Ignacio Gracia Noriega
Adiós a un caballero
En memoria de González del Valle
Aunque anunció a sus amigos hace no mucho tiempo un bache en su salud, contaba con reponerse y volver a al vida normal. Todavía le quedan muchos miles de días de conversación. Era un buen conversador, generalmente bien informado, tanto en asuntos locales como internacionales. Por ejemplo, vecino del piso de abajo de Antonio Masip, sabía cuándo el eurodiputado tenía sesión en "Europa" porque en el piso de arriba madrugaban. A Masip le llamaba "el eurodiputado" y aunque en materia política no eran coincidentes, sentía hacia él el duradero afecto propio de un viejo amigo y de un vecino actual. Salvo por el verano, cuando se iba de vacaciones a Santa Pola o La Florida, salíamos a comer por los alrededores de Oviedo Masip, él y yo: costumbre que casi se convirtió en rito y que interrumpió su última enfermedad. José María conducía, ya que no sé conducir y Antonio no puede. En cierta ocasión que comimos en El Condado, Antonio Masip tenía prisa y estuvo inquieto durante toda la comida. A los postres cantó la gallina: la prisa obedecía a que había un congreso del partido socialista en Gijón que se inauguraba a las cinco de la tarde, hora perfectamente taurina para un partido antitaurino que todavía cuenta con militantes que piensan que los toros son una representación del atraso nacional, que España es una invención de Franco y que Felipe González creó la democracia. José María no tuvo inconveniente en llevarle y Gijón y yo los acompañé "de paquete" y a la puerta del Congreso Masip, con mucha amabilidad, nos pidió que le acompañáramos al interior, como "invitados especiales". Pero José María rehusó no menos amablemente y le esperamos en un bar, tomando una copa.
José María era hombre vinculado al Banco Herrero desde sus comienzos laborales. Después de su paso por las sucursales de Cangas de Onís, y Nava, desarrolló dentro del banco una intensa e interesante labor cultural, como promotor de la notable colección de libros sobre pintores asturianos patrocinada por el banco. También le correspondieron las relaciones, que en su caso fueron cordiales, del banco Herrero con la prensa. Hombre de sensibilidad artística y entrañable amor a su tierra, poseía una buena pinacoteca particular de obras de artistas asturianos, una parte de la cual tenía corno tema monográfico las desembocaduras del río Nalón. Parece mentira la cantidad de veces que fue pintada esa desembocadura por pintores de distintas épocas y estilos, desde Cuevas a Carlos Sierra. Hace años cedió sus cuadros fluviales para una exposición en Pravia. En materia artística, su criterio era amplio y seguro. Disfrutaba con los pequeños placeres que permite la vida y entre los que se contaban las sobremesas y la conversación. Con su muerte, para mí inesperada, se va un amigo excelente y antiguo. No volveremos a recorrer juntos los caminos de Asturias, especialmente los de Grado, donde había nacido y hacia donde tenía querencia. Que a buen recuerdo sirva de consuelo a Olga y a sus hijos.
La Nueva España · 1 abril 2015