Ignacio Gracia Noriega
Un cura rural
Semblanza de José Manuel Valle, párroco de La Foz de Morcín durante 60 años
Un cura, cuyo nombre ignoro, llegó en 1900 en La Foz de Morcín y permaneció al frente de la parroquia hasta 1950. Aquel año justo de mitad del siglo, tomó posesión de la parroquia otro cura, éste recién salido del Seminario, que venía desde muy lejos. No porque Cudillero se encuentre a muchos kilómetros de Morcín, pero está lejos mentalmente. Las cosas se ven de otro modo desde la orilla del mar, frente al horizonte abierto o ilimitado, que en el fondo de un valle encajonado entre altas montañas. Supongo que cuando José Manuel Valle Carbajal pisó La Foz de Morcín por primera vez, sintió que todas las montañas se le caían encima. Tenía 24 años y aquella era su primera parroquia. Sería también la última. Nunca rigió otra.
Le costó adaptarse. Necesitaba el mar como respirar o comer y las noches de los domingos, después del rosario, agarraba su pesada bicicleta de piñón fijo y pedaleaba hasta Cudillero, adonde llegaba poco antes del alba, le echaba un vistazo al mar y regresaba. De este modo, con esas inyecciones de mar, de salitre y de los grandes horizontes, regresaba al valle cerrado, con las energías renovadas cada semana.
Nunca olvidó Cudillero, aunque día a día se fue haciendo más de La Foz. Allí edificó su casa, adornando la fachada con cantos rodados pulidos por el mar de Cudillero. Y con los años se convirtió en un personaje indispensable de la vida de La Foz. Su ilusión era cumplir el medio siglo al frente de su parroquia. De este modo, La Foz se convirtió en la única parroquia de la Cristiandad que en un siglo sólo tuvo dos párrocos, cincuenta años cada uno dirigiendo la vida espiritual y ayudante en todo lo que fuera necesario en el aspecto material. Su deseo se cumplió con creces: a los cincuenta años deseados se añadieron otros diez. Párroco de La Foz durante sesenta años, había vivido en ese pueblo más que la mayoría de sus vecinos.
José Manuel Valle era un tipo formidable en todos los aspectos. Sacerdote tolerante y discreto, hombre de ideas firmes y amigo incomparable. Vivió épocas de conflicto, inevitables en una localidad minera, y siempre adoptó la posición justa, en defensa de sus feligreses. Sus últimos años fueron de reconocimiento y gratitud. Su personaje salió de las montañas de Morcín para ser conocido en toda Asturias. Fue asturiano del mes, del año y de todas las estaciones, siempre bondadoso, siempre atento a los demás, con un estimulante sentido del humor, a veces algo socarrón. Cura conservador y tradicionalista, se llevaba bien con todos, pero insistía en celebrar San Antón cada 17 de enero. Cambiar el día de la fiesta no iba con él. Siempre tenía la puerta de su casa abierta.
La Nueva España · 11 septiembre 2010