Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

John Evelyn

John Evelyn es la otra cara de Samuel Pepys, y uno y otro fueron los mejores autores de diarios privados en Inglaterra durante el siglo XVII. Los dos diarios se publicaron después de muertos sus autores, los cuales se dedicaron a escribir sólo de manera secundaria, aunque sin que esto haya sido inconveniente para que se considere a Pepys como uno de los grandes cultivadores de la prosa inglesa. Pepys, extrovertido y «bon vivanta, era un alto funcionario de la Corona que figura entre los forjadores civiles de la Marina de Inglaterra. Evelyn, por su parte, fue tesorero del Hospital de Greenwich y uno de los fundadores y posteriormente secretario de la Royal Society, aunque rechazó su presidencia cuando se le ofreció. Poseía una gran influencia en la corte, pero jamás aceptó ningún cargo oficial relevante ni de significación política; no obstante, a él se le debe el mejoramiento de las calles y edificios de Londres, y durante mucho tiempo ejerció como inspector de las fundaciones de caridad. Como escritor se le deben algunas obras sobre horticultura, arbolado y numismática, siendo la más conocida la titulada Sylva, en la que defiende de manera razonada la repoblación forestal. Ese enriquecimiento de los bosques había de influir de manera decisiva en el florecimiento de la Marina inglesa, dirigido por Pepys, y en la preparación de la primera revolución industrial, ya que bastante antes de que James Watt descubriera la fuerza del vapor, la arborización de la campiña inglesa había desplazado a numerosos campesinos hacia las ciudades, en las que se convirtieron en mano de obra barata. La máquina de vapor, por tanto, encontró el terreno abonado gracias ala vuelta de los bosques que sustituían a los cultivos.

John Evelyn había nacido en Wotton House, cerca de Dorking, en 1620, y durante toda su vida se comportó como un hidalgo rural acomodado y con influencia en la corte, que a sus conocimientos sobre cuestiones agrarias unía el interés por las obras de arte y por los libros. Viajó en su juventud por Francia, Italia y Flandes, y al producirse la revolución que destronó a Carlos I, buscó refugio en Francia, aunque regresa a los pocos años, en 1652, «proponiéndome no salir más de Inglaterra, sino emprender una vida sosegada, al haber ahora tan pocas apariencias de un cambio favorable, por estar todo en manos del rebelde (Cromwell)». Con la restauración de la monarquía en la persona de Carlos II, Evelyn abandonó su retiro y mantuvo las discretas actividades por las que es recordado. Murió en 1706.

Es inevitable comparar los diarios de Pepys y Evelyn. Ambos se conocían y con cierta frecuencia, Pepys hace referencias a Evelyn y éste a Pepys. No obstante, los dos diarios son muy distintos. El diario de Pepys abarca un periodo de ocho años: muy corto si se tiene en cuenta que Evelyn comienza a anotar en el suyo en 1640 y su último registro tuvo lugar en 1706, tan sólo un mes antes de su muerte, a los ochenta y seis años de edad. Pero no sólo se diferencian ambos diarios por la época que abarcan y, en consecuencia por su extensión, sino también por el método con que fueron escritos. Pepys escribía en el suyo todos los días, y Evelyn sólo cuando tenía algo de interés que registrar. A veces transcurren días y semanas sin ninguna anotación, y otras escribe días o semanas después de haber sucedido el acontecimiento comentado. Su vida no ofrece demasiadas peripecias externas, lo mismo que la de Pepys. Pero éste no tiene el menor inconveniente en desvelar su intimidad, en dar su opinión sobre las obras de teatro a las que asiste o reconocer que desaprueba algunas piezas de Shakespeare, y en señalar las noches que comió y bebió más de la cuenta y la consiguiente resaca del día siguiente. Evelyn se muestra mucho más recatado y comedido, aunque no se priva de revelar sus opiniones políticas, e incluso sus gustos, pero sin el alegre desparpajo de Pepys. No obstante, no se anda con disimulos ni circunloquios cuando el caso lo requiere: «El día de Pentecostés fui a la iglesia (que es muy hermosa) y oía uno de sus hipócritas, que des-pidió a la asamblea groseramente y sin bendición alguna». Otras anotaciones estremecen por su sequedad: «Paseando por Smithfield, vi ardiendo a una mísera criatura que había asesinado a su marido». También describe la peste de Londres, que es uno de los grandes asuntos del diario de Pepys (y de un libro espléndido, El año de la peste, de Defoe) y el 31 de octubre de 1665 señala: «Cumplí en este día 45 años, maravillosamente conservado, y he bendecido a Dios por su infinita bondad para conmigo». Tanto el diario de Evelyn como el de Pepys son de personas muy satisfechas de sus vidas, porque las han sabido vivir, y muy distintos, por tanto, de los diarios amargados y angustiados de aquellos que fracasan.

La Nueva España · 5 octubre 2006