Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

Isaac del Rivero y "La Regenta"

Hace sesenta años, “La Nueva España” publicaba un excelente suplemento infantil dominical titulado, muy apropiadamente, "Niños", dirigido por Nieves Peón, la cual, además, escribía la prosa de estas páginas (algunos domingos cuatro páginas, y entonces los niños nos sentíamos afortunados; otras solo dos), en lasque había un poco de todo: historietas cómicas, de aventuras, policiacas, bélicas, del Oeste, de capa y espada, de la selva, de veleros y piratas, de aviación ("La parca volante"), e incluso de ciencia-ficción: en resumen, lo que era el gran cine de Hollywood de aquella bendita época También había historietas de asunto cultural, como la historia de la electricidad, chistes, poemas, anécdotas y entrevistas con pequeños lectores, como María Teresa Alonso, que aspiraba a ser "gran modista del mañana" y que estaba muy orgullosa porque su hermano mayor, que hacía la "mili", recibiría la página del periódico en la que sale retratada". ¿Qué habrá sido de María Tensa a lo largo del profundo oleaje de la vida durante más de medio sigo? Esperemos que la vida haya sido amable con ella. Lo deseo de corazón.

Nieves Peón, en sus páginas, nos enseñaba a amar a los animales, nos prevenía contra la avaricia y relataba cuentos maravillosos. Estos cuentos eran más bien para niñas: los niños preferían las historias del Oeste y de piratas, de aventuras y de guerra. Entonces se tenían en cuenta estas cosas, y como no había feminismo militante y delirante, las niñas tendían de manera natural hacia unas cosas y los niños hacia otras. No como ahora que se pretende que las nanas y los niños sean iguales. Aquellas páginas del suplemento literario de “La Nueva España” contribuyeron a la formación de quienes las leíamos, ya que estimulaban la honradez (si se encuentra una cantidad de dinero en la calle hay que buscara su dueño y devolverla) y, a través de las aventuras de los héroes de las historietas, el valor personal, la dignidad y la lealtad, eran valores estimables. Los niños que leían suplementos como éste y que eran educados en sus casas tanto corno en la escuela, mantuvieron cuando se hicieron mayores un cierto sentido humanístico, muy diferente al de la juventud libérrima de ahora, que de acuerdo con una encuesta reciente, se muestra partidaria en número alarmante de la pena de muerte y de la violencia policial. No se trataba, por lo demás, de una manera de "enseñar deleitando", sino tan solo de divertir y entretener a la "gente menuda", como se llamaba entonces a los niños, y las ideas expresadas en aquellos suplementos eran las que estaban en el ambiente.

Algunos colaboradores de "Niños" continuarían sus actividades artísticas, algunos con éxito, otros ya eran famosos entonces, como Alfonso, que publicaba las aventuras de Pinín, que de Pinón ye sobrín y el serial de la Rufina, la moza de Proacina, la cual se presentó a un concurso radiofónico de la canción y después de soltar "un gallo", vinieron los "pitos'.

Eduardo Úrculo publicó por lo menos cuatro series de historietas: "Operación París", "Tánger', "No existe el crimen perfecto" y "Apaches". Su dibujo era muy elemental e imperfecto, y tan solo hacía algunas viñetas muy cuidadas, en claroscuro. La planificación era rutinaria y fallaba en las escenas de acción, que abundaban; en cambio, dibujaba muy bien los uniformes de la caballería americana de "Apaches". Mas quien tenía verdadera afición a los uniformes, a la manera del bélico Boixcar, era Carlos M.* de Luis, autor de multitud de historietas de todo género: de guerra, de misterio, de selva yen "Un capitán español" sitúa su historia en la guerra de la Independencia de Norteamérica, en la que el héroe era, cómo no, un español enemigo de los ingleses. Su dibujo, su planificación y sus guiones eran superiores a los de Úrculo, aunque su dibujo, lineal e irreprochable, técnicamente, era frío y los rostros de los personajes inexpresivos de acuerdo con el consabido esquema de bueno guapo y malo feo además de inglés. Era muy linaza una historieta sobre aviación en la que pilotos de diferentes nacionalidades con el española la cabeza se enfrentan al peligro rojo siguiendo el esquema anticomunista de las historietas norteamericanas de los" Halcones negros". En el mundo de Carlos Mª de Luis, los alemanes y los italianos eran los buenos (los españoles por encima, heroicos y ejemplares) y los ingleses y franceses siempre pérfidos y malvados. Era una manera de interpretar la historia en plena "guerra fría".

Sin duda, el mejor dibujante de asuntos de acción, con dedicación exclusiva al "western", era Isaac Rivero, con tres series: "El valle salvaje", "Squaw-man" y "Junger el solitario". El protagonista es un español, Juan Ferreras, que también lo será de "Squaw-man", pero mucho menos épico que los españoles de Carlos Mª de Luis. El español se casa con una india, lo que tal vez proceda del film "Más allá del Missouri, donde Clark Gable se casa con la nieta de un gran jefe indio de más allá de las Montañas Rocosas (algo que se repetiría en Río de sangre", de Howard Hawks). En "Squaw-man", Rivero expresa una actitud antirracista: un médico bastante impresentable le comenta a Juan Ferreras: "No está del todo mal su amiguita india", y éste contesta con letra grande, es decir, en voz muy alta: “Es mi esposa”. El dibujo de Isaac del Rivero, de gran detallismo y belleza, era de un barroquismo controlado, con más tendencia al cuadro que al plano cinematográfico, y el desarrollo argumental lento. Los personajes hablaban poco y los diálogos eran sustituidos por la fuerza de la viñeta y por el texto de las acotaciones. Por ejemplo, escribía en una viñeta con la cabeza de un caballo en primer plano y Juan Ferreras contemplando los restos esquemáticos de una caravana asaltada por los sioux: "Aquella caravana destruida perteneció a sus amigos y los cadáveres de éstos yacían en tierra atravesados por las flechas mortíferas de los indios que como trofeo lleváronse las cabelleras de aquellos cuerpos inanimados". Por hacer una comparación con la literatura popular de aquella época, Úrculo sería un Marcial Lafuente Estefanía y Rivero un José Mallorquí o Fidel Prado.

Luego perdí de vista a Isaac del Rivero (nunca fui lector de historietas gráficas si no era para recordar la infancia), hasta que mi buen amigo José Antonio Hevia Corte, presidente de "Ideas en Metal", me hace llegar una versión de "La Regenta" según guión y dibujos de Isaac del Rivero: una obra maestra por su sentido pictórico, por la potencia de las viñetas, por la precisa caracterización de los personajes, por el clima opresivo de los colores, por el poder evocador de las imágenes (la calle Mon bajo la lluvia con la Catedral difuminándose al fondo), por los colores osunos y opacos de interiores iluminados por velas y exteriores de luces tamizadas por la niebla, la lluvia y el invierno, por la presencia de la noche. No se trata tanto de una adaptación como de una recreación, y en cuanto tal, se recrea en los personajes, las calles de la ciudad, los bosques que la rodean, la mesa del magistral con el candelabro de cinco velas, el verde de los campos salpicados de caseríos alrededor de la parte urbana apiñada alrededor de la Catedral, cuya torre se repite como asunto principal o como fondo. No es éste el primer contacto de Isaac del Rivero con "Clarín": anteriormente adaptó "Adiós, Cadera" y "Doña Berta" Y como hiciera en otro tiempo, los textos de las acotaciones complementan las ilustraciones. Vemos y leemos. La complejidad de la novela necesita el apoyo del texto a pesar de las imágenes, explícitas y poderosas.

La Nueva España · 20 septiembre 2014