Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Fin de milenio y Jovellanos

Plantea Antonio Masip una cuestión que en este final de siglo habrá de plantearse inevitablemente: ¿quién es el personaje más representativo del siglo que ahora se va? Y él insinúa el nombre de Franklin D. Roosevelt. Puede ser; aunque yo prefiero a Winston Churchill, que estuvo con Kitchener en Sudán, fue periodista en Sudáfrica y Cuba, ministro y soldado en la Gran Guerra (dimitió y se fue al frente: hizo como los diputados de esta democracia, que cuando pierden la poltrona se resisten a volver al bufete o a la escuela rural), salvador de los sistemas parlamentarios en la II Guerra, con un programa noble, vigoroso y realista y, en consecuencia, nada demagógico: «Sangre, sudor y lágrimas», eso fue lo que ofreció y eso salvó a Europa del nacionalismo; y en fin, premio Nobel de Literatura: no por ser mujer o «progre» como Saramago, que son los «méritos» que ahora cuentan en la Academia Sueca, sino por haber escrito la «Historia de los pueblos de habla inglesa», «La guerra del río», «Grandes contemporáneos», «Pensamientos y aventuras», los doce tomos de «La II Guerra Mundial»... Pero en España hay un sentimiento antiinglés muy considerable. Los progresistas añoran la Unión Soviética y admirar el sistema británico era cosa de conservadores, como don Antonio Cánovas del Castillo. De todas formas, yo no veo a muchas personas equiparables con Churchill.

En cuanto a la literatura y el arte, no me cabe la menor duda de que el mayor escritor español de este siglo (y de muchos siglos) fue Miguel de Unamuno: poeta, ensayista, filósofo, novelista, autor teatral, articulista... Aunque no fuera «políticamente correcto». «Cantó la España de San Juan y de Santa Teresa, de San Ignacio de Loyola y de don Miguel de Cervantes -escribe Fernando Ortiz-. Cantó el amor conyugal y el amor a sus hijos. Cantó al Cristo de Velázquez. Cantó sus ansias de eternidad y su angustia ante la finitud de la vida. A éste no hay por dónde cogerle desde el punto de vista de una sociedad permisiva».

El siglo XX, que conoció guerras feroces, campos de exterminio, sistemas políticos atroces (socialismo, fascismo, nacional-socialismo, comunismo, nacionalismos varios) tuvo, es lógico, la correspondencia literaria y artística no menos atroz: cubismo, expresionismo, naturalismo, existencialismo, realismo socialista, y otros muchos «ismos», muy variados, más el psicoanálisis y la «nueva novela». Parafraseando al marqués de Tamarón, no seré yo quien lamente el descrédito del cubismo, del marxismo o del psicoanálisis. ¿Son las obras de Picasso y Kafka las manifestaciones más depuradas del arte del siglo XX? No digo que no lo sean. Sólo anoto que me hace mucha gracia aquello que le dijo Manolo Hugué al pintor malagueño: «Contéstame con sinceridad, Picasso, ¿qué cara pondrías si fueras a esperar a tu madre a la estación y llegara como tú pintas a las mujeres?». Y no dudo de que este arte tiene poderosa razón de ser: a un siglo terrible lo expresa un arte igualmente terrible. Pero colgar un cuadro cubista en el salón, o leer «Finnegan's Wake», de Joyce, junto a la chimenea, debe ser como ponerse un cilicio o ir a ver una película soviética.

Y no sólo nos aproximamos al fin de siglo, sino también al fin del milenio. Haciendo el recuento de este milenio que ahora se termina, cabe preguntarse algo parecido a lo que se pregunta Masip con respecto al siglo XX. Claro que, al ser la extensión temporal tan grande, conviene que nos centremos en un espacio más reducido y nos preguntemos, por ejemplo, quién fue el mayor asturiano de este milenio, lo que equivale a preguntar por el mayor asturiano de toda la historia. Y yo creo que habría pocas dudas en reconocer como tal a Jovellanos (salvo prueba en contra, que podría ser que se descubriera ahora a algún druida primordial). Jovellanos fue el primer asturiano que miró hacia Asturias y vio lo que Asturias era. Casi han transcurrido dos siglos desde entonces, y su visión de Asturias no difiere de la que podamos tener ahora. Exploró su tierra, reflexionó sobre ella, abrió caminos, señaló soluciones que aún hoy son válidas. Y fue también hombre de acción, como político y como patriota. Jovellanos, y con él Feijoo, son los auténticos asturianos del milenio.

La Nueva España · 21 de enero de 1999