Ignacio Gracia Noriega
Wenceslao, el alcalde republicano
Cuando González gobernó, aprendió pronto que una cosa era actuar para el pueblo y otra regir un Estado
Temo que está un poco fuera de lugar que Wenceslao López, alcalde de Oviedo, haga fervorosa y enérgica declaración de fe republicana, seguramente para justificarse ante sus compañeros del tripartito que gobierno el Ayuntamiento de Oviedo y que intentó abolir por "ordeno y mando democrático" la celebración de las ceremonias mundanas de los premios "Príncipe de Asturias". Como tal parece que estamos en una república, que es eso de que unos premios lleven el nombre de una princesa. El PSOE, partido al que actualmente pertenece el alcalde, en los días de la transición tenía la coquetería de parecer más de izquierdas que nadie y de manera muy especial que el PC. Cuando éstos aceptaron los bandera bicolor, el partido socialista seguía obstinándose en la republicana y Felipe González se negaba a ponerse corbata por considerarlo un símbolo burgués. Naturalmente, Willy Brandt, la CIA, los partidos socialdemócratas de la Segunda Internacional y los demás valedores europeos, consideraban éstos gestos pueriles como lo que realmente eran, como chiquilladas, y cuando González tuvo que gobernar aprendió, muy pronto por cierto, que una cosa es actuar para el pueblo llano y otra regir un Estado. Aún así, no se acabaron las chiquilladas, y aquel desatino de convocar un nuevo referéndum sobre la presencia de España en la OTAN tenía todo el aspecto de la broma de un menor de edad que rompe un jarrón para demostrar a sus papás que es capaz de arreglarlo, pegándolo con pegamento.
Wenceslao López, hombre que goza de buena reputación entre sus correligionarios, ingresó en el PSOE por aquellos tiempos casi prehistóricos. Yo ya me había ido de ese partido, por lo que solo le vi en carne mortal en una ocasión, pegando carteles una noche oscura en compañía del futuro concejal Mier, que me preguntó en plan de chiste si los ayudaba, a lo que contesté que ni los ayudaba ni los votaba. No sé si por entonces ya era Wenceslao López candidato a la alcaldía de Oviedo: pero lo cierto es que pasó más de treinta años esperando esa oportunidad, que había de llegarle de rebote, en una época en la que los candidatos no salen a hacer labores de militantes de base. El futuro concejal Mier era muy dado a ese tipo de militancias aventureras (aunque las organizaciones socialistas gozaban de "protección oficial", lo cierto es que le pegaron un tiro a un ugetista de Avilés, Delestal, por andar haciendo lo mismo que Mier y Wenceslao hacían aquella noche.
Ahora Wenceslao López declara a la prensa: "soy igual de republicano que antes, y, a lo mejor, soy más antimonárquico". En aquellos tiempos a los que me refiero, en el PSOE nadie se planteaba la disyuntiva entre monarquía y república: bastaba con que hubiera un régimen democrático que liquidara los restos del régimen anterior. Luego, España se encauzó por la vía del bipartidismo en el que ningún partido se consideraba monárquico. En consecuencia, la monarquía española existe sin apoyatura parlamentaria. En los tiempos difíciles, se suponía que el Rey era capaz de sacar todas las castañas del fuego, de manera especial en las relaciones, siempre a punto de ser tirantes, con el estamento militar. Pero durante muchos años, los españoles no consideraron más importante ser regidos por un régimen republicano que por uno monárquico.
Esto fue cuestión secundaria durante toda la transición, y debería seguir siéndolo, a pesar de que los Borbones tienen una extraña capacidad para autodestruirse. Alfonso XIII se fugó de España a causa del resultado indeciso de unas elecciones municipales que acabó ganando y Juan Carlos I abdica, cuando un rey solo debe hacerlo por causa gravísima.: Quizás a causa de esto, la monarquía dure poco, y no por lo que esté pidiendo una mayoría de españoles.
Sin embargo, ya se ven más banderas republicanas y separatistas que nacionales. Hasta en el programa televisivo "Saber y ganar", de la segunda cadena, el fondo del estudio lleva los colores de la bandera republicana. Y eso que se trata de un programa que en "corrección política" supera a los premios "Princesa de Asturias", en los que tal vez no tarden en ondear también banderas republicanas. En los días de la transición, Enrique Tierno Galván se proponía como presidente de la república. No pasó de un sueño. En la actualidad, los republicanos salen por todas partes, y algunos "lo son de toda la vida", lo que, según demostró Gustavo Bueno en repetidas ocasiones, no es posible. En cualquier caso, la república se ha instaurado en el Ayuntamiento de Oviedo, y como es natural, una de sus primeras medidas es arremeter contra los premios "Princesa de Asturias" por lo que tienen de sonido monárquico, y, lo que es más grave, contra la razón, representada en nuestra ciudad por la Fundación Gustavo Bueno. Es una manera de ir contra la cultura mundana (los premios) y contra la cultura profunda (la Fundación). Wencesalo López es republicano como corresponde a un socialista con cierta solera, pero yo me pregunto qué derecho asiste al partido socialista para considerarse republicano. Al advenimiento de la II República, ese partido se negó a firmar el Pacto de San Sebastián, en el que solo estuvo presente Indalecio Prieto a título personal; en octubre de 1934 organizó, ejecutó y dirigió un golpe de Estado armado contra ese república ahora tan "modélica y elogiada"; y en 1936 permitió, siendo el partido mayoritario, que el Frente Popular gobernara en minoría. Es una manera muy singular y un tanto extraña de ser republicano.
Bien es cierto que en sectores políticos muy definidos solo se entiende la república como un gobierno de izquierdas a la manera de un "soviet" presidido por un krausista con barba y levita. Muchos socialistas se enfurecen cuando se enteran de que el partido norteamericano más a la derecha es el republicano: debido a esto, tal vez, pedía aquel diputado del PSOE que se le enviara a Reagan un ejemplar de la constitución española, para que se enterara de qué era la democracia "fetén". Mas tampoco ahora están conformes con la constitución, que hay que cambiar para que puedan independizarse los catalanes. En cuanto al golpe de Estado de 1934, se nos explica que de lo que se trataba era que como la derecha había ganado en las elecciones de 1933, no gobernara en España el fascismo, y para evitarlo lucharon a tiro limpio por una dictadura socialista. No sigamos evocando hechos del pasado, que ya no conducen a ninguna parte, y si lo hemos hecho es porque la primera autoridad municipal ha aludido a ese pasado calamitoso.
Lo maravilloso del caso es que todas las ceremonias de esta edición de los premios "Princesa de Asturias", como en las versiones anteriores, estaban llenos hasta la bandera de republicanos y antimonárquicos, porque a ver qué ideología, por muy poderosa que sea, le quita a un político la posibilidad de lucirse. En este punto, reconozcámoslo sin pizca de partidismo, los fastos y vanidades de la monarquía tienen un no sé qué del que carecen los de la república. Así que todos los antimonárquicos de muchas leguas a la redonda se postraron ante los Reyes a cambio de una ceremonia pesadísima y de un concierto. Y ¿nadie tiene el "tercer estado", al que los de la Taboada llaman la "gente"? ¿Es que se va a privar a la "gente" del bonito espectáculo de la entrada de los grandes de esta autonomía al teatro Campoamor, como antes lo hacía la burguesía enjoyada cuando iba a la ópera?.
La Nueva España · 31 octubre 2015