Ignacio Gracia Noriega
Julio León Costales se jubila
Después de haber trabajado desde 1956 como funcionario municipal del Ayuntamiento de Mieres, como antes lo había hecho su padre, el bueno de Julio León Costales se jubila con 65, años de edad, dedicados a Mieres en su mayor parte. La jubilación suele conducir al jubilado a una situación un tanto ambigua, cuando en realidad debería entenderse como el grato período de descanso que antecede a la noche, después de una jornada de trabajo. En esas horas que siguen al momento en que se abandona el trabajo, cuando cae la tarde, queda tiempo para muchas cosas hasta la hora de la cena: charlar con los amigos, ir al bar a beber un par de vinos o a jugar la partida, leer un libro o el periódico; y después de la cena se comentan los acontecimientos del día con la familia o se mira un poco de televisión... No se piensa todavía en ir a dormir.
Hoy el jubilado es uno de los principales objetivos de la demagogia. En primer lugar ya no se le llama «jubilado», sino «pensionista», es decir, individuo que cobra una pensión por estar jubilado. Lo que le da la razón a Pío Baroja cuando decía que los socialistas sólo piensan en el dinero. El «pensionista» es al «jubilado» lo mismo que la «solidaridad» a la «caridad»: adaptaciones politizadas y demagógicas de situaciones y sentimientos naturales y, por lo tanto, nobles. Por eso hoy empieza a considerarse al «pensionista» como un peligro social, lo que me parece exagerado, y como un peligro político, lo que me parece evidente. Tal como están las cosas, el «pensionista» vota al mejor postor. De todas formas, yo no las tendría todas conmigo, porque quien promueve el aborto puede considerar también los beneficios de la eutanasia... a largo o medio plazo. En cualquier caso, Julio León Costales nunca podrá ser objeto de la demagogia porque es un «jubilado» con profundo sentido moral.
Otra cuestión patética es que el pensionista se aburre. Acostumbrado a madrugar, no pierde esa costumbre, arraigada durante décadas, con la jubilación, por lo que el día se le hace interminable. Pasea, pues, sin reposo, porque además le han dicho los médicos que pasear es muy sano; y si no le quedan fuerzas para ello, se sienta a la espera de un rayo de sol. Algunos más amistosos y contagiados de la golfería socialdemócrata se apuntan a las excursiones del Inserso y se hacen virtuosos del «karaoke» (o como se escriba esa palabra).
Este problema de la jubilación, tan grave como cualquier otro, obedece a que la mayoría de la gente se ocupa de muy pocas cosas a lo largo de su vida, y una de esas cosas que más tiempo lleva es el trabajo. Cuando acaban de trabajar, muchos nos saben qué hacer. Ni van a jugar la partida ni les gusta el vino, ni les apetece hablar. El tiempo pasa con rapidez pasmosa, pero a quien no sabe cómo llenar sus horas, éstas le pesan como losas y le parecen infinitas.
No es éste el caso de Julio León Costales, que siempre supo compaginar su trabajo con sus aficiones. Por ejemplo, ahora que dispone de tiempo se dedica a visitar todas las capillas de Asturias. Y puede dedicar más horas a sus trabajos de investigación en los archivos mierenses. El autor de «Santa Rosa». Tres siglos de historia parroquial está en plena forma y en plena actividad. Acaba de salir la segunda edición de «Noticias históricas sobre Mieres y su concejo», de la que Julio fue coordinador, y en la que colaboraron, además de él mismo, Alberto Montero Prieto, José Manuel Cuesta Abad, Saladino Fernández, Armando Graña, Juaco López Álvarez, Julio Fonseca y Efrén García Fernández, autor de la portada. Que una obra de estas características tenga su segunda edición al cabo de siete años es prueba de su éxito, asentado sobre el trabajo riguroso de todos sus autores. Julio León Costales, que fue el alma de esta obra y ahora está jubilado, prepara nuevos trabajos, contempla nuevos proyectos. El Ayuntamiento de Mieres, que tanto colaboró en la edición de «Noticias históricas...», debiera conservar a su lado a quien fue su archivero honrándole con el título de cronista oficial.
La Nueva España · 1 de noviembre de 1995