Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

Los escritos de Celso Diego Somoano

Un libro recopila la obra del cronista de Cangas de Onís

No es muy frecuente que en esta época en la que se le concede tan poquísima atención a las formas de cultura tradicionales, y de manera muy especial a las escritas, en beneficio de la barbarie electrónica, se haya recopilado y publicado en un volumen muy bien impreso la obra de un erudito local Celso Diego Somoano, que por principio, no va a ser un libro comercial, y tal vez ni siquiera rentable. En este reino, donde la "industria cultural" autóctona siempre ha sido mezquina, y la editorial mucho peor aún, ciertas iniciativas y recuperaciones solo pueden ser efectuadas por organismos públicos, por mucho que nos duela reconocerlo, en este caso el Ayuntamiento de Cangas de OMS, que en 1963 ya había publicada la única obra de Celso Diego Somoano con formato de libro una guía del concejo con el título, informativo pero rutinario, de "Gangas de Onís, Covadonga, Picos de Europa". Ahora salen a la luz, reunidos en un digno y atractivo volumen, los otros escritos dispersos de quien para sus alumnos y para la mayoría de la población de Cangas de Onís continua siendo don Celso en esta época de igualitarismo en la que se supone que anteponer el "don" al nombre propio es una ofensa a los sentimientos democráticos de la comunidad. Pero estamos en la tierra de de don Pelayo, que, según don Celso, fue el primer personaje que ostentó el título "don". Se prescinde del "don" incluso en los comunicados oficiales por un torcido sentido de la democracia, mientras otros lo hacen a título personal, para demostrar lo muy bien relacionados que están y la mucha confianza con que se dirigen a la gente importante: lo que a Indalecio Prieto le parecía rematadamente mal, insistir en el tuteo para dar a entender una relación íntima que nunca hubo. Uno se queda a veces perplejo cuando escucha cosas del tipo de "estuve con Paco" y se pregunta ¿qué Paco? ¡Hay tantos Pacos! Pero éste sin duda se trata de alguien equivalente a un ministro o a un teniente general. Hace muchos años escuché repetir incansablemente a un chisgarabis ovetense: "Me dijo Carlones Orejas... me dijo Carlones Orejas". No estamos enteramos de qué le dijo, pero sí de que tenía confianza para tratar de "Carlones" a un señor apellidado Orejas.

Que a Celso Diego Somoano se le haya llamado "don Celso" en vida y después de su muerte evidencia que Cangas aceptó con aprovechamiento y cordialidad su magisterio; porque la primera labor del maestro es educar a los alumnos, más ahora, que tan mala educación reciben en sus casas. Por otra parte, don Celso siempre fue un caballero, un poco a la antigua, un poco ceremonioso, de andar pausado y de palabra solemne y cuidada.

La recopilación de la obra de Celso Diego Somoano se debe a la dedicación y al fervor de Francisco Fantín y Carlos Tejo, que escribe una introducción biográfica titulada "La vida corriente de un hombre extraordinario". La proceden dos breves textos, del actual alcalde de Cangas y del anterior, Alfredo García, compañero de don Celso en el Instituto, sobre quien escribe: "Don Celso fue un hombre con una gran vocación para la enseñanza, dedicando toda su vida a este quehacer, pues anteriormente ejerció de maestro en varias escuelas. En una época en la que los libros de historia eran generalistas, sin referencias a los acontecimientos cercanos, él siempre destacaba lo local". Y añade y destaca su contribución al mejor conocimiento del pasado arqueológico y monumental de Cangas: el dolmen de Santa Cruz, los yacimientos de los Azules, la cueva del Buxu, el monasterio de San Pedro de Villanueva, el conjunto de Covadonga, etcétera. La contribución del otro alcalde va ilustrada con una fotografía, que podría suponerse que es de don Celso cuando era joven: más no, es la del alcalde. Yo no apruebo la moderna moda de añadir a cualquier trabajo literario la fotografía del autor. El aspecto que tendrá el au-tor es indiferente: lo que importa es el texto. El texto de Alfredo García está acompañado de una fotografía del propio Alfredo y de don Celso al lado de dos pájaros de cuenta que prefiero no citar. Y tras unos pocos textos encomiásticos debidos a plumas ajenas, siguen los escritos de don Celso ilustrados por fotografías familiares o de lugares de Cangas de Onís y su concejo a los que hace referencia.

Especial interés tiene el recuento de su obra publicada, que abarca un largo período de tiempo, desde 1957 a 2004: los ocho años que le quedaban de vida (murió el 21 de marzo de 2012) se conoce que no publicó nada. Mucho antes de que este triste suceso se produjera yo le solicité a don Celso algunos datos sobre alguna cuestión puntual y él, de paso, me envió un buen número de papeles y documentos con la anotación: "Ya no voy a utilizar-los, por lo que te los envío, por si te sirven". ¿Imagina alguien a Baudilio Barreiro o al acaparador Pérez de Castro capaces de tal desprendimiento? Pero una de las características de don Celso era la generosidad y siempre ayudaba en lo que podía, se tratara de un dato recóndito o de la colaboración en un porfolio de fiestas. Por lo general, el erudito local es muy avaro de sus saberes y considera como cosa propia los documentos que atesora. Don Celso ponía a disposición de quien se lo pidiera todo lo que tenía.

La obra dispersa de Celso Diego Somoano es relativamente corta: ello facilitó la edición de este libro, verdaderamente importante, dado que se trata en su mayor parte de escritos aparecidos en publicaciones locales de escasa circulación, más algunos pregones y conferencias. Un material que merece la pena conservar por sí mismo, además de por ser en la actualidad de muy difícil acceso. Es, por lo demás, y dada su brevedad, un material manejable. Imaginemos que alguien se ponga a la tarea de publicar todo el material inédito que dejó don Constantino Cabal, labor por lo demás muy conveniente desde un punto de vista asturianista. Pero don Constantino Cabal era un escritor torrencial mientras que Celso Diego Somoano lo era de circunstancias: escribían cuando se lo pedían, y dada su natural modestia, más de una vez había que insistir para sacarle un artículo. Así como datos y documentos los entregaba con la mayor facilidad, ponerse a escribir era otra cosa. Más de una vez me confió que él no se consideraba escritor, y solo escribía cuando, por razones principalmente sociales, lo consideraba imprescindible.

La obra de Celso Diego Somoano en el aspecto territorial se sitúa en un espacio reducido, pero en el temporal abarca desde la prehistoria a la Cangas de Onís de hoy, con las historias del Instituto de Segunda Enseñanza de Cangas o la de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, la nueva iglesia. En todos los escritos predominan el tono mesurado y la documentación rigurosa. No esperen un don Celso opiniones personales ni arbitrariedades de ningún tipo: todo lo que escribe está bien medido y pesado. Y aunque, como he dicho, no le concedía importancia a publicar (él, a fin de cuentas, era un viejo catedrático de Geografía e Historia que prefería hablar a escribir), sin duda le habría gustado ver su obra reunida en un volumen de casi cuatrocientas páginas, con una fotografía de la cueva de Covadonga con la Santina expuesta con su manto azul en la portada. A todo el mundo le gusta ver su obra recogida en un volumen. Es la única garantía de que os papeles volanderos permanecerán a disposición de quien quiera consultarlos. Y don Celso, aunque a veces parecía que le concedía poca importancia a sus cosas, creía en la permanencia. La vida pasa, los hombres se convierten en polvo y olvido, pero la obra bien hecha permanece.

La Nueva España · 16 mayo 2015