Ignacio Gracia Noriega
Esbozo del libro de Sosa Wagner
Sobre la obra del exeurodiputado leonés vinculado a Asturias en el que narra su enfrentamiento con Rosa Díez en UPyD
El libro de “Memorias europeas. Mi traición a UPyD”, extenso y muy ameno, se cierra con una advertencia de su autor para aviso de vanidosos que si figurara en las primeras páginas sería disuasoria y tal vez influyera en las ventas. Se justifica la omisión del índice onomástico “dado el gran número de nombres que figura en la obra. Use usted esta página vírgen, si así lo desea, para anotar su particular índice. Es el guiño de un humorista. Los lectores de “La Nueva España” están acostumbrados al humorismo de Francisco Sosa Wagner que rezuma sus artículos. Un humorista de raza como él se manifiesta en las conversaciones privadas. En los artículos de periódico, en las novelas (porque Sosa Wagner, además de ser uno de los primeros administrativos europeos, es autor de novelas, cuentos y de ensayos “de varia lección”) y hasta en libros de aspecto más profesional (lean los deliciosos tomos sobre los juristas alemanes o el dedicado a “Juristas en la Segunda República”) y ahora en las “memorias políticas”. Aunque también, cuando es necesario ponerse serio, se pone muy serio, como en el libro “El estado fragmentado”, escrito en colaboración con Igor Sosa Mayor y subtitulado severamente “Modelo austro-húngaro y brote de naciones en España”. Lo malo es que no vamos hacia un modelo austro-húngaro -¡qué más quisiéramos que aquí se resucitara aquel hermoso mundo a pesar de su dispersión!-, sino hacia modelos de mucha mayor cochambre. Algunos aspiran a Iraq, Venezuela y Cuba, aunque lo más probable es que, de seguir esos modelos, nos quedemos simplemente en Grecia, y, como es natural, no es la Grecia de Pericles y Platón sino la del pastor que está al borde del abismo y quiere salir de él gritando demagogias.
Como a esa situación todavía no hemos llegado y es posible que no lleguemos, leamos las memorias de Sosa Wagner como una admirable evocación del pasado inmediato. Del futuro, cualquiera sabe. Conozco a personas de recia condición ultraderechista que están entusiasmadas porque el futuro va a ser China y la informática: es decir, el capitalismo de Estado y el control policial “científico”. A lo mejor (y escribo con optimismo “a lo mejor”) se vuelve al pastoreo, a sembrar patatas y a escribir con plumas de ganso. De momento, y así seguirá siendo por muchos adelantos científicos que se produzcan, la única certeza que tenemos del futuro es que en el futuro tendrá lugar nuestra muerte; por lo que, a poco que reparemos en ello, no podemos considerar al futuro si no es como algo muy negro.
El libro de Sosa Wagner lleva un subtítulo, “Mi traición a UPyD”, que obedece más a la oportunidad del momento (poco antes de publicarlo Sosa Wagner había renunciado a su escaño de diputado europeo y abandonaba el partido de Rosa Díez), que a la necesidad. Hubiera sido mejor título “Memorias europeas” sin estrambote, ya que el incidente por el que Sosa Wagner pasó a las primeras páginas de los periódicos y a las portadas de los telediarios no es el tema principal de este libro ni su mención pasa de ser un apéndice. Sosa Wagner tiene mucha más biografía, incluso política, que la de su etapa de eurodiputado en UPyD, y su personalidad excede con mucho los reducidos límites de la política profesional. “Memorias políticas” es un libro que se puede leer de varias maneras, y una de ellas es como un “libro de cultura”: ese libro de “cultura y política” que según los malévolos hubiera querido escribir Alfonso Guerra, pero no le sale porque no posee la cultura necesaria.
Como las “Memorias” en realidad son un diario a partir de su vuelta a la actividad política como diputado en el Parlamento Europeo en 2008, Sosa Wagner consigna sus lecturas, reflexiones y relaciones personales al margen de la política. Sobre don Juan Valera, el escritor más simpático del XIX español, escribe con simpatía sin omitir una maldad de Pío Baroja: que era lástima que un escritor de su categoría se dedicara a contar en sus novelas cómo se hacían los pestiños en Doña Mencía. Califica a Joseph Roth como “mi austrohúngaro preferido” (de acuerdo) y reconoce que le da mucha pereza meterse en el último libro de Martin Walser (prevención justificada). De Ortega dice algo que es preciso tener en cuenta: que sus enseñanzas “siempre están de actualidad y a ellas es preciso volver cuando se quiere meditar sobre España y Europa”. Al libro de Hans Magnus Enzensberger “El gentil monstruo de Bruselas o Europa bajo tutela” le asesta un elegante varapalo: tendrá audiencia por el prestigio del autor y porque tiene muy pocas páginas, pero a renglón seguido sube de tono y llama ignorante al autor. Reconoce, una vez más, su deuda con Ramón Gómez de la Serna, y reproduce algunas de sus "guindas en aguardiente", trasunto de las greguerías, más recientes; entre ellas una bastante impresionante: "España, tienes silueta de cataclismo". Tiene la silueta, añadiría yo, del país que es incapaz de reconocer su propia historia y la rechaza por la ignorancia demagógica de quiénes todo lo fían en el futuro. La página 302, sobre su lectura de la Biblia, es memorable: aprovecha una Semana Santa para recorrer los milagros de los Evangelios, que son "una buena lectura de realismo mágico", y echa una ojeada al Antiguo Testamento, en el que destaca el 'Eclesiastés" (¿y quién no?), de donde bebe su escepticismo; afirma sagazmente que los "Proverbios" son las mejores gueguerías del mundo y sobre el "Cantar de los Cantares". Y elogia la luz de la noche" de Pietro Citati, por las páginas dedicadas a Ulises, Montaigne, "Las 1.001 Noches", "El asno de oro" de Apuleyo y "La flauta mágica". Las referencias musicales son asimismo importantes: Haydn, Leo Délibes, Rossini, Puccini... Como un eurodiputado tiene por su propia definición una gran movilidad, podemos considerar a esta obra asimismo como un relato de viajes y en los viajes, como es sabido, es fácil encontrar a personajes curiosos o visitar museos. Su conversación con un teólogo le permite dar una definición muy aguda de la teología: “se trata de una ciencia que contesta preguntas que nadie se hace”. Y con motivo de la visita a una exposición de Leonardo da Vinci afirma: “Leonardo fue un monstruo, la personalidad más genial del universo”.
Estas brillantísimas anotaciones constituyen, para mí, la parte más sugestiva y memorable de la obra. Lo demás, aunque también muy bien escrito, es material más perecedero: viajes a Bruselas, intervenciones parlamentarias, desayunos con gente sin duda importante que tal vez pasado mañana no lo sea. A Rosa Díez la trata con comedida e irónica condescendencia: la resuelve con dos muletazos bajos porque no da para más y como estocada con unos versos de Quevedo: "Ya no es ayer, mañana no ha llegado...". Estaba claro que UPyD sin alianzas no iría a ninguna parte. Lo que no está claro es a dónde pretende ir Ciudadanos: su fijación con la corrupción es meritoria, pero eso no es ideología, ni plan de gobierno, ni otra cosa que palabras: no se debe insistir tanto sobre la corrupción cuando todavía no se ha gobernado.
La actitud política de Sosa Wagner es ejemplar incluso en nimiedades Y es ejemplar por su elegancia. Él no es contrario a los derechos de los homosexuales; pero "cansa que en todos los plenos (del Parlamento europeo) tengamos que repetir nuestra adhesión a esa causa". O bien afirma sin inmutarse que "en Europa todo anda manga por hombro y se repiten actuaciones grotescas como otro referéndum en Irlanda para ratificar el pacto presupuestario y que no sirve para nada". A pesar de su declarado europeismo, Sosa es un escéptico.
El libro está dedicado a Mercedes, como Dios manda. Besos, Mercedes.
La Nueva España · 13 junio 2015