Las descripciones de la estepa figuran entre lo más hermoso y admirable que recuerdo haber leído. Cuentos como «La obra de arte», «El vengador» o «La venganza» provocan, sin más, la carcajada. Humorista y poeta de la prosa, Chejov es una de las figuras literarias más simpáticas y espléndidas, de toda la literatura, y la gran figura de la literatura rusa, digna de formar trío con Nikolai Gogol y con Fedor Dostoievski. Según Gorki, «nadie ha comprendido tan clara y sutilmente como Chejov la tragedia de las pequeñeces de la vida, nadie hasta él ha sabido dibujar a los hombres con tan implacable veracidad».
La Nueva España · 3 julio 2004