Ignacio Gracia Noriega
Vida de Mozart
La «Vida de Mozart» de Stendhal, en traducción de Consuelo Bergés (Alba Editorial, Barcelona, 2000), es lectura más que recomendable en este año de conmemoración mozartiana. Se trata de un libro breve: en realidad, ni siquiera es un libro, sino parte de un libro, las «Cartas escritas desde Viena, Austria, sobre el célebre compositor Josef Haydn, seguidas de una vida de Mozart y de consideraciones sobre Metastasio y sobre el estado presente de la música en Francia y en Italia», publicado en 1815 por Henri Beyle, cuando todavía no firmaba con el pseudónimo Stendhal, sino con otro más aparatoso: Louis Alexandre César Bombet, siendo la primera obra impresa del autor de «El rojo y el negro» y «La Cartuja de Parma», y también de las vidas de Napoleón y Rossini. Aunque Beyle, en sus primeros libros, tanto en éste como en «Historia de la pintura en Italia» y «Roma, Nápoles y Florencia» (ambos aparecidos en 1817), solía incurrir en el feo vicio del plagio, debiera servir de consuelo a los plagiados que si hoy se les recuerda obedece tan sólo a que fueron plagiados por Stendhal. Y en lo que a esta biografía se refiere, su mérito resulta incuestionable para quien la lea, pues resume en pocas páginas la trayectoria de un genio, a quien dedicada también parte de la introducción a su «Vida de Rossini», en la que afirma algo tan sorprendente como que la música de Mozart no está hecha para el clima de Italia: lo que no fue inconveniente para que el Papa Montini, entre tantos otros, lo tuviera por su músico preferido. Refiriéndose a este fragmento dedicado a Mozart del libro sobre Haydn, Romain Rolland afirma que es «un estudio encantador de la música de Mozart. Nunca se ha analizado mejor la psicología amorosa de estos bellos cantos». También se trata de un apunte muy agudo sobre el compositor, de quien destaca que «este hombre, que, como artista, había alcanzado el sumo grado de desarrollo desde la más temprana edad, siguió siempre siendo un niño en todos los demás aspectos de su vida. Nunca supo gobernarse a sí mismo. El orden en los asuntos domésticos, el empleo conveniente del dinero, la temperancia y la elección razonable de los goces no fueron jamás virtudes de su uso. El placer del momento se sobreponía siempre. Absorbido constantemente por una multitud de ideas que le hacían incapaz de toda reflexión sobre lo que llamamos «cosas serias», toda su vida tuvo necesidad de un tutor que se cuidara de sus negocios temporales». Esto no implica que fuera un subnormal, tal como se le presenta en el film «Amadeus», de Milos Forman, sino un hombre que no había salido enteramente de la infancia, porque su infancia había sido ya de plenitud artística, y que le concedía mayor importancia a su arte que a las «cosas serias». Pero no hemos de perder de vista que Mozart fue un músico que se dedicó profesionalmente a la música durante toda su vida, por lo que es normal que le concediera mayor importancia a la música que a lo que la gente del común considera las «cosas serias». Para él, la «cosa seria» era la música, que, además, le daba de comer. que es lo que consideran como lo más «serio» las personas serias y de orden. Y, en cualquier caso, ¿por qué se ha de considerar como ocupación más «seria» la de un político profesional o la de un funcionario por cuenta del Estado que la de un músico? De esta película procede también la figura del envidioso mediocre asignada a Salieri, que había sido tratado (más como envidioso que como mediocre) en una pieza teatral brevísima de Puschldn, «Mozart y Salieri», lo que originó que muchos que no habían oído hablar de Salieri en su vida empezaran a decir tonterías sobre el.
Lo que no es inconveniente para que la infancia haya sido la mejor etapa de la vida de Mozart: «La parte más extraordinaria de la vida de Mozart es su infancia», escribe Stendhal, quien añade en otra parte de su libro: «Como las pasiones habían entrado ya en aquella alma tan sensible, y como poseía en tan alto grado el mecanismo de su arte, muy pronto llegó a ser el compositor favorito de su siglo y dio el primer ejemplo de un niño célebre convertido en un gran hombre».
Mozart nació en Salzburgo, el 27 de enero de 1756. Su padre era el subdirector de la capilla del príncipe-arzobispo de Salzburgo, y hombre de gran belleza, lo mismo que su madre, Ana María Perti. Juan Crisóstomo Wolfgang Amadeo Teófilo Mozart los sobrepasó en genio musical, pero no en aspecto físico. «La música fue la ocupación de su vida y, al mismo tiempo, su más dulce recreo», afirma Stendhal como síntesis del personaje.
La Nueva España · 28 marzo 2006