Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Por los caminos de la Asturias central

Ignacio Gracia Noriega

El ensayismo de Francisco Rodríguez

La investidura del empresario como doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo distingue a un notable escritor

El nombramiento del empresario Francisco Rodríguez como "doctor honoris causa" por la Universidad de Oviedo no significa únicamente una aproximación del mundo académico al empresarial, como ya ha ocurrido en otros casos en que empresarios relevantes han sido distinguidos por diversas universidades con doctorados honoríficos. Un caso, por no salir del ámbito de la Universidad de Oviedo, es el de Carlos Prieto, el empresario de Fundiciones Monterrey, en México, autor de varias obras entre las que destaca una de título y lectura sugestivos, "El océano Pacífico: navegantes españoles del siglo XVI".

Francisco Rodríguez además de ser un gran empresario del sector lácteo, creador de Reny Picot, es un escritor vocacional y casi profesional, porque ha escrito mucho más, y de manera más continua, que muchos que se consideran escritores. A su obra literaria escrita, Francisco Rodríguez añade su obra oral, ya que ha pronunciado numerosos discursos, pregones, ha dictado conferencias, etcétera, y ha tenido la curiosidad de guardar esos textos, de recopilarlos, reunirlos en volúmenes y publicarlos. Las intervenciones públicas son más volanderas aún que las páginas de los periódicos, de las que se decía que la exclusiva de hoy sirve para envolver el pescado de mañana. Pero, cuando menos, los periódicos quedan en las hemerotecas y lo que al día siguiente servía para envolver el pescado, al cabo de 40 años se convierte en documento histórico. En tanto, de una conferencia, de un discurso, de un pregón que no se haya escrito (¡y hay tantos que no los escriben!), una vez pronunciados no queda nada, absolutamente nada.

No es el caso de Francisco Rodríguez, que escribe y conserva cada una de sus intervenciones, incluidas las de aspecto más insignificante. Escribir lo que se va a decir es una forma de respeto a los oyentes y no permitirse los riesgos de la improvisación. Con sus intervenciones recientes, algunas de gran profundidad, lleva camino de reunir el cuarto volumen de su "obra completa". ¿Adónde llegará el tren que se puso en marcha en el año 2000 y cuya parada del tercer volumen fue sencillamente circunstancial, ya que en la parada no había fonda? ¿Llegará el tren, al fin, a la estación que Francisco Rodríguez anhela? No a una estación terminal, porque la historia no es rectilínea, como pretenden las ideologías dogmáticas, sino que gira, avanza, retrocede, no para llegar a la utopía, pero al menos a un mundo más libre y razonable.

Francisco Rodríguez ha recurrido a una imagen ferroviaria para dar unidad a su obra literaria y ensayística. En su primer volumen, publicado en año 2000, el autor contempla el mundo "Desde un tren de mercancías" El tren de mercancías viaja con lentitud pero la mercancía intelectual que transporta en este caso es excelente. Este primer volumen, de 480 páginas, lleva por subtítulo o explicación del contenido: "Reflexiones sobre el mercado común, el sector lácteo español. La empresa pública y algunas cosas más". El tren prosigue y así se titula, precisamente, el segundo tomo de sus obras: "El tren prosigue su recorrido", de 387 páginas y el subtítulo "Con la Unión Europea y el sector lácteo al fondo", publicado en 2005. Finalmente, en el tercer volumen, "Parada, pero no fonda", de 545 páginas, publicado en 2011, el tren no está en marcha, pero el autor continúa a bordo de su vagón, asomado a la ventanilla, porque en la de un tanto desvencijada estación ya se nos adviene desde el título que no hay fonda, ni siquiera cantina. Por lo que el tren habrá de ponerse en marcha y continuar su recorrido, unas veces azaroso, otras un poco más grato. El tren habrá de llevamos a alguna parte, pero no a una estación terminal, porque no hay nada más desastroso que suponer que las vías de la Historia por las que circula este tren nos conducen a algún lugar determinado, sea el reino de los cielos o el paraíso del proletario. La Historia sólo existe en el pasado: no tiene finalidad, ni tiene fin (como se puso de moda escribir a finales del siglo pasado). La Historia seguirá girando como el planeta, y cuando deja de girar el planeta dejará de girar la Historia. No pasará nada porque no lo veremos. En este mundo debemos estar tranquilos. Lo que debe preocuparnos es que el tren llegue a una estación en las que supone que ha finalizado su trayecto, porque lo más probable es que se detenga en un descampado.

Aunque en los subtítulos de los dos primeros volúmenes hay menciones explícitas al sector lácteo, a la empresa pública y al mercado común, el contenido de estos tres libros es de tina gran variedad. Ciertamente, el mercado común es uno de los temas capitales de Francisco Rodríguez y es uno de los escasos españoles, tanto en el sector empresarial como en el político, que se atreven a abordarlo con inteligencia y valor. No se trata de esperar de "Europa", como dicen los que parecen ignorar que España es una parte importantísima de Europa, la panacea universal, que a las claras se ha demostrado que no lo es, como tampoco de suponer que la integración en el mercado común fue nefasta. Incluso fue beneficioso en algunos aspectos. Pero el mercado común dista mucho de la libertad de mercado, como debería esperarse de una empresa de esta envergadura, contaminada por la política (¿qué pinta un parlamento rigiendo un mercado?) y que es en realidad una inmensa mole burocrática e intervencionista: y burocracia, más control político, más intervencionismo, es socialismo puro y duro.

Francisco Rodríguez, en sus críticas a esa oscura mole, lo que pide es juego limpio, y recurre en repetidas ocasiones a un ejemplo tomado del boxeo: los boxeadores que se enfrentar deben ser del mismo peso, porque si enfrentamos un peso pesado con un peso mosca no diremos cómo va a quedar el peso mosca.

Cada libro distribuye su material en diferentes secciones: editoriales, artículos, conferencias, discursos, pregones, reflexiones vitales, escritos varios. Son textos de diferente contenido y extensión, algunos auténticos ensayos en los que el autor expone sus ideas con rigor intelectual, y otros pertenecientes al género que Emilio Alarcos denominaba "de convivencia", escritos circunstanciales sobre amigos, pregones de fiestas, presentaciones de actos y de libros, prólogos, etc. Lo mismo escribe este empresario singular sobre la pintura de Álvaro Delgado, sobre la voz de Joaquín Pixán, sobre el queso fundido que sobre Córcega, que le trae al recuerdo a los hombres de la batalla de Lepanto, "para quienes este mismo Mediterráneo era cualquier cosa menos un mar donde tomar el sol tumbados en cubierta". En "Ortega y Gasset y el estado de las autonomías" señala al filósofo como padre intelectual del engendro, aunque los "padres constitucionales" que lo llevaron a la práctica no lo supieran y hasta es posible que no sepan quién es Ortega y Gasset. Y tiene el valor de razonar en otro artículo el "no a la empresa pública".

A través de sus escritos se perfile la figura de un liberal. Su breve artículo sobre Keynes no puede ser más claro ni más contundente: "Forzar el gasto público en una época de depresión económica no es keynesianismo si este gasto no va dirigido a incrementar los intercambios de trabajo en un país concreto". No se anda con rodeos cuando tiene algo que decir. Francisco Rodríguez es un intelectual crítico, de lo que hay muestras muy reveladoras en sus libros, al margen de las prosas “de circunstancias”. Una antología de estas tres recopilaciones, teniendo en cuenta su variedad temática, puede revelar a un público más amplio a un ensayista importante.

La Nueva España · 4 julio 2015