Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Petrarca y el petrarquismo

Petrarca es el gran escritor de la Edad Media italiana, junto con Dante Alighieri y Giovanni Boccaccio. El gran poeta de la lengua italiana es Dante (en realidad, uno de los mayores poetas de todos los tiempos, y la figura literaria nacional de Italia, como Cervantes lo es en España, Shakespeare en Inglaterra y Goethe en Alemania), en tanto que de la obra de Boccaccio, muy variada, destaca un libro en prosa «El Decamerón», colección de narraciones breves, y una de las primeras muestras del género, junto con «El conde Lucanor», de don Juan Manuel, escrito en 1335, y anterior, por tanto, a «El Decamerón», terminado en 1348, y a los «Cuentos de Canterbury», de Geoffrey Chaucer. No obstante, la influencia de Petrarca fue muy superior a la de Dante Alighieri y Giovanni Boccaccio, especialmente en el siglo XVI, por lo que su magisterio contribuye a la consolidación como lenguas literarias del español, portugués, francés y nada digamos el italiano. Las influencias literarias, cuando son excesivas, no siempre son benéficas, y si la de Petrarca fue muy conveniente sobre algunos autores (Garcilaso de la Vega, principalmente), al cabo, y con tantos imitadores como le surgieron, fue la causa de que pareciera que buena parte de los poetas españoles, hasta muy entrado el siglo XVI, escribían sobre lo mismo y de la misma manera. Es el problema de los magisterios e influencias cuando resultan desaforados, y hemos podido comprobarlo no hace muchos años con la gran cantidad de imitadores que le surgieron a cierto escritor argentino llamado Borges, los cuales llenaron las letras españolas de los primeros años de la segunda restauración borbónica y siguientes de ciertos procedimientos ya muy manoseados cuando el mencionado argentino los puso en circulación, La influencia de Petrarca, más seria y profunda, tuvo efectos más devastadores, ya que las secuelas que deja un escritor original y de genio, como Petrarca, son más duraderas e inevitables que las debidas a alguien que se imita a sí mismo, como Borges.

Francesco Petrarca, poeta en lengua italiana y latina, restaurador de las letras italianas y erudito renombrado, nació en Arezzo en 1304, hijo de un gibelino ardoroso y notable, que hubo de desterrarse de Florencia a causa de sus ideas en 1327, y a cuyo destierro lo acompañó el poeta. En cierto aspecto, muy externo, su peripecia vital recuerda a la de Dante, también desterrado de Florencia, su ciudad natal, y también enamoradg. Dante se enamoró de Beatriz, de un modo tan absoluto que la llega a identificar con la belleza ideal; Petrarca, por su parte, se enamoró perdidamente de Laura de Noves, en celebración de la cual compuso ingente cantidad de sonetos y canciones que no tardarían en ser imitados por poetas de toda Europa (en el siglo XIV podía hablarse de Europa con más propiedad que ahora, que se habla de Europa sin saber de qué se está hablando). Gracias a aquellos amores literarios, el poeta alcanzó grande reputación; y aunque lo más vistosode su producción son los poemas de Laura, unos gozosos y otros quejumbrosos, para que los poetas imitadores tuvieran variedad temática, también afianzó su prestigio como erudito, historiador, arqueólogo y gran rastreador de manuscritos antiguos: en este aspecto puede ser considerado como el primer humanista de un Renacimiento madrugador. Alguien ha de ser el primero, y más vale que sea alguien, en lo que al Renacimiento se refiere, de la talla de Petrarca. Por motivos comprensibles recibe las órdenes sagradas, como quien se hace catedrático de Universidad, y en 1341 es coronado en el Capitolio de Roma, a instancias del Senado. En 1348, hallándose en Milán, le llega la triste nueva de la muerte de «madonna» Laura, con lo que su poesía amatoria se revitaliza con la aparición del tema necrófilo. Las poesías dedicadas a Laura fueron reunidas en «Rime in vita e in morte di madonna Laura», que contiene más de trescientos sonetos, cincuenta canciones y seis poemas. Pasó sus últimos años en Venecia, ciudad que le cedió un palacio a cambio de su biblioteca. Murió en 1374. A sus investigaciones eruditas se deben los descubrimientos de las «Instituciones oratorias», de Quintiliano, y de las «Cartas», de Cicerón. En latín escribió epístolas y églogas, y en prosa tratados filosóficos, políticos y religiosos. Su obra más abundante son los petrarquistas, poetas que renovaron la métrica de las lenguas Iatinas pero que, al excederse, fatigaron las letras europeas hasta muy entrado el siglo XVI.

La Nueva España · 28 septiembre 2004