Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Jovellanos y el jovellanismo

La bibliografía sobre Jovellanos es muy extensa y variada, y a ella dedicaron un buen libro, titulado precisamente «Bibliografía jovellanista», Orlando Moratinos y Vicente Cueto, publicado por el Foro Jovellanos en colaboración con Hidroeléctrica del Cantábrico, en 1998. Se añade ahora a esta bibliografía el libro «Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica», de Silverio Sánchez Corredera, publicado por Pentalfa en su «Biblioteca Filosofía en Español» en el año 2004. El libro, de considerable extensión (860 páginas), se ofrece desde dos diferentes puntos de vista, uno de ellos metodológico (lleva por subtítulo «Estudio histórico y filosófico sobre Jovellanos, en la perspectiva del materialismo filosófico, desde la ética, la política y la moral»); el otro, en parte, pretende responder a una pregunta, no sólo necesaria, sino imprescindible, y que, no obstante, se plantea raramente. La pregunta es: ¿Qué es el jovellanismo? Voy a intentar dar la respuesta, pidiendo disculpas anticipadamente por tal osadía, y dando por sentado que responder a qué es el jovellanismo responde, a su vez, a la pregunta sobre quiénes son los jovellanistas. En el amplio campo del jovellanismo cabe todo, desde el ensayo histórico hasta la reflexión política y moral. El jovellanismo incluye todo lo que ha escrito Jovellanos, que ha sido mucho, más todo lo que se escribió sobre él y sus obras, labor ésta que corresponde a los jovellanistas. Y entre los jovellanistas, cuya condición procura desentrañar Sánchez Corredera para entender el jovellanismo, hay autores de toda condición. Este año (lo digo por si alguien no ha reparado en ello) se celebra el cuarto centenario de la publicación de una novela en la que el personaje principal se ha vuelto loco por leer libros de caballerías. Los hay que se volvieron locos por leer a Jovellanos, lo que resulta en verdad extraño, ya que se trata de un autor sosegado y razonable. Sin embargo, el que está decidido a desmadrarse no tiene en cuenta el sosiego del otro, sino la propia exaltación.

Naturalmente, esto es anécdota. Pero la obra de Jovellanos es tan amplia y tan variada que justifica la dedicación de toda una vida a su estudio. El jovellanismo incluso a punto estuvo de ser ideología, y también actitud política, o modo de comportarse en circunstancias excepcionales. En este sentido, es famosa la frase de Gregorio Marañón en la que afirma que de haber vivido él en las circunstancias heroicas, comprometidas y apremiantes de la Guerra de la Independencia, no hubiera sido afrancesado ni patriota, sino jovellanista. ¿Significaba el jovellanismo el «justo medio» en aquellas circunstancias? No; más bien lo contrario. Jovellanos, precisamente porque no quiso, ni pudo, transigir y callar, precisamente por eso fue jovellanista, es decir, mantuvo una actitud personal rigurosa e incorruptible, sin que le importaran las consecuencias, como lo demuestra que no se anduvo con miramientos a la hora de escribir la «Memoria justificativa», ni a la de condenar la demagogia gaditana. Jovellanos fue, ciertamente, un jovellanista, pero lo fue con todas sus consecuencias.

El trabajo de Sánchez Corredera es riguroso y ambicioso, ya que, en su extensión, procura abarcar a Jovellanos en su totalidad, atisbándolo desde los cimientos firmemente asentados de los jovellanistas. Especial interés tiene, por su originalidad, la tercera parte de la obra, en la que se estudia la filosofía, no de Jovellanos, sino en Jovellanos.

A Jovellanos se le considera como economista, como proyectista, como crítico de arte, incluso como algo que no fue, esto es, como poeta. Por lo que resulta de especial interés la descripción de la filosofía jovinista, que es, fundamentalmente, de carácter moral, como aquí queda patente.

En cuanto al desentrañamiento de la posición política de Jovellanos, Sánchez Corredera recurre a Gustavo Bueno, que no encuentra fácil clasificar a figuras como la suya, ya que pueden reclamarla tanto los socialdemócratas como los conservadores y centristas, e incluso los comunistas utópicos. La cuestión ofrece material para muchos debates.

En el aspecto político, Jovellanos fue rectificando conforme se iban produciendo los acontecimientos. No opinaba lo mismo de la Revolución Francesa al comienzo de ésta que a partir de 1793. Porque Gaspar Melchor de Jovellanos, en el fondo, era un hombre de orden, capaz de opinar que las ocupaciones poéticas son incompatibles con la severidad de la profesión de magistrado.

La Nueva España · 10 julio 2005