Ignacio Gracia Noriega
La prehistoria del socialismo asturiano
El histórico congreso de Suresnes de 1974 y su posterior influencia en el PSOE
Es de agradecer el artículo de Adolfo Fernández Pérez, vicedirector de la Fundación losé Barreiro, recordando la celebración del XIII Congreso del PSOE en el exilio durante los días 11. 12. 13 de octubre de 1974, más conocido por el nombre de la localidad francesa en la que se reunió: Suresnes. Aporta algunos datos que son notables. pues, de no ser por historiadores como Adolfo Fernández, la nueva prehistoria del socialismo español corre el peligro de diluirse en el olvido. Ya casi ni se recuerda quiénes fueron a Suresnes, porque murieron o salieron del partido, aunque se destaca siempre que la delegación asturiana era la más numerosa y, en consecuencia, la que aupó a Felipe González a la secretaría general. Lo que no se recuerda es que la asamblea que eligió a los delegados lo hizo a mano atada, porque no había ningún control sobre los militantes (salvo el que pudiera tener la Policía, que demasiado obnubilada por el comunismo, tampoco le prestaba demasiada atención), y lo mismo se podía llevar la representación de doscientos que de veinticinco. De hecho, los primeros "carnets" no llegaron a Asturias hasta exactamente dos años después, en septiembre de 1976.
¿Puede decirse que en Suresnes nace el nuevo socialismo español? Sí y no. Más bien se da a conocer un intento de renovar el partido, anquilosado por muchos años de exilio, de inactividad y de reyertas internas El parto se produciría en los años siguientes y con mucha lentitud, y no se dan los primeros vagidos hasta algo después de la muerte de Franco, produciéndose de este modo una inversión de la imagen barroca de la cuna y la sepultura, aquí se pasó de la sepultura del dictador a los primeros movimientos de un socialismo todavía torpe e ingenuo en su cunita construida con materiales socialdemócratas (aunque la mayoría de los socialistas de aquella época no quisieran reconocerlo y consideraran el término "socialdemócrata" como peyorativo). Sin embargo, mucho antes de Suresnes se hablan realizado algunos movimientos para sustituir la vieja directiva socialista por otra más adecuada a los nuevos tiempos que corrían. En una entrevista que le hice a Emilio Barbón ("La Voz de Asturias", p 27 de enero de 1985), afirma que la necesidad de un cambio en el PSOE ya se manifestaba desde mucho tiempo antes de Suresnes. "Desde 1968 yo estaba de acuerdo con José Barreiro y con Pepe Mata en que la dirección del partido estuviera en el interior, aunque en 1962 los socialistas asturianos habíamos hecho tal informe en sentido opuestos, del que se sirvió Rodolfo Llopis". Y añade que "la delegación asturiana ayudó (a E. González): era la más numerosa del Congreso. La FSA era pragmática, incluso a costa de perder parte de su protagonismo político. Éramos luchadores y poco teorizantes, y sabíamos que no éramos las personas más adecuadas para la nueva situación". Afirmación en la que insiste en otro artículo que escribí sobre él (“La Nueva España”, 21 de enero de 1990): "Los socialistas asturianos de la clandestinidad no tenían el menor interés en hacerse profesionales de la política y no tuvieron inconveniente en dejar paso a gente más joven y tal vez más preparada, aunque menos pablista". Para Barbón, el "pablismo" era la esencia del socialismo, y él y otros viejos militantes, llenos de idealismo e ingenuidad, creían a la manera decimonónica que lo que necesitaba el partido eran gente preparada y no políticos profesionales, y así el viejo y entrañable Emilio Llaneza aconsejaba al joven y ambicioso Álvaro Cuesta que estudiara un poco más y conspirara un poco menos. Álvaro no siguió el consejo y gracias a ello le fue en la vida estupendamente como "político profesional".
El motor de la delegación asturiana en Suresnes fue Agustín González, cuyo fallecimiento, poco tiempo más tarde, resultó ser una pérdida irreparable. La delegación asturiana estaba compuesta, además, como recuerda Adolfo Fernández, por Tino Antuña, Arcadio (Cayo) García, Aladino Cordero y Rubén. Emilio Barbón y su mujer Manolita asistieron "como oyentes", según él decía, y según él me contó, de vuelta a casa en un coche que me parece que conducía Aladino Cordero, recorrieron media Francia con la bandera roja desplegada y sólo al llegar a poco kilómetros de la frontera Barbón accedió a guardar la bandera pero no a ocultar la cantidad de periódicos y publicaciones de El Ruedo Ibérico que habían comprado en París. Pero en la aduana no tuvieron problemas. Corrían nuevos tiempos, no solo para el PSOE.
El éxito posterior del PSOE obedece a intereses muy concretos. Fuertes intereses internacionales no podía consentir que a pocos días de la muerte de Franco el PC fuera el único partido político organizado y en funcionamiento. A cuarenta años de la muerte del generalísimo, sorprende lo poquísimo que estaba preparada España para lo que había de venir, y así fue. La derecha esperaba que Franco no muriera nunca e izquierda no había excepto PC y aledaños. PSOE de momento sólo era un nombre. Había que remediar aquello, y así se pasó de un grupúsculo sentimental a algo parecido a un banderín de enganche electoral, que, como en la legión, nada importaba "la vida anterior" del solicitante. De este modo al resurgir del PSOE le pasó algo parecido al famoso cabaret ovetense "El Suizo", que estaba en su salsa cuando la clientela era gente de la noche, algunos entrañables, como el Maca o el Mariscal, pero que se convirtió en otra cosa cuando lo invadieron estudiantes y señoritos.
A pesar de la importancia histórica del Congreso, y del cambio de la dirección del partido, y consecuentemente de la UGT, del exterior al interior, sus efectos sobre Asturias fueron irrelevantes, tal vez porque las cosas de palacio van despacio y en el palacio del Pardo el dictador no acababa de morir. Sobre los entresijos de Suresnes tal vez fuera conveniente leer el testimonio de primera mano de Antón Saavedra en su libro "Secuestro del socialismo". Pero los "historiadores" oficiales del socialismo actual tienen la mala costumbre de no tener en cuenta los testimonios que no les son favorables en todos los puntos y aspectos, y así rechazan y desprecian testimonios, recuerdos y aportaciones de gran utilidad histórica, desoyendo olímpicamente el Consejo de don Sern Tob de Carrión de que no se deben condenar “los exiemplos buenos / por los decir judío”. Respecto a la clandestinidad de Suresnes, fue muy relativa, ya que entre los delegados se encontraba el agente de la Policía en 1982 por el Gobierno de González. Y es que poco acostumbrado a la clandestinidad, el PSOE no le concedía importancia a los soplones, lo que explica como un dirigente ahora puesto en evidencia hubiera trabajado para el comisario Ramos, cosa que todo el mundo sabía y que por si fuera poco, se denuncia en "Clandestinos", de Gómez Fouz, libro sobre el que, en su día, cayó la losa del silencio. En cuanto al PSOE asturiano, las cosas se llevaron con mucha calma: había reuniones medio secretas en el puerto de Tarna y en el cementerio civil de Mieres en torno a la tumba del sindicalista Manuel Llaneza, fundador del sindicato minero. Pero hasta el 23 de enero de 1976, ya bien muerto Franco, el "homenaje a Llaneza', no tuvo ninguna repercusión regional. Durante la Semana Santa de ese año se celebró en Madrid el Congreso de UGT; al que siguió con bastante demora una asamblea informativa en el Seminario de Oviedo el 16 de mayo. Estos dos hechos fueron la presentación en sociedad del socialismo asturiano, pero la organización todavía estaba en pañales. El PSOE en Oviedo prácticamente no existía. La primera sección que se organiza fue la de Latores, el 28 de agosto: lo escribo con conocimiento, porque fui yo quien la inauguré.
La Nueva España · 15 noviembre 2014