Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

El bar-tienda

Son muy meritorios, incluso emocionantes, los reiterados artículos escritos por Cándido Riesgo sobre ese antiguo y entrañable comercio tradicional, de toda la vida», que ahora está en trance de desaparecer. En «La tienda de la esquina», publicado en LA NUEVA ESPAÑA el 12 de enero de este año, se preguntaba el concejal ovetense: «¿Qué pasará cuando cierren sus puertas esas empobrecidas y desordenadas tienduchas?». Y, en fin, lo que va a pasar cuando eso suceda le da mucha pena al buen Cándido. Pero, de todos modos, y aun conociendo de sobra su amplia cultura humanística, me permito corregirle el tiempo verbal que ahí emplea: no «va a pasar», sino que «ya está pasando»; el viejo comercio, el bar-tienda, la tienda de la esquina, etcétera, cierran sus puertas presionados por la «prepotente realidad sociológica de «este país» y desaparecen como ya desaparecieron aquellos establecimientos en los que se cogían los puntos a las medias y ya son historia.

En La Nueva España del 7 de marzo, Cándido Riesgo vuelve a romper otra lanza, meritoria y noble, en favor del comercio tradicional. Lo que demuestra, además de sensibilidad y respeto hacia unos modos de vida que ya casi forman parte del pasado, una muy apreciable independencia con respecto a su propio partido político (del que, debo decir en su honor, siempre fue militante disciplinado, y uno de los primeros socialistas «con carné» que hubo en Asturias). Sin embargo, su condición de antiguo y honesto socialista le impide ver la viga en el ojo de su partido, que es, por cierto, quien, por lo menos en el lugar donde yo vivo, Llanes, ha procurado borrar del mapa a las viejas tiendas en beneficio de las grandes extensiones comerciales, de los turistas de 17.000 pesetas diarias (que no van a entrar en «empobrecidas y desordenadas tienduchas») y de los jugadores de golf. El desarrollismo turístico a lo bestia no tiene intereses comunes con la felicidad de la abuela que venía con el azafrán. España se ha hecho «moderna» de cabo a rabo gracias a González, y ello se nota en que hay más abortos y más sida que en ninguna otra parte de Europa, más paro y más delincuencia, y también en que los pequeños detallistas corren gran peligro de desaparecer.

Y corren gran peligro de desaparecer a consecuencia de una legislación abusiva impuesta por los socialistas. No voy a hablar en abstracto. Mi amigo Lobeto tenía un bar-tienda en Andrín; la tienda, perfectamente surtida, y por si esto fuera poco, hasta se puede comprar en su establecimiento La Nueva España. Mas la presión fiscal le aconsejó cerrar la tienda y quedarse sólo con el bar. Yo voy por allí muy a menudo y, en efecto, hecho en falta la tienda, porque siempre se olvida alguna cosa que se puede encontrar en ese tipo de establecimiento. Menos mal que en Cué está abierto el bar-tienda de Cañero, con sabor de otro tiempo y donde se forman grandes tertulias en las que participan todos los clientes. Pero son pocos, muy pocos, los supervivientes, que merecerían, más que mayor atención estatal, «más desatención»: quiero decir que el Estado debería olvidarse un poco de ellos a la hora de sacar impuestos hasta de las piedras.

En Llanes, continúo, hay un «cajón de zapatero» camino de la basílica, que constituye uno de los rincones más característicos de la fisonomía urbana de la villa, pero el Ayuntamiento socialista le acecha. Este mismo Ayuntamiento va a permitir el establecimiento de dos nuevas grandes superficies que supondrán, sin duda, el fin del pequeño comercio llanisco, por no decir nada del de Posada o Nueva. No vale, pues, lamentarse ni anunciar el peligro, cuando el peligro está ahí, tan próximo que se siente su aliento. ¿Qué se podrá hacer para proteger el «comercio tradicional»? Poca cosa, seguramente, pero, ¿no podrían empezar los socialistas por no proteger tanto las «grandes superficies»?

La Nueva España · 21 marzo 1996