Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Dos libros que elevan

El período navideño supone, en cierta medida, una interrupción de actividades, por lo que, pasados los felices días, se amontona el trabajo, al menos en el servicio de correos. Los días previos a la Navidad son de cierto fragor editorial. Se publican y presentan numerosos libros. Dos, escritos por buenos amigos, esperan un comentario de mi parte. Vamos a ocuparnos de ellos brevemente, sin que ello suponga que no les dediquemos en lo sucesivo comentarios más amplios.

I. La vida es un claroscuro

El empresario Faustino Díaz ofrece una biografía propia que se puede calificar como ejemplar. Durante cuatro décadas trabajó como director de empresas y fruto de esta experiencia es su primer libro: «Una vocación: construir casas», publicado por el Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Asturias en 1976. Retirado del mundo empresarial y de los negocios a edad todavía temprana (Faustino Díaz nació en Santiago de Arenas, Siero, en 1936), dedicó su tiempo, como él dice, a «reconstruir personas», no solo en países como Guinea Ecuatorial, Colombia y Venezuela, sino también en España, donde no todo el mundo tiene yate, segunda vivienda y «cuerpo danone», entre los marginados, los disminuidos físicos, los drogadictos, los jóvenes delincuentes... Fruto de esta vocación de honda raíz cristiana es su libro reciente, «Clareandoscuro», publicado por MTM Editores, Barcelona, 2004, y libro de difícil clasificación, ya que a veces parece novela, otras parece obra de memorias e incluso, como se señala en la contraportada, un tratado espiritual. Yo prefiero calificarlo como un documento sobre la marginación, escrito a veces con la crudeza de una novela de Maxence Van der Meerssh, aquel novelista belga y cristiano que con tanta indignación describía los barrios terribles de las grandes ciudades.

«Clareandoscuro», sin ser un libro de denuncia, expone terribles lacras sociales y humanas. Faustino Díaz, por medio de su «alter ego» don Arturo, un ejecutivo, lo mismo que el autor, y, lo mismo que el autor, empeñado en la recuperación de sus semejantes, desciende a los infiernos del mundo moderno, decidido a dar en aquellas oscuridades un poco de luz. De ahí el título. El libro no es un sermón sino un testimonio sobre algo que ha sido vivido intensamente. Y como Faustino Díaz nos cuenta lo que ha vivido y conoce muy bien, el lector comparte, entre estremecido y esperanzado, su experiencia. Porque «Clareandoscuro» es un libro esperanzado. Si todos los que pueden hacerlo hicieran como Faustino Díaz y don Arturo, el mundo sería, no un poco, sino mucho mejor.

II. El otoño de Coppen

Carácter muy distinto posee el reciente libro de José Antonio Coppen Fernández, «Luces de otoño», aunque, en sus páginas, se advierte un rasgo en común con el testimonio de Faustino Díaz: la bondad de sus autores. Faustino Díaz nos trasmite la bondad por medio de la acción, y Coppen lo hace a través de la meditación. «Luces de otoño» es una colección de textos muy breves que, según Melchor Fernández, su prologuista, componen «un libro de madurez, de serenidad. De plenitud vital. Una hermosa cosecha». Añadiendo Melchor Fernández que José Antonio Coppen «ha sido un escritor prolífico, que se ha desvivido en multitud de escritos, siempre llevado por la necesidad de comunicarse con los demás y muchas veces por dejar patente su compromiso, personal o cívico, que nunca ha rehuido. Coppen, gran defensor de las cosas de Lugones, y desde Lugones, de las cosas de Asturias, promotor y coordinador de la revista local «El Carbayu» desde 1973, y autor de libros cuyos títulos lo dicen todo: «Placeres de la vida», «La isla de mis versos» y «Veinte epístolas en veinte años», vuelve a ocuparse en «Luces de otoño» de las cosas sencillas, entrañables, razonables y verdaderas. Cada uno de los textos en prosa de este libro lleva como colofón un breve resumen. En estos tiempos de hedonismo desaforado, Coppen afirma: «La felicidad no se experimenta, se recuerda». O bien, en época de desesperado culto al cuerpo: «Nada sienta mejor al cuerpo que el crecimiento del espíritu». En una época que tiende a la animalización y al desprecio a las cosas elevadas, Coppen no tiene prejuicios para escribir la palabra «espíritu». «Luces de otoño» es un libro lleno de luz, que ilumina y conforta. En estas cortas páginas hay mucha substancia y mucha sabiduría práctica. Aquí están, lector, dos libros de dos excelentes personas que nos hablan de la luz del hombre.

La Nueva España · 18 de enero de 2005