Ignacio Gracia Noriega
Semblanza de Agustín Pedrayes en el bicentenario de su muerte
Matemático y amigo de Jovellanos
Para buena parte de los asturianos el “Matemático Pedrayes” es una calle de Oviedo y poco más. Los nombres de las calles, ya se sabe, corresponden a algo: a una flor (la del Rosal), al sistema de pesos y medidas (en cuya modernización intervino Pedrayes) –la calle del Peso- y a la política transitoria –la Plaza de la Constitución, que muchos ya quieren cambiar por considerar que el “Estado de las autonomías” no es lo suficientemente separatista ni lo suficientemente nocivo como para hundir a España, como ya lo ha hecho; pero, por lo general, los nombres de las calles se otorgan a personas y en la del matemático Pedrayes por lo menos queda claro en el rótulo por qué el señor Pedrayes recibió el honor de tener una calle en Oviedo. Creo que es conveniente constatar los motivos por los que un ciudadano da nombre a una calle, cosa que hizo el doctor Tolivar Faes con admirable rigor en su gran libro sobre los nombres de las ralles y plazas de Oviedo; pero en otros lugares se han producido confusiones lamentables, como en Avilés, donde el recién constituido ayuntamiento progresista, no sabiendo quién era Juan Ochoa y teniéndole por un general africanista, borró del callejero al lírico autor de “Los señores de Hermida”. En cuanto a Pedrayes, saber de él hace años estaba al alcance de algún aduanero ilustrado como Fernando Vela, que le reduce a “el profesor de matemáticas que, a veces, de asuntos muy sencillos, da unas explicaciones complicadísimas que Jovellanos no entiende”. De Pedrayes se supo poco o interesó poco. De hecho, durante mucho tiempo no se conocía la fecha exacta de su muerte, dándose para ella las fechas de 1814, 1817 y 1824. Finalmente, Fernández Echevarría da la de 28 de febrero de 1815, que parece ser la cierta.
Don Agustín Pedrayes es recordado más que por su propia obra, que la tiene, por su relación con Jovellanos. De acuerdo con los “Diarios” de éste, el encuentro entre ambos debió ser casual. Jovellanos anota el 25 de mayo de 1794: “Por la tarde encuentro en el paseo al matemático don José Pedrayes, antes maestro de los pajes del Rey, que vino a Lastres a ver el pueblo. Larga conversación con él sobre nuestros nuevos estudios. Nos emplazamos para mañana”. Jovellanos se retira de su residencia, a esperar el correo, que no llega, por haberse cambiado la valija con la de Avilés, y a leer a Tácito y a Edward Gibbon, dos excelentes lecturas.
Al día siguiente era martes; fue un día de agua, crudo y frío, pero no por ello falta Pedrayes a la cita: “Viene Pedrayes; opina decisivamente que el álgebra debe preceder a la geometría. Recomienda el “Curso” de M.T. La Caille como el mejor. El tomo I de su obra contiene los mejores elementos de matemáticas puras; dice que basta una buena traducción. Propóngole que se establezca en Gijón; le indico que tendrá alguna ayuda de costa”. A Jovellanos ya le rondaba por la cabeza la idea de la ampliación del recién inaugurado Instituto Asturiano y su encuentro con Pedrayes le anima a continuar adelante: por lo menos cuenta con un posible colaborador competente, aunque Pedrayes le opone algunos obstáculos de carácter material y familiar, aunque en aquella segunda conversación le expone su proyecto: “Mi deseo –continúa escribiendo Jovellanos- es formar los principios de una Academia para cuando vayan saliendo nuestros jóvenes de la enseñanza elemental del Instituto, empeñarlos en los estudios sublimes y emplearlos en la aplicación de las verdades útiles”. A Pedrayes le parece bien la propuesta pero “muestra dificultad en asentir”. Jovellanos enumera los motivos: “Primero, por su madre, único objeto de su residencia en Asturias; segundo, por su dependencia de la Corte, que le continúa su antiguo sueldo; tercero, por su amor a la libertad, cuarto, por su deseo de volver a Madrid cuando el amor a su madre (de setenta y ocho años) no le detenga. Jovellanos no encuentra inconvenientes a estas objeciones: “Ocurro a todo, que puede traer a su madre o, dejándola allá, verla con frecuencia, que antes asegurara el favor de la Corte, encargándome de autorizar su resolución por medio del señor Valdés, que tendrá la misma libertad que en Lastres, pues no se le impondrá ningún cargo ni sujeción, que la tendrá de volver a Madrid, aunque las circunstancias tienen pocos atractivos. Responde ya con perplejidad y no desespere de reducirle”.
Pedrayes llevaba en Asturias “cinco años de forzadas vacaciones”, según “Españolito”, después de haber explicado matemáticas durante veinticinco años consecutivos, los cinco últimos como profesor del Seminario de Nobles. Pero el trabajo quebrantó su salud por lo que el Rey le concedió en 1790 licencia para que se tomara el tiempo que juzgara oportuno para reponerse con el sueldo íntegro de doce mil reales al año, y Pedrayes consideró que donde mejor estaría era en Lastres, su pueblo natal, con su madre. Mas al cabo de cuatro años de vida retirada, Pedrayes consideró que iba acercándose la hora de regresar a la Corte, cosa que hizo en 1795, adquiriendo cierta nombradía internacional, al presentar un problema matemático a cuya solución invitaba a todos los matemáticos del mundo, dándoles un año para ofrecer soluciones. La convocatoria fue publicada en la “Gaceta” de Madrid en 1798 y el problema fue resuelto por el Instituto de Francia de París, que invitó al sabio a que visitara el país vecino, donde llegó a conocérsele por el sobrenombre de “el sabio español”. Al año siguiente fue elegido junto con el marino Gabriel Ciscar como representante de España en el Congreso Internacional celebrado en París en 1799 para regularizar el sistema de pesos y medidas que dio origen al sistema métrico decimal. Pedrayes propuso la mediación del arco del meridiano de Dunquerque a Barcelona como base para la división del cuadrante de la circunferencia terrestre, que daría como unidad básica el metro. Fueron sus momentos de mayor gloria; aquel año publica en París su “Tratado de matemáticas”. No es su única obra. “Españolito” anota una “Descripción y noticias del concejo de Lastres”, escrita con toda seguridad durante su estancia en Asturias de 1790 a 1795.
Agustín Pedrayes nació en Lastres el 22 de agosto de 1744 y con pocos años pasa a estudiar a Santiago de Compostela, donde se encontraba su tío materno fray Bernardo Foyo, cursando los estudios de Filosofía, en los que se gradúa de bachiller; también hizo estudios de Teología y Jurisprudencia, siendo profesor sustituto de Prima de Leyes. Mas todos los que se ocupan de su figura destacan que su vocación eran las matemáticas, que por aquel tiempo su figura destacan salían de España, con una nebulosa que las emparejaba con la astrología. De Torres Villarroel, excelente escritor quevedesco, el último de nuestros clásicos pero catedrático nigromántico de matemáticas en Salamanca a Agustín de Pedrayes hay un gran paso. Pedrayes fue un matemático de talla y ciencia europeas, conocido y respetado más allá de nuestras fronteras. Su estancia de dos años en París le dejó con la bolsa vacía, por lo que al regreso a la patria el Duque de Osuna abrió una suscripción pública que proporcionaba al ilustre compatriota los medios necesarios para sacarle de aquella situación. El Rey contribuyó a su estabilidad económica, nombrándolo el 2 de marzo de 1801 ministro del Tribunal de la Contaduría Mayor, con una asignación de mil reales mensuales. Resuelto el serio problema de la subsistencia, Pedrayes pasó el resto de su vida en Madrid como matemático jubilado, sin que haya dado a conocer nuevos trabajos ni se sepa que haya vuelto a su tierra natal.
La Nueva España · 7 marzo 2015