Ignacio Gracia Noriega
Agustín Fernández Rey, en la Fana de Genestaza
El entusiasta Julio Antonio Fernández Lamuño, cronista oficial de Tineo, suele decir de Agustín Fernández Rey que tiene apellido de rey y reina en las alturas de Genestaza. Y es, en verdad, curioso personaje este Agustín, emigrante en Venezuela hasta que un día cansó de estar por allá y volvió a Tineo, y, además, escritor, bibliófilo y estudioso de la figura y de la obra de su paisano el general Riego; por esto digo yo que aunque lleve apellido de rey, que era lo que más preocupaba a Allan Breck, el compañero de David Balfour en la novela stevensioniana, o, para ser más exactos, aunque se apellide «rey», Agustín no debe ser muy monárquico. Por lo demás, puede que esto tenga algo que ver con la historia del concejo, de donde salió Rafael del Riego para ponerle límites a la monarquía absoluta, y de donde era don José Maldonado, el último presidente de una fantasmal República española.
Agustín Fernández Rey ha escrito, con entonación elocuente: «Para Riego, es la patria quien sufre la fraticida guerra y el yugo extranjero; son sus tiranos quienes la consienten sobre la piel de toro y la exportan a ultramar». Estas palabras están escritas en ultramar, en un folleto editado por el Centro Asturiano de Caracas como homenaje al militar tinetense, titulado «El constitucionalista Rafael del Riego», que lleva una página de presentación de un viejo conocido del periodismo asturiano, Rafael del Naranco (el cual, por cierto, en la página siguiente, aparece muy gallardo en una fotografía en grupo, precisamente delante de Agustín). En este librito de portadas azules y de apenas setenta páginas se reúnen textos de Miguel de Unamuno, Miguel Maura, Eugenia Astur, Arturo Uslar Pietri, Alberto Gil Novales (historiador muy estimado en Tineo); y más prosas de Rafael del Naranco y un par de artículos de Agustín Fernández Rey: «Un héroe sin historiadores: Riego» y «Tuña y Riego en los documentos de don Zoilo Méndez (Agustín escribe "Menéndez", una errata, sin duda) García». Busco, especialmente en el artículo de Uslar Pietri, que lo hizo personaje de una de sus novelas, «Las lanzas coloradas», por si hay alguna referencia a Bobes; pero nada se dice del Urogallo, cuando podía haberse dicho que contribuyó a retrasar la independencia de Venezuela, mientras que Riego la hizo posible, con su levantamiento (todo lo liberal que se quiera, pero de dudoso patriotismo) en Cabezas de S. Juan. Agustín Fernández Rey tiene, en Genestosa, un hórreo lleno de libros, enciclopedias y documentos que, de cerca o de lejos, se refieren a Riego. Sin duda se trata de una biblioteca importante, y del máximo interés para el concejo. Los hombres como Riego viven en la medida en que otros hombres, como Agustín, los mantienen vivos.
Tuña, la patria chica de Riego, es el centro y entrada de un valle que se va estrechando hacia el Sur, hacia Somiedo, limitado por Belmonte a levante y Cangas del Narcea a poniente, y que acaba siendo un delgado apéndice del gran concejo de Tineo. Aquí está Genestosa, a donde se llega en el «todo terreno» de Agustín. Mirando hacia lo alto, el monte se desmorona: la Fana de Genestosa, en la ladera occidental de la Sierra de la Cabra, de 1.429 m., empezó a caerse en el siglo pasado y está previsto que, con el tiempo, donde ahora hay una montaña, haya dos. Las cuarcitas han abierto una vaguada que parece de nieve y las aguas del río, cuando llueve con fuerza, bajan blancas, con aspecto lechoso. En Genestosa termina el camino, pero todavía quedan caserías más altas. De vuelta a Tuña, los pueblos presentan aspecto de labranzas y moderado buen pasar; las mujeres llevan pañuelo a la cabeza. En Tuña nos recibe una buena parcela de la historia de Asturias; porque, cómo ha escrito don Zoilo Méndez García, «es un vocablo que significa arca y arca en verdad que encierra gratísimos recuerdos; pueblo poético, evocador de históricas grandezas que han presenciado sus viejas casas». En una de éstas, con empaque de palacio, Bouzas, sin ser de Tuña pero casado allí, está conservando las antigüedades del lugar. El cura, por su parte, lleva jersey de colores y sueña con hacer una excursión a los Picos de Europa. «Cuando venga el buen tiempo...». Eso, cuando venga el buen tiempo, y si los turistas dejan pasar por aquellos montes invadidos.
La Nueva España · 23 abril 1995