Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Un próximo aniversario de Sanz y Forés

Espero que las múltiples y variadas ocupaciones de nuestro querido amigo Nacho Quintana -la creación de Hollywood en Madrid de una parte, y, de otra, la condición de hijo predilecto de Llanes; la Alcaldía «in partibus infidelium» del Oriente de Asturias y el asesoramiento y protección del alcalde de la comarca llanisca y del diputado provincial Trevín Lombán- no le hayan distraído de considerar hecho tan importante como que, el próximo año 1992 se cumple el centenario de la fecha en que el obispo Benito Sanz y Forés presidió el Congreso Católico celebrado en Sevilla; dos años más tarde, el mismo obispo presidió el de Tarragona, y murió un año después, en 1895. Benito Sanz y Forés era persona muy ligada a Roberto Frassinelli (1811-1887), el «alemán de Corao», el centenario de cuya muerte fue celebrado de manera muy oportuna gracias al empeño, la afición y el entusiasmo de Ignacio Quintana Pedrós, entonces subsecretario del Ministerio de Cultura en el Gobierno central de Madrid (con tantos gobiernos como hay en este país es conveniente precisar en todos los casos si se trata del central o madrileño, o de alguno autonómico o municipal; pues con tan excesivas atribuciones como tienen los ayuntamientos, más que otra cosa parecen ahora remedos de un Estado, donde los concejales se comportan como ministros y hace las funciones de Ejército la Policía Municipal).

Benito Sanz y Forés, nacido en Gandía en 1828, vino como obispo a Oviedo en 1868, después de haber sido canónigo por oposición en Tortosa. A finales de junio de 1872 visita por primera vez Covadonga; y, como escribe Mari Cruz Morales en el libro «Roberto Frassinelli. El alemán de Corao»: «Desde el primer momento, Covadonga se iba a transformar en la auténtica obsesión del nuevo obispo, y los caminos para los que se conocería como "el engrandecimiento de Covadonga" iban a centrarse en la revitalización de la fiesta religiosa (que, a partir de entonces se fijó el 9 de septiembre, en lugar del 8, que tradicionalmente se celebraba), y volver a utilizar la cueva para el culto, lo que sin duda exigía ante todo una capilla interior, el luego" famoso "camarín"». Para las obras de carácter material, arquitectónico, Sanz y Forés solicitó la colaboración de Roberto Frassinelli, que era hasta entonces cazador, explorador, anticuario, dibujante, herborista, arqueólogo aficionado y chamarilero, y que, de pronto, se revelaba también como arquitecto. «El día 11 de noviembre de 1877 colocó la primera piedra de la monumental basílica de Nuestra Señora que comenzó a levantarse según planos de D. Lucas Palacios y de D. Roberto Frassinelli, en inteligencia particular los dos con el señor Sanz y Forés», señala Martín Andréu Valdés en su precioso libro «Visión de Covadonga». La mar-cha de Sanz y Forés como arzobispo de Valladolid interrumpió las obras; posteriormente ocupó la sede arzobispal de Sevilla, sucediendo en la misma al eminente filósofo y prelado asturiano fray Ceferino González. León XIII le concedió el capelo cardenalicio.

Las coincidencias biográficas y espirituales entre Benito Sanz y Forés e Ignacio Quintana Pedrós son mayores de lo que a primera vista pudiera parecer. Ambos eran (Nacho lo continúa siendo, afortunadamente) enamorados de Covadonga y, en consecuencia, de los Picos de Europa; los dos sentían singular afecto, al tiempo que reconocían su ingenio y méritos, por Roberto Frassinelli; ambos acabaron en Sevilla ocupando altos cargos. Por ello es de ley que Nacho Quintana se interese ahora por las efemérides del obispo Sanz y Forés, ya que las de Frassinelli pasaron y con ellas el misterioso alemán volvió al olvido. Recordar a Sanz y Forés en 1992 será una forma de recordar, a la vez, a Frassinelli y a Quintana. ¿No es algo maravilloso?

La Nueva España · 17 junio 1991