Ignacio Gracia Noriega
Ubaldo deja huella
A los 84 años ha muerto en su natal Mallecina Ubaldo García, como escribe Ángel Fidalgo, "una parte importante de la hostelería ovetense, un clásico", término que le define con toda exactitud. Pues Ubaldo y su vermuth de solera de "La Paloma" eran clásicos auténticos y tomar el vermuth en "La Paloma" era algo tan clásico como tomar café en el "Peñalba", rito al que Ricardo Vázquez Prada dedicó una novela que parece proceder de la amenaza del general Mola de "tomar el café en Madrid". Si se iba a Oviedo era para algo muy concreto y una vez resueltos los asuntos de carácter burocrático, jurídico o medicinales, era indispensable acercarse a tomar el "vermuth" de "La Paloma", acompañado del no menos clásico gambón. Ubaldo era un hombre de una vitalidad asombrosa, a quien se le suponía cuerda para más tiempo. Yo siempre que iba a Oviedo pasaba por "La Paloma" donde era indispensable encontrarle con sus tirantes y su rostro colorado. Últimamente se le veía menos en el establecimiento al que hizo famoso y que le hizo famoso, y la respuesta a dónde estaba era inevitable: "En Mallecina". Desde su jubilación, las riendas del negocio las llevaba su hija Carmen, auxiliada por camareros "de toda la vida", tan enraizados en "La Paloma" como el propio Ubaldo. Los inviernos solía pasarlos en Oviedo, y no dejaba un solo día de ir a "La Paloma", pero por el verano marchaba a Mallecina, donde en esta ocasión le aguardaba la muerte en un verano que parece otoño, de niebla, cielos blancos que recuerdan un gran telón y la verdura de los prados, pues esta primavera de lluvia y poquísimo sol contribuyó a que Asturias se pusiera exuberante y muy verde. Cruza uno los caminos de Asturias y parece que está atravesando bosques encantados. Estos son los verdaderos colores de Asturias que le dan un aspecto melancólico. Al comienzo de este verano nos deja Ubaldo, hostelero de buen humor, amigo de sus amigos y respetuoso con sus maestros, que los tuvo, y muy buenos, para que fuera él un gran profesional.
De la antigua La Paloma, en la calle Argüelles, frente a la plazoleta del teatro Campoamor, y después de una temporada muy fructífera al frente del bar de la Sindical, en 1976 vuelve a abrir "La Paloma", en el arranque de la calle Independencia, con la barra de siempre llena de clientela que tomaba el acreditado vermuth. Fue uno de los mejores bares de Oviedo y, tal vez, la mejor barra. En el pequeño comedor, situado en el mismo bar, servía una cocina tradicional y muy sabrosa, de categoría. Cuando elogiaba a alguien, solía decir: "Ese dejó huella". Ahora, Ubaldo se ha muerto dejando honda huella y un vacío que ya no se llenará, porque los tiempos de Ubaldo no se han de repetir. Ubaldo, un hostelero colosal, se fue dejando huella en la historia de Oviedo, en la hostelería y en el recuerdo de los amigos, entre los que me contaba.
La Nueva España · 8 julio 2016