Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

La vijanera, fiesta de invierno

La vijanera o «viejanera» es una clásica «fiesta de invierno», que, según Caro Baroja, «consiste en ciertas danzas que pudiéramos denominar salvajes» y que guarda semejanza grande con la del guirria, celebrada en San Juan de Beleño el primer día del año. La vijanera se celebra el primer domingo del año, y al igual que en la del guirria, se mezclan en ella dos ciclos distintos: el de Navidad, por la fecha (y en Beleño, además, por la presencia de aguinalderos, cuya función e incluso recorrido son distintos a los del guirria) y el de Carnaval (por los personajes disfrazados con máscaras y pieles de animales, que danzan y dan saltos sirviéndose de pértigas, y ejecutan acciones extravagantes). Estas «fiestas de invierno» que Adriano García Lomas ha descrito muy aproximativamente como «una especie de Carnaval que se celebra a fin de año» (más exactamente, a comienzos), sobreviven en más lugares de la montaña santanderina (valle de Iguña, Cieza, valle de Anievas, Toranzo, etcétera), que en Asturias, donde se mantiene el guirria en San Juan de Beleño, concejo de Ponga. La vijanera más conocida en la montaña santanderina es la de Silió, ayuntamiento de Molledo, en el valle de Iguña. Estas fiestas de impresionante antigüedad, supervivencias seguramente de rituales neolíticos, sobreviven en lo alto de una montaña (Beleño) o en lugares muy apartados, como Riofrío, en la cuenca del río Alisle. Curiosamente, el valle de Iguña es agricultor y de aspecto próspero, con algo de industria, y se encuentra entre dos poblaciones tan industriales como Torrelavega y Reinosa. Lo componen los ayuntamientos de Bárcena de Pie de Concha y Molledo, y, al otro lado de la carretera, Arenas de Iguña. Unos montes boscosos, con las cumbres cubiertas de nieve, cierran el valle hacia el noroeste. Al otro lado se encuentran Bárcena Mayor y Los Tojos, en el valle de Abuérniga. Por ahí pasó Carlos I, después de su desembarco en Villaviciosa, para salir a Castilla por Campoo.

En el valle de Iguña se encuentran restos de una calzada romana, templos románicos, «una casa señorial disfrazada, como sugiere Escalante, de quinta renacentista» (según Dionisio Ridruejo), casas nobles (una, en Bárcena, tiene una torre almenada en el jardín) con otras con aspecto de barriada, la sólida torre de Quevedo, buenos pastizales y partes abiertas y soleadas y otras a las que no llega el sol en todo el invierno. Silió es un pueblo extendido, con espacios verdes entre casa y casa, la mayoría con formato de chalé. A la entrada hay una preciosa y diminuta casa gótica con escudo y una iglesia acaso abandonada, ante la que se alinean varios contenedores de basura. En los prados del pueblo, perros y gatos han hecho pacto de no agresión. Hacia el cogollo hay un bar tienda con grandes ventanales y columnas de madera, lleno de gente. Tomo un blanco que no me quieren cobrar, porque cierran al día siguiente. Es una lástima que desaparezcan estas reliquias del pasado. Además, el blanco era muy bueno.

La vijanera sale con una comparsa de cuarenta o cincuenta personas, todas ellas disfrazadas, pero no enmascaradas, salvo los que representan animales (el oso, el burro; no he visto representaciones de ciervos). Algunos de estos disfraces parecen sugerir a los personajes fijos de las comedias de sidros (la matrona, el hombre de la gorra, que puede ser el carlista, etcétera). Los danzantes reciben el nombre de «zamarrancos» y el guía de la comitiva es quien más cencerros cuelga de su cinturón y ropas. No lleva máscara, pero se pinta el rostro y va cubierto por una especie de tiara o por un largo cucurucho, y lleva una pértiga con un globo de intestino de cerdo atado en un extremo. La pértiga le sirve para saltar y el globo para golpear a los mirones despistados. Las comparsas cantan coplas satíricas que hacen referencia a los sucesos del año anterior, como la amuravela, en Cudillero, y lo mismo hablan de la boda de doña Letizia que de las hazañas de «Revilluca», el presidente autonómico.

Vamos a comer al restaurante El Ferrero, en Bárcena, donde dos jóvenes muy guapas y muy amables nos sirven un magnífico cocido montañés mientras entra el sol a raudales por el ventanal del comedor, que da a la plaza. Una señora, doña Pilar, que come sola en la mesa de al lado, entabla conversación con nosotros. Es una entusiasta de la cocina asturiana, que conoce a las mil maravillas. En sus tiempos fue cazadora y anduvo en Vespa. Ahora los médicos la tienen a régimen. Es muy amiga de don Carlos Osoro, el arzobispo de Oviedo, que está muy vinculado a Bárcena, y un día que doña Pilar fue a Oviedo tuvo oportunidad de saludarle a la puerta de la Catedral. Salimos de Bárcena después de despedirnos de doña Pilar, de las guapas camareras y del amable dueño. Al cocido siguieron unos pimientos rellenos de bacalao, de buen gusto. Subiendo hacia Reinosa, el sol deslumbra y la nieve se amontona en las cunetas.

La Nueva España · 16 de enero de 2005