Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Luis Puente

Recorriendo las páginas de «Escritores y artistas asturianos», de Constantino Suárez, tomo VI, en busca de datos sobre Alfonso de Proaza para un artículo que se verá próximamente, encuentro en ellas al amigo Luis Puente, en cuya biografía me detengo para descubrir que estamos en el centenario de su nacimiento: pues el ínclito periodista nació precisamente en Proaza (cosa que se duda que haya hecho el humanista Alfonso de ese nombre, tan vinculado a «La Celestina») el 21 de junio de 1898: cien años, pues, que hubiera cumplido Luis Puente de vivir, con sombrero y todo. Porque Puente era un periodista clásico, de vieja película americana en blanco y negro, como Thomas Mitchell en «Mientras la ciudad duerme», de Lang, o Millard Mitchell en «Doble vida», de Cukor. No le faltaba detalle: el sombrero es flexible, las gafas de carey tumbadas sobre la punta de la nariz, la corbata al desgaire, la gabardina puesta si llovía, o si no, al hombro: hombre previsor, que había estado en Cuba, donde, además, hay tifones, sabía que en Asturias no se puede salir de casa sin gabardina, por mucho que digan quienes pretenden marbellizar esto (y no fueron quienes lo empezaron los que invitaron al padre Apeles a cierta fiesta de promoción, sino el «jeta» que lo ha reprochado). La punta del puro, bien con brasa, bien con ceniza, en la comisura de los labios. La boca grande, puede que algo despoblada de dientes. Los zapatos de cura, porque eran zapatos fuertes, para caminar, para andar por calles sin asfaltar y por caleyas, como las de José Manuel Valle Carbajal, párroco de La Foz de Morcín, cuya hermana ha muerto hace unos días (mi más sentido pésame, José Manuel). Luis Puente recorrió Oviedo infatigablemente, cuando parte de la ciudad se confundía con el campo; repostó en muchos bares; se detuvo a charlar con infinidad de personas. Cierto día llegó a Medina de Rioseco y allí encontró también Casa Conrado: «¡Ancha es Castilla y me topo con Conrado!», exclamó y escribió.

De los bolsillos de su chaqueta asomaban papeles, periódicos, algún libro. Que yo sepa, hoy el único que sigue llevando papeles en los bolsillos para anotar cosas es Luis Alberto Cepeda, otro pateador constante y lúcido de Oviedo. Cierta vez, Luis Puente buscó en los hondos bolsillos de la chaqueta (¿o fue en los de la gabardina?), sacó una novela en rústica del formato de «La novela semanal» y me la regaló. Había publicado cuatro novelas: «El eterno prejuicio», en La Habana, en 1922, con prólogo de Eugenio Noel; «Amor y dolor», «Cruz García» y «La coqueta», esta última novela impresa en Oviedo, más un libro de crónicas, «Fortaleza indómita» y todo lo que es capaz de escribir un periodista de raza de los tiempos viejos: «Por las fiestas locales de la Ascensión y de San Mateo ha confeccionado algunos años sucintos porfolios en los que alternaban con anuncios de casas comerciales, prosas y versos de tema ovetense y asturiano, algunos de los cuales eran obra del propio confeccionador», señala José María Martínez Cachero).

Luis Puente había empezado en el periodismo muy joven, colaborando en periódicos locales con apenas 15 años. A los 17 emigra a Cuba, donde, a pesar de sus estudios de teneduría de libros, se dedica a escribir (¡menuda escuela de periodismo fue La Habana!) en el «Diario Español», «Cuba», la revista «Voz Astur» y, cómo no, en «El Diario de la Marina»; fue redactor jefe de la revista «El Progreso de Asturias» y director del semanario «Ideal Astur». En 1923 recibe un premio literario del Centro Andaluz de La Habana. Pero en 1924 regresa a la patria, donde, tras una estancia en Proaza, se traslada a Oviedo, colaborando en «Región», «El Carbayón» y «El Noroeste», de Gijón, Participó, asimismo, en la fundación de la revista «Alas» y fue director de la revista humorística «Gracias». Seguidamente formó parte de la primera redacción de La Nueva España y, después de la guerra civil colaboró asiduamente en la «Hoja del Lunes» de Oviedo. Durante muchos años todavía, Luis Puente se constituyó en figura indispensable del Oviedo de siempre: con sus gafas, con su sombrero, con su gabardina, con sus papeles. Era el periodista. Tan real como los que salían en las películas. Luis Puente.

La Nueva España · 30 de junio de 1998