Ignacio Gracia Noriega
La huella de Gaspar Casal
La Real Academia de Medicina publica un libro sobre el doctor llamado a quedar en la memoria, un ejemplo de lo mucho que se puede hacer con pocos medios
Va de conmemoraciones. La Real Academia de Medicina del Principado de Asturias y el ilustre Colegio Oficial de Médicos del mismo Principado han publicado un libro importante, llamado a prevalecer, cuyo título he tomado prestado para rotular este artículo: «La huella de Gaspar Casal»: huella profunda y sombra nutricia que se alarga hasta nuestros días como ejemplo de lo mucho que se puede hacer con pocos medíos, mucho talento, mucha afición al oficio y grandes dotes de observación y ese sentido casi detectivesco de buscar a unos efectos, unas causas. No otra cosa es la ciencia que la observación razonada de la Naturaleza. Según Darwin, «consiste en agrupar hechos de tal manera que de ellos se pueden derivar leyes o conclusiones generales». Mas para llegar a las conclusiones generales es preciso describir con mucho detalle los fenómenos y eso es lo que nace el doctor Casal en su «Historia natural y médica del Principado de Asturias», obra maestra del arte descriptivo. El 250º aniversario de su publicación se celebra con este libro extenso y variado, obra de competentes profesionales de la medicina, y cuya huella, así que pasen algunos años (no necesariamente doscientos cincuenta, pero también dentro de doscientos cincuenta, si es que entonces sigue habiendo gente que sepa leer) será permanente: pues no sólo recuerda a un gran médico, sino lo que ese médico significa al cabo de dos siglos y medio.
En Doctor Casal no tuvo mala suerte póstuma en Asturias, tierra tan propicia al olvido. Para muchos tal vez no sea más que el rótulo de una calle céntrica; para otros más informados es el contertulio de Feijoo en su celda del convento de los benedictinos, escasos metros recientemente destruidos por los herederos de quienes quemaron la Universidad y la Catedral, gracias a los cuales pocos metros, obviamente, Gregorio Marañón situaba en Oviedo «la Atenas de España» en el siglo XVIII; incluso habrá quien recuerde que describió la pelagra y hasta fue el personaje de una novela, «El mal de la rosa», de José Ramón Tolivar Faes, que no tuvo la difusión merecida. Pero sobre él se publicaron diversos artículos y estudios, numerosos si se tiene en cuenta la poca atención que se presta entre nosotros a figuras del pasado. Su «Historia natural y médica del Principado de Asturias», publicada en 1762, dos años después de su muerte, gracias al empeño de su amigo García Sevillano, se reedita en l900 con el patrocinio de la Diputación Provincial, al cuidado de los doctores Arturo Álvarez Buylla y Rafael Sarandeses, con prólogo del doctor Ángel Pulido y un perfil biográfico a cargo de Fermín Canella, entonces vicerrector de la Universidad de Oviedo. A esta edición sucedieron otras dos: la de 1959, también a cargo de la Diputación Provincial, con prólogo de Gregorio Marañón, y la facsimilar de 1988, financiada por la Consejería de Cultura. El Dr. Marañón afirma en su prólogo: «El clásico libro del doctor Casal «Historia Natural y Médica del Principado de Asturias», que la Diputación Provincial de Oviedo ha tenido el buen acuerdo de reimprimir, cuenta con una bibliografía tan abundante y tan unánime en el elogio, que hace inútil todo comentario nuevo acerca de él. La descripción del mal de la rosa, llamado años después pelagra, y fijado para siempre en esta denominación, es una obra maestra de las Ciencias Naturales y galardón imperecedero de la bibliografía médica española» Y hace seguidamente el doctor Marañón algunas consideraciones sobre el estilo literario de Casal elogiando «las Palabras precisas, enjutas, claras de D. Gaspar, limadas Y medidas durante años y años», lo que es muy importante incluso en una obra científica; y yo diría más: esas palabras precisas y claras son indispensales en las obras de pretensiones científicas, que con frecuencia tienden a la farragosidad y al desaliño tal vez por considerar sus autores que estando absorbidos por la ciencia no deben reparar en la prosa, ignorando sin duda aquel principio incontestable de Montaigne: quien piensa bien, escribe bien. Quien escribe de manera confusa es porque tiene las ideas muy confusas. Considerando, sin duda, que hay suficientes ediciones del libro de Casal o que, en cualquier caso, puede reeditarse, la Academia de Medicina ha acometido una obra de gran envergadura: un libro sobre el libro de Gaspar Casal, dividido en dos grandes apartados o departamentos: el primero sobre la vida y obra de Casal y el segundo sobre los diversos aspectos de su actividad (la dermatología, la hematología, la patología cardiovascular, las enfermedades urinarias, la reumatología, la pediatría, la ginecología, la oftalmología, la cirugía, la farmacopea, su doctrina de la sangría y la teoría humoral y atmosférica de la sarna). A esto sigue se le llama medicina general. Pero no le quedaba otro remedio al médico de mediados del siglo XVIII que saber un poco de todo, ya que, como recuerda Mercedes Granjel, en 1749, según testimonio del propio Casal, sólo había cinco médicos en todo el Principado: dos en Oviedo, uno en Gijón, otro en Avilés, otro en Villaviciosa, y, a partir de 1753, otro en Llanes. A esto se debe añadir que la Asturias a la que llegó Gaspar Casal en 1717 se encontraba todavía, salvo en los contadísimos centros urbanos, que treinta años más tarde eran los únicos que disponían de médico, en la Edad Media, según certifica la estremecedora página de Feijoo sobre la alimentación y vestido de los labradores de Galicia, Asturias y las montañas de León; y esa Edad Media se prolongó hasta mediados del siglo XX, y quien no lo crea, lea el prólogo de Jesús Neira a su libro sobre «El habla de Lena». Aunque muchos creen ahora que todo es internet y calefacción central, que recuerden dónde ataba el burro su abuelo cuando bajaba a la villa como recomiendan en la plaza mayor de Villadiego.
Manuel Álvarez Uría, presidente de la Real Academia de Medicina, afirma en la presentación del libro que «la figura de Casal se agiganta cuando consideramos su instrucción y sus medios y los relacionamos con la calidad y rigor de la obra, prodigio de sistemática y sagaz observación». Su formación como médico no fue distinguida, pero de la necesidad hizo virtud y de las carencias sacó fuerzas para enfrentarse a situaciones que en muchos casos lo desbordan; mas no cejó, y al cabo de muchos años de dedicación «humilde y modesta» llegó a ser en Oviedo, de 1717 a 1759, según escribe Marañón, «mucho más que un médico, aun siendo tan bueno que se convirtió en un oráculo de toda la región», o, como resume Álvarez Uría: «La luz emitida por Casal fue, junto con la esplendorosa luminaria de su amigo y mentor de Feijoo, la única que brilló, como lo hace ahora, en la España ensombrecida del llamado Siglo de las Luces».
No estaría completa esta reseña de libro tan importante sin nombrar a quienes lo hicieron posible (aparte los autores de cada uno de los artículos reunidos): la labor como coordinadores del fallecido Joaquín Fernández, etnólogo ilustre y excelente escritor y de Venancio Martínez, heredero de una gran tradición humanista que se manifiesta en sus propias y notables obras, entre las que se cuentan, por ceñirnos al asunto que nos ocupa, su trabajo sobre la «Historia Natural y Médica», publicado en 2009, con motivo del 250º aniversario de la muerte de Casal y su discurso titulado «Síntesis biográfica de Casal», en el que señala al Dr. Joaquín Fernández como el promotor de la idea de hacer en 2012 «un año casaliano». La muerte del doctor Fernández dejó el proyecto en manos de Venancio Martínez, quien lo condujo a buen puerto. No podía esperarse otra cosa de un médico y de un intelectual de su talla.
La Nueva España · 15 febrero 2014