Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

La terraza de Ramón

La polémica en torno a un espacio en El Fontán que no causa molestias y aporta más beneficios que inconvenientes

El problema suscitado por la terraza de Casa Ramón ha dado lugar a diversas manifestaciones periodísticas y de ciudadanos de la calle en relación con este extraño asunto. Como casi unánimemente las opiniones son favorables al hostelero perjudicado, se pregunta uno dónde reside el problema y si el asunto es de tal envergadura como para terminar en una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA).Pues en mi opinión de cliente de Ramón desde los lejanos días de la fundación de su establecimiento (cuando era apenas un chamizo con una barra minúscula y una cocina poco mayor que un armario ropero, pero donde ser servía el caldo más rico y espeso de Oviedo y multitud de pinchos continuamente recién saldos de la inconcebible cocina mencionada, y que a base de mucho esfuerzo, muy buena cocina, muy buena atención al cliente y mucha calidad, llegó a ser uno de los buenos establecimientos hosteleros digno de uno de los entornos más característicos y entrañables de la ciudad) esas mesas colocadas en los soportables son de tal característica que no molestan a nadie salvo a quienes están dispuestos a molestarse por causa de ellas. Pues aún con las mesas, es posible el paso por los soportales y por otra parte, la plaza del Fontán es peatonal, por lo que no hay riesgo de atropello para el peatón que sale a la plaza. Por otra parte, el público que ocupa las terrazas es tranquilo y civilizado, y las terrazas no permanecen puestas hasta altas horas de la madrugada, lo que podría afectar al sueño de los vecinos. Las conversaciones mantenidas por quienes las ocupan no superan ni con mucho al ruido habitual de una plaza de mercado donde la actividad comercial es inseparable de cierto ajetreo y de algunos ruidos. ¿Es qué por este motivo se pretende eliminar también el mercado? Todo se andará, de seguir así las cosas. O a lo mejor es que los enemigos de la terraza de Ramón son antitabaco que, alegando que como en ellas se fuma, se contaminará el Fontán y calles adyacentes.

El fin, no veo ningún argumento serio ni consistente contra las terrazas en general y contra la de Casa Ramón en particular. Por el contrario, temo que la prohibición de la de éste represente un peligro para la hostelería en general como ha señalado José Álvarez Almeida, presidente de la Hostelería de Asturias, a La Nueva España, según recoge Ángel Fidalgo: «Esta demanda es fruto de la decisión de una persona particular a la que los tribunales le dieron la razón, pero lo hizo desde un punto de vista particular, no buscando el bien social ni el interés general, con lo cual lo que está pasando hoy en el Fontán puede poner en peligro cualquier terraza de la ciudad». Y esto es muy cierto: si prohíben la terraza de Casa Ramón por motivos en apariencia poco consistentes, por los mismos motivos se puede prohibir cualquier otra terraza de Oviedo. Si a los socios de la asociación de vecinos «Ramón Pérez de Ayala» les da por decir que necesitan para caminar toda la calle, el día menos pensado la emprenden con todas las demás terrazas con resultados desoladores para la ciudad.

Uno de los problemas de la democracia tal como se entiende aquí es el abuso de la democracia. Yo tengo mis derechos y no reparo en los derechos de los demás que incluyen el derecho al trabajo de algunos camareros de Casa Ramón. Pero como determinadas personas tienen derecho a que no les gusten las terrazas, actúan en consecuencia y ¡terrazas fuera!, sin tener en cuenta, ni ellos ni los tribunales, que por corregir unos pequeños inconvenientes, si los hubiera, se está causando un enorme perjuicio a un buen profesional de la hostelería, a un hostelero que verdaderamente trabaja y que lo está haciendo muy bien. La terraza de Casa Ramón, digámoslo de una vez, produce más beneficiosa la ciudad que toda la sociedad de vecinos que le está poniendo la zancadilla. Pues tal parece que en la actualidad las asociaciones de vecinos dedican sus esfuerzos más sobresalientes a cortar caballeras. Escribo como uno de los fundadores del movimiento ciudadano en Oviedo, cuando éste tenía, además de unos objetivos de defensa de la ciudad de sus habitantes muy serios, una finalidad política subrepticia pero a pesar de ello, bastante evidente. En los últimos años de Franco y durante la transición, las asociaciones de vecinos fueron fuerzas de choque contra el Ayuntamiento franquista. Por aquel entonces, el PC tenía un predominio tanto en la organización como en la táctica y como yo le comentara a Luis Gómez Llorente, aquel genio del socialismo incipiente cuyo mayor talento residía en su pipa vacía, que el PSOE debería tener mayor presencia en el movimiento vecinal, me contestó con la arrogancia del oráculo: «El PSOE nunca apoyará nada que no haya fundado o no controle». En fin, que el movimiento vecinal quedó en manos de quienes estuvo siempre y con el tiempo entró en un período de decadencia cuando ya no era necesario como fuerza popular de apoyo (en realidad, fuerza poca había, porque siempre tuvo un número de asociados muy escaso). Los más listos entre los dirigentes entraron sin disimulos en la política y algunos llegaron a concejales mientras los más luchadores y valioso como Ana, Sariego, Antóny otros continúan en la brecha. A esta «vieja guardia» no pertenecen, sin duda, aquellos miembros de un nuevo cuño que han convertido a las asociaciones en una especie de comunidad de vecinos que se dedican a echar pulsos contra pacíficos hosteleros como Ramón Fernández para demostrar que están ahí. ¿Qué han conseguido? Perjudicar a Ramón y poco más. No creo que el Fontán vaya a ser mejor porque Ramón quite su terraza, sino al contrario. Aunque tal vez lo que se pretende es que vuelva a ser un lugar desolado, como lo fue hace treinta años, cuando era un espacio ciudadano oscuro y triste, con una pobre señora en bata floreada que custodiaba unos montones de arena de fregar debajo de los soportales y perseguía a todos lo que pasaban por las cercanías, temiendo que se la robaran. Más tarde, el Fontán se convirtió en «territorio libre» de drogadictos. ¿Es qué se desea regresar a aquella situación? Pues si se quitan las terrazas y se dejan libres esos espacios, no tardarán algunos en ocuparlos de nuevo.

La hostelería es el gremio más afectado pero la actual situación política. La acosan desde todos los ángulos: después de las medidas antitabaquistas, ahora se empieza a actuar contra las terrazas. Por este camino se va a conseguir que decaiga e incluso desaparezca uno de los grandes atractivos de la ciudad: su excelente hostelería.

La Nueva España · 19 abril 2014