Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Despedidas & necrológicas

Ignacio Gracia Noriega

Cassius Clay y Tolstoi

Dos rebeldes contra situaciones de servilismo y esclavitud

Pocos personajes estuvieron tan dotados para el ejercicio de sus profesiones respectivas como el autor de "Anna Karenina" y "Guerra y paz" y quien tal vez haya sido el mejor boxeador de todos los tiempos (habrá quien le asigne ese puesto a Joe Louis, y no vamos a discutir en este momento por pequeñeces). De lo que no cabe duda es de que Clay fue grande entre los grandes y que es posible que no se haya escrito una novela superior a "Guerra y paz". Los dos personajes eran muy distintos: un aristócrata terrateniente que poseía fincas y siervos, y un negro norteamericano que llevaba la huella del siervo clavada en el alma. Y aunque los negros norteamericanos estaban muy lejos de los siervos rusos, los dos, el conde terrateniente y el boxeador privilegiado, eran rebeldes contra situaciones de servilismo y esclavitud. Tolstoi, por motivos que él suponía morales; Clay porque creía que haber sido descendiente de esclavos africanos ayudaba a consolidar su natural rebeldía. Él no era un negro domado que subía al "ring" para ganar dinero y ocupar las primeras páginas de los grandes periódicos de todo el mundo, sino para reivindicar a su pueblo: cada puñetazo era como un cañonazo contra una situación que juzgaba peor que injusta: degradante. Derribando sobre la lona de resina a negros buenos y bien acomodados al sistema, daba un paso más para levantar a su pueblo: el colaboracionista contra la lona ayudaba a los que habían nacido como esclavos y no tenían otro horizonte que el de un pasado terrible.

Tolstoi, a su modo, también luchaba, polemizaba, sociologizaba, alejándose cada vez más de que aquello para lo que verdaderamente estaba dotado, para ser el gran escritor de la tierra rusa. Pero se enzarzó en la polémica, en la sociología, en la discusión religiosa, de la que no salió bien parado. Clay tuvo también su periodo religioso, cambió su nombre, dejó el boxeo (como Tolstoi dejó de escribir novelas por panfletos). Su canto del cisne fue negarse a ingresar en el ejército: a partir de entonces ya no volvería a ser quien fue, porque una cosa es decir lo que le apetezca sobre la lona y otra oponerse al enrolamiento. Hasta Elvis Presley vistió el uniforme militar en Berlín, más Clay, que ya se llamaba Alí, sabía que no le era posible retroceder y de este modo acabó una de las carreras deportivas más importantes del siglo XX, de la historia del pugilismo. En sus días de gloria disfrutó de una popularidad que resulta difícil concebir a estas alturas. Era el deportista completo en un mundo que adoraba a los grandes deportistas, y de éstos, muy pocos hubo como Clay. Se le permitió que se hundiera él solo. No volvió, en esta época, a subir al ring un boxeador como él, pero otros subieron y ganaron combates y aunque no tenían su categoría, el campeón se fue eclipsando hasta desaparecer por completo. Ya nadie se acordaba de Cassius Clay ni de Mohamed Alí. Ahora ha muerto: le noquearon la administración y el tiempo. El tiempo, más implacable que la administración.

La Nueva España · 7 junio 2016