Ignacio Gracia Noriega
Lola más Katy igual a Lola
Las andanzas de una animadora de las noches ovetenses fanática del cine americano
La demostración de que Lola Mateos era más de Oviedo que la Universidad, la Catedral y la Plaza del Paraguas es que, después de jubilarse, volvió a su Salamanca del alma, se rompió una cadera y al cabo de un año o dos, murió. Sobre Lola: con ella se van para siempre muchas noches de amor y alegría, que diría Henry Miller, muchos amaneceres gloriosos, aunque el cielo estuviera nublado, muchas canciones inolvidables cantadas con su irrepetible voz cálida: "Mira mi pecho tatuado...", y para cantarla, se subía a una mesa. Como en "El Paraguas" de Fernando Lorenzo no había mesas, se subía a un taburete.
Lola llegó a Oviedo procedente de Salamanca a comienzos del curso de vayan ustedes a saber qué año. Era una castellana muy vivaracha, con el pelo negro como ala de cuervo abundante y casi aferrado a la cabeza, discípula distinguida de don Miguel Artola e historiadora en proceso de escribir su tesis doctoral: proceso que se prolongó durante muchos años. Con toda seguridad llegó en tren a la Estación del Norte, en una época en la que a nadie se le ocurría que un tren pudiera hacer el recorrido hasta Madrid y otras ficciones como las que en la actualidad son vigentes. ¿Qué podía hacer aquella chica desenvuelta y con inmensas ganas de vivir en "la ciudad levítica" donde no conocía a nadie? Lo único que puede hacer una mujer inteligente y con mucho instinto: guiarse por el instinto y buscar sus amigos entre los mejores de la ciudad. Porque si algo no le faltaron nunca a Lola fueron amigos. Tenía amigos en todas partes porque a su lado era imposible aburrirse Las casas en las que vivió debieron ser santuarios: encima de "La Palma" tenía controlado a todo Oviedo desde la calle Altamirano a la Universidad, desde Mendizábal a las del Peso y Jesús; y tenía al lado el "Alma Mater, aunque tal vez cuando llegó a Oviedo la Facultad de Letras ya se había trasladado al antiguo edificio de Hacienda.
Lola era una animadora de las noches ovetenses. En "Fiesta", de Henry King, Ava Gadner entra en una "cave" y la orquesta la recibe con un solo de batería. Por desgracia, en "Tigre Juan", en "El Paraguas", no había orquesta. Yo siempre lo decía que se parecía a Katy Jurado, la actriz mexicana antagonista de Grace Kelly en "Solo ante el peligro", y a ella le parecía muy bien. Era la persona que más sabía de secundados del cine americano, del que opinaba que era el único y verdadero cine. Se le podía preguntar: "¿En qué película le dice Victor McLaglen mostrando su manaza a Chills Wille, que era el médico del regimiento: "Esta mano es la de un incendiaria:, y ella contestaba: "En `Río Grande'. Sobre este asunto mantuvimos ella y yo una conversación infinita que todavía no se ha terminado. Y tenía sentido común: en cierta ocasión, Juan Cueto y yo hablábamos de Joyce a altas horas: se acercó Lola: "¿Es qué no tenéis cosa más apropiada para hablar a estas horas?". Y continuando con el sentidó común: perteneció en "aquellos tiempos" al PSP, y después de las primeras elecciones, en las que el partido del Viejo Profesor sacó algunos diputados, Lola hizo un análisis impecable: "Si sacamos votos fue por don Enrique y por despiste. Ahora sólo nos queda entrar en negociaciones con el PSOE o disolvernos". Lola prefirió disolverse y así vivió, felizmente, a su aire.
La profesora Dolores Mateo Dorado, además de su "vida pública", digamos, fue una historiadora competente, autora de trabajos muy bien hechos, como el prólogo a una solución de las obras de Campillos. Adiós, Lola. Resulta imposible creer que hayas muerto.
La Nueva España · 26 septiembre 2015