Ignacio Gracia Noriega
«Mirgorod»: escenario rural
Pushkin y Gogol fueron los padres de la literatura rusa moderna: dos padres muertos prematuramente. Pero la obra permanece y el camino quedó abierto, para dar paso a la narrativa más caudalosa del siglo XIX. A diferencia de Pushkin, que figura como el gran poeta romántico ruso, Gogol tan sólo intentó ser poeta, y el fracaso de su primer poema le impulsó al cultivo de la prosa, con dos vertientes, la narrativa y la teatral. Asimismo, dentro de la narrativa rural debemos distinguir entre sus escenarios rurales y los urbanos. Por unos anuncia a Tolstoi; por los otros, a Dostoievski. «Taras Bulba» es un antecedente clarísimo de «Los cosacos», mientras que «El capote» o «La nariz» son el germen de los desolados empleados de Dostoievski, con la diferencia de que el tratamiento de Gogol es humorístico y el de Dostoievski, alucinado y sombrío e incluso sentimental (por ejemplo, en «Las pobres gentes»). Gogol escribió cuentos que, por su extensión, dadas las dimensiones de las narraciones modernas, pueden ser considerados como novelas cortas, y una soberbia novela larga, «Las almas muertas», también conocida por el otro título de «Las aventuras de Chichikov». Gogol, de ser un fresco y jocoso narrador rural (pretende que «Vi» es un cuento escrito tal como lo oyó contar), pasó a convertirse con el paso de los años en místico sombrío, y aconsejado por un clérigo fanático y obtuso, echó al fuego el manuscrito de la segunda parte de «Las almas muertas». Dada la importancia de la primera parte de «Las almas muertas», podemos hacernos la idea de la pérdida irreparable que supuso para la literatura universal la segunda parte, reducida a cenizas. De lo que se debe sacar como consecuencia que ciertas derivaciones son poco convenientes para un escritor de genio, señaladamente la política y la mística. Por fortuna, la obra conservada es suficiente para situar a Gogol entre los verdaderamente grandes de la gran literatura rusa. En mi opinión, él y Dostoievski son los dos mayores y más genuinos escritores rusos: Turgueniev estaba muy europeizado y Tolstoi era, por desgracia, demasiado sermoneador.
Leyendo a Gogol, resulta sorprendente que el autor de «La feria de Sorochinez» o de «La Nochebuena», lo sea también de «El capote» y de «La perspectiva Nevski». Y ambos bloques de relatos, los rurales y los urbanos, reciben un tratamiento tan peculiar que convierten a la obra de Gogol, según Mijael Bajtin, en «el fenómeno más importante de la literatura cómica de los nuevos tiempos». Su primera colección de narraciones, «Las veladas en Dikanka», le libera de posteriores tentaciones poéticas y contiene algunas de sus narraciones más memorables: «La feria de Sorochinez», «Noche de mayo», «La Nochebuena», «El documento desaparecido», «Terrible venganza», «Ivan Fedorovich Schponka y su tía» y «Un lugar embrujado». «Mirgorod», publicado en 1835, debe entenderse como una continuación de «Las veladas». Cuatro narraciones componen esta obra: la novela «Taras Bulba» y los cuentos largos (o novelas cortas) «Terratenientes de antaño», «Vi» y «Por qué discutieron Ivan Ivanovich e Ivan Nikiforovich». Con frecuencia, «Taras Bulba» se publica como obra independiente, y «Vi» suele figurar en antologías de cuentos de terror. Esta edición de «Mirgorod», publicada por Alba Editorial (Barcelona, 2004), traducida por Víctor Gallego Ballestero, sigue la edición de 1842, revisada por el propio Gogol, que introdujo añadidos importantes, como tres capítulos nuevos en «Taras Bulba», que, de este modo, casi dobla en longitud el relato original.
«Mirgorod» crea un espacio literario como podría serlo, en el siglo XX, la Yoknapathawpha en que se desarrollan las novelas de Faulkner. Los cuatro relatos revelan, una vez más, la casi inconcebible versatilidad de Gogol: cada cuento aquí incluido es muy diferente de los otros tres. «Taras Bulba» es una vigorosa narración épica y una de las obras más conocidas de su autor; «Vi», un cuento de miedo en torno al jefe de los gnomos, cuyos párpados llegan hasta el suelo, y que Gogol califica como «una creación colosal de la imaginación popular», y «Por qué discutieron...», la historia del enfrentamiento entre dos aldeanos a causa de una nimiedad. El punto de partida podría haber sido el mismo de «Dubrovski», de Pushkin: pero Pushkin le da un tono épico y romántico, y Gogol, realista y grotesco, aunque, como observa Bajtin, el tono grotesco no falta tampoco en narraciones de Gogol decididamente épicas, como «Taras Bulba».
Las cuatro narraciones de «Mirgorod» constituyen un ámbito literario coherente y cerrado en sí mismo. Gogol continúa en el mundo de Dikanka, en el que la narración realista no excluye los elementos fantásticos, los viajes maravillosos (como en «La Nochebuena», «El documento desaparecido» o «Vi»), y la confusión, como en la vida misma, del humor, del valor, de la cazurrería y de la nostalgia. El melancólico crepúsculo del matrimonio de viejos y apacibles terratenientes pertenece al mismo mundo que las frenéticas cabalgadas de los cosacos de «Taras Bulba» o al afán litigante de dos amigos reñidos. Todo un mundo deslumbrante.
La Nueva España · 13 octubre 2007